La directora, Olivia Wilde de entrada nos presenta a un par de nerds Amy (Kaitlyn Dever) y Molly (Beanie Feldstein) que pese a ser las estudiantes más sobresalientes del aula, no son precisamente las mejores personas. Amy por un lado es insegura y hostil y Molly por su cuenta es arrogante, manipuladora y controladora.
El último día de clases este par de nerds están orgullosas porque ambas entrarán a dos de las mejores escuelas porque se han esforzado lo suficiente para hacerlo y se lo merecen. Sin embargo, en su arrogancia no se han dado cuenta que no están rodeadas de perdedores (como ellas suponen) sus compañeros de clase, también irán a grandes universidades como Yalle, Harvard e incluso uno de ellos entrará directamente a Google, gracias a su talento.
Esto hace que Molly pierda la cabeza, no logra entender cómo esos perdedores consiguieron entrar a las mejores universidades del país sin esforzarse lo suficiente. Esto provoca que le sugiera a Amy (o más bien la manipule) para irse de fiesta el último día de clases y “no ser ese tipo de personas que se perdieron una fiesta por quedarse estudiando en casa”.
Lo que viene después es sumamente interesante. Pronto se dan cuenta que el deportista, el adinerado, el comediante, la engreída, el latino y la chica fácil son personas mucho más complejas de lo que ellas esperaban. Y sí, también hay un momento para reflexionar sobre lo crueles e hirientes que ellas han sido con sus compañeros.
Lo más revelador para Amy y Molly es cuando comienzan a ser empáticas, con esos “bichos raros”, que hacen cosas típicas de adolescentes y es a través de esta emoción que descubren otro tipo de inteligencia, porqué sí, la empatía las hace entender por qué es cómo es determinada persona.
Además de la empatía Molly conoce también la sororidad pues, aunque ella mismas se autodenomina como una autentica feminista, la verdad es que ha sido cruel y despectiva con Tripe A (Molly Gordon) pues en vez de llamarla por su nombre, se refería a ella con los apodos que los chicos le ponen por ser una chica fácil con quien pueden pasar un buen rato dentro del auto.
Sabía que los chicos serían unos cretinos, sabía que me juzgarían, pero lo que me dolió fue que las chicas también me apartaran y me llamaran de esa forma se sincera Annabelle (nombre real de Triple A) con Molly.
Es así, como poco a poco, este par de nerds descubren que sus compañeros de clase son apasionados, ambiciosos, inteligentes y como ellas tiene sueños, pero todos ellos (incluso ellas mismas) son presos de sus propias circunstancias, de su clase social, de su educación, del estigma social y por supuesto de alguna forma reflejan lo que han aprendido de sus padres.
Esto se puede ver, por ejemplo, en el momento en que Jared (Skyler Gisondo) es confrontado por Molly, luego de que ésta se sincera con él y le dice que, comprando amigos, nunca tendrá uno de verdad y que su forma de adular a las personas es precisamente la que ahuyenta a todo el que se le acerca.
Lo mejor de la película, definitivamente, son los diálogos, que, pese a que son parte de una comedia adolescente, no trata de ser complaciente e intenta arriesgarse más para darle voz a sus protagonistas y sean éstos los que nos hablen de sus propios miedos, inseguridades y prejuicios.
El único pero, tal vez, en La Noche de las Nerds es que a momentos si cae en los clichés de su género, pero pronto recupera el ritmo y se repone. También, quizá, otra falla es que no se atreve a abordar la adolescencia y los problemas existenciales que ocurren en ella con más crudeza, por el contrario, se queda en lo conformista y en lo moralmente correcto.