Les escribo a las mujeres de mi vida, a las de antes de mí y a las de después, pero sobre todo a las de ahora que me hacen ser mejor.
Y un día hice las paces con mi lado femenino.
Ese que reprimía para no ser vulnerable, maltratada o agredida. Prefería hacerlo primero yo, antes que alguien más, negándome la confianza y el valor que merecía.
No fue fácil. Ni hacerlo, ni darme cuenta de que lo hacía.
Pero luego de esa tregua y "encariñamiento" conmigo sané mucho, en todos los aspectos y, luego entonces me dieron el regalo de la maternidad (que una parte fue decisión, pero otra, no es algo que dependa sólo de humanos).
Siendo mamá vi más claro que todavía me falta mucho por "arreglar". Y que es adentro por donde se debe empezar.
Tener una hija me motiva a eso y más. A tratarme bien, respetarme, amarme y cuidarme, porque lo que uno ve de niño, es lo que se aprende, se hace y conforma su primera concepción del mundo. Pero no sólo eso: creo en eso de que los primeros años, son los que dan las herramientas para no ser presa fácil de la hostilidad que también existe afuera.
Confieso que trato a mi hija, como me hubiera gustado ser tratada. Es difícil, mucho, dejar de reproducir patrones, frases, actos, palabras, y porquerías que nos meten desde niñas, no sólo en casa.
Pero a veces llega la Luz y nos alumbra un poco. Que esa Luz acompañe a todas las mujeres y niñas en sus procesos. A todos los hombres y niños en los suyos y podamos encontrar un equilbrio que sostenga al mundo de la mejor manera.
Antes que hombres y mujeres, somos humanos.
#8demarzo