Desde el lejano Oriente, nos llegan unos señores a lomos de sus camellos, que misteriosamente, entraran sigilosos en nuestras casas, como si de ladrones se tratara y nos traen los regalos, que Papa Noel no nos pudo traer.
Con el paso de los años se descubre que los que dejan los regalos son otras personas.
Estos señores, acudieron a Belén para rendir homenaje y entregar oro, incienso (preparación de resinas aromáticas vegetales que desprenden humo oloroso) y mirra (sustancia aromática utilizada para fabricar incienso, perfumes y medicinas) a Jesús de Nazaret, aunque curiosamente nunca he leído nada sobre un Jesús rico a causa de estos presentes.
Según afirma Hipólito Sanchiz, profesor de Historia del Oriente Próximo, le fueron entregados estos regalos a Jesús, asociados a conceptos y rituales.
El oro, le fue entregado como Rey de los Judíos, el incienso era una resina usada para quemarla ante los dioses, la mirra era utilizada para embalsamar a los muertos, la cual también era usada como anestésico mezclada con vino, por lo cual, ello podría simbolizar que Jesús venía a quitar el dolor al mundo, aunque también podría ser un anuncio de su pasión y su posterior muerte.
Curiosamente, los Evangelios no nos dicen el nombre de los reyes, ni tan solo que estos fueran tres, solo nos hablan de los tres regalos.
Normalmente, en los países de lengua hispana, los reyes vienen cargados de regalos para los niños, la noche anterior a la Epifanía (celebración de la adoración de Gaspar, Melchor y Baltasar que se realiza el día 6 de enero de todos los años), la tradición posterior, ha sido la que ha puesto nombre y número a los reyes, puesto que la Biblia no nos lo cuenta, solo el Evangelio de Mateo nos habla de estos “magos,” que llegaron a Belén siguiendo una estrella, los restos de los magos y sus supuestas coronas, descansan en la Catedral de Colonia, en Alemania, conservados en una arqueta gótica, llevados a Colonia por Federico I Barbarroja, en el siglo XII desde Constantinopla.
En el Evangelio del Pseudo Tomás, no incluido en la Biblia, se cuenta que estos “magos,” poseían algún vínculo familiar, que llegaron con tres legiones de soldados procedentes de Persia, Babilonia y Asia.
Otras interpretaciones posteriores afirman que los “magos,” eran originarios de ·Europa, Asia y África.
Pero la cosa no acaba aquí, según el papa Benedicto XVI, nos dice en su libro “La infancia de Jesús” que seguramente los “magos” no venían de Oriente, venían de Tartessos, una zona ubicada en Andalucía (España).
Las primeras menciones del nombre de los reyes aparecen en el “Excepta latina Bárbari” en el siglo V después de Cristo como Melichior, Gathaspa y Bithisarea y en el evangelio apócrifo “Evangelio armenio de la infancia” donde los reyes son llamados Balthazar, Melkon y Gaspard.
Pero una vez que ya conocemos a esos tres reyes, magos o sabios, los cuales no aparecen en la Biblia, os presento a un cuarto personaje “Artabán,” un personaje que aparece en un cuento escrito en el año 1.896, por Henry van Dyke, un teólogo presbiteriano estadounidense “The Other Wise Man” o “El otro rey mago.
Baltasar, Melchor, Gaspar y Artabán, debían encontrarse en el zigurat de Borsippa (un templo de la antigua Mesopotamia, actual Irak), para partir los cuatro unidos a adorar a Jesús, Rey de los Judíos.
Artabán, llevaba para Jesús un diamante protector de la isla de Méroe, un pedazo de jaspe (roca sedimentaria usada como gema u ornamentación) y un rubí de las Siertes.
Pero antes de llegar al lugar del encuentro, Artabán se encuentra con un anciano moribundo, que había sido atacado por unos bandidos, Dartabán cura las heridas del anciano y le regala el diamante para que este pueda continuar su viaje, a causa de lo cual, llega tarde a su cita con Gaspar, Melchor y Baltasar, habiendo partido estos sin esperarle.
Parte en solitario Artabán, pero cuando llega a Judea, no encuentra a los reyes ni al Jesús, aunque si encuentra a los soldados de Herodes, degollando niños recién nacidos, cuando ve a un soldado a punto de degollar un niño, le ofrece el rubí a cambio de la vida del niño, siendo Artabán apresado y encarcelado en el palacio de Jerusalén.
Artabán permaneció en prisión 30 años, siendo liberado cuando estaba anunciada la crucifixión de Jesucristo, Artabán se dirige al Gólgota para adorar a Jesucristo, pero al pasar por un mercado ve a una hija que era subastada para pagar las deudas de su padre, Artabán compra la libertad de esa muchacha con el trozo de jaspe.
Al morir Jesucristo en la cruz, la tierra tiembla, los sepulcros se abren, los muertos resucitan, se rasga el velo del templo y los muros de este se desploman, una piedra golpea a Artabán y una figura le dice a este:
“Tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, estuve desnudo y me vestiste, estuve enfermo y me curaste, me hicieron prisionero y me liberaste”.
Artabán pregunta:
“¿Cuándo hice yo esas cosas?”
Recibiendo esta respuesta:
“Lo que hiciste por tus hermanos, lo hiciste por mi”
Con Jesucristo, se elevó a los mismos cielos, que en su juventud le guiaron en pos del destino finalmente alcanzado.
También, una leyendo rusa, nos habla de un cuarto rey mago, que llevaba como presentes para Jesús vino y aceite, cargado en burros, la historia es similar a la de Artabán.
Los armenios, creen que los reyes fueron doce, por lo cual les asignan doce nombres distintos, siendo estos conocidos como los Santos Reyes.
En España tradicionalmente los niños escriben una carta a los Reyes Magos, que es enviada días antes del día de la Epifanía, este día se consume el roscón de reyes que tradicionalmente, quien se encontraba el haba era el rey de la reunión, en cambio las empresas comercializadoras de los roscones han impuesto en la actualidad que el rey de la reunión es el que se encuentra la figura y el que se encuentra el haba es castigado a pagar el roscón.
En América, en cambio, la noche del día 3 de enero los niños colocan la carta a los reyes en sus zapatos, debajo del árbol de Navidad.