Un día de agosto del tórrido verano madrileño de 1898 los madrileños se levantaron con una noticia impactante: el conde de Romanones y alcalde de la capital - Álvaro Figueroa y Torres - había dado orden a sus arquitectos de romper el corazón castizo de Madrid para crear una larga y moderna calle que cambiaría la faz de su ciudad. Era el embrión de uno de los grandes proyectos urbanísticos de la época: la Gran Vía Madrileña.
El principio de la idea.
El origen de crear una vía recta, moderna y que uniera los puntos geográficos más importantes de la capital española se gestó a mediados del siglo XIX en pleno fervor del espíritu modernista que revolucionó nuestro país. Después de algunos fallidos intentos en 1852 y 1862, en 1886 se redactó un proyecto que, mejorado, sería el punto de partida del plano final.
El proyecto urbanístico tenía un objetivo claro: descongestionar el corazón de la ciudad habilitando una vía que permitiera conectar la calle de Alcalá con la plaza San Marcial (actual Plaza España) sin tener que cruzar la valiosa Puerta del Sol. Sobre papel el proyecto parecía sencillo, pero la realidad era muy diferente ya que la obra afectaría más de 1400 metros cuadrados, implicaría derribar más de 300 edificios (cerca de un 10% del total del Madrid de entonces) y, además, supondría un volumen de inversión que la España empobrecida de la época no podía asumir.
La idea suscitó críticas exacerbadas de prácticamente todos los estamentos sociales y, al final, tuvo que ser relegada al último cajón del Ayuntamiento, lugar de donde no saldría hasta el mes de abril de 1901. En el segundo año del nuevo siglo se publicó el Real Decreto de 27 de abril de 1901 que daba luz verde al proyecto de la Gran Vía amparándose en una ley de 1895 para el ensanchamiento, reforma y saneamiento de las grandes poblaciones. Por fin, el 4 de abril de 1910 el rey Alfonso XIII pondría la primera piedra simbólica de la mega obra madrileña. El proyecto de la Gran Vía había dado su primer paso real.
El trazado.
Según los planos de los arquitectos municipales arquitectos municipales José López de Salaberry y Francisco Andrés Octavio, la Gran Vía constaría de tres partes diferenciadas que se irían construyendo de forma paulatina durante más de 10 años:
La Avenida A: el tramo comprendido entre la plaza de Callao y la plaza de San Sebastián.
La Avenida B: que ocuparía el tramo desde la Red de San Luis hasta la calle de Alcalá.
El Bulevar: situado entre la Red de San Luis y la plaza de Callao.
La enorme cicatriz que uniría el centro de Madrid crearía más de 32 manzanas nuevas, se extendería en una longitud de más de 1.300 metros y tendría una anchura de entre 25 metros (Avenidas A y B) y 35 metros (el Bulevar). Una obra que para la ingeniería de la época resultaba, sencillamente, colosal.
Los edificios.
Gran Vía 38
Una vez pasada la fiebre contra el proyecto, la flor y nata de las empresas madrileñas quisieron establecerse en la que llegaría a ser la vía principal de los negocios del siglo XX. Empresas de telefonía, hoteles, salas de cine, teatros, restaurantes, cafeterías, salones de té? todos querían “estar ahí” para ver y ser visto. La siguiente es una pequeña selección de los edificios más emblemáticos de la Gran Vía madrileña:
Edificio Grassy: ubicado muy cerca de la calle de Alcalá y del también famoso Edificio Metrópolis, el Grassy es uno de los primeros emblemáticos edificios construido en la primera fase del proyecto Gran Vía. Debe su nombre a la familia de relojeros suizos Grassy que estableció su lujosa tienda allí en el año 1952.
Edificio de Telefónica: construido en 1929, este edificio se consideró durante mucho tiempo como el rascacielos más alto de Europa. Hoy en día sus 89 metros le encumbran como el edificio más alto de la Gran Vía.
Edificio Capitol: también conocido como Edificio Carrión, este majestuoso edificio que mira a la plaza de Callao ha sido fotografiado mil veces como símbolo icónico de la Gran Vía madrileña. Fue construido entre los años 1931 y 1933 como espacio multifuncional de cafeterías, salones de té, oficinas y el emblemático cinematógrafo y sala de fiestas Capitol.
Un paseo por la Gran Vía, de día o de noche es, sin lugar a dudas, una de las experiencias que debemos disfrutar en nuestra próxima visita a la ciudad de los gatos, Madrid.