Una de las dos dagas halladas por Howard Carter en la tumba de Tutankamón llegó del cielo. Una investigación recién publicada confirma una controversia que desde hace décadas sobrevuela la egiptología: el origen extraterrestre del hierro que sirvió para esculpir una de las tantas piezas maestras del ajuar del faraón niño, con un fino acabado y un derroche de pequeños detalles. El arma, que le acompañó en su vida de ultratumba, procede de restos de un meteorito.
El alto contenido en níquel de la hoja, junto a la menor cantidad de cobalto y la ratio de níquel y cobalto sugieren fuertemente un origen extraterrestre, indica el estudio publicado en la revista Meteoritics & Planetary Science por un equipo multidisciplinar de investigadores procedentes de las universidades Politécnica de Milán, Turín y Pisa (Italia) y Fayum (Egipto), el Museo de Antigüedades egipcias de El Cairo y el centro de investigación italiano.
Según el análisis por fluorescencia de rayos X, la técnica no invasiva empleada para determinar la composición del objeto, El contenido es similar, además, al de un conjunto de 76 meteoritos usados como referencia. Sin embargo, los expertos no han podido clasificar la daga en un grupo determinado. Si es posible, el futuro análisis microestructural de la daga podría proporcionar información relevante sobre el método de fabricación, agrega el estudio.
La historia de un arma especial
La navaja de hierro fue descubierta junto a otra de oro en los envoltorios de la momia de Tutankamón. La pieza sometida a examen se halló concretamente en el muslo derecho del monarca. Con menos decoración y aspecto más utilitario que su gemela dorada, es uno de los pocos objetos realizados con hierro procedente de meteorito en el Egipto de los faraones. Su empuñadura está tallada en oro y decorada con motivos florales como el lirio y plumas que concluye con una cabeza de chacal. La pieza contiene, además, cristal de roca.
Desde su hallazgo, los estudiosos han especulado con la posibilidad de que la daga fuera el regalo de un mandatario extranjero. De hecho, un puñal similar aparece citado como dádiva en una carta del rey Mitanni a Amenhotep III. El análisis, realizado en los laboratorios del Museo Egipcio de Tahrir, no es el primero que protagoniza el arma. En 1973, un examen sugirió su origen en base al alto contenido de níquel pero el estudio completo jamás fue publicado y no se especificaron las técnicas analíticas utilizadas entonces.
Dos décadas después, una nueva prueba por fluorescencia de rayos X arrojó un contenido de níquel en peso que se consideró incompatible con el hierro meteorítico. En los últimos 20 años, se ha producido una importante mejora de los detectores de estado sólido, reconoce el ensayo para justificar el empleo de la misma técnica.
Las novedades acerca de la daga que permaneció a buen recaudo bajo las arenas del Valle de los Reyes, en la actual Luxor, no son el único rastro de meteoritos en el Antiguo Egipto. Recientemente -subraya la investigación- se anunció el descubrimiento de nueve pequeños abalorios en una tumba de Gerzeh -una necrópolis predinástica ubicada en Fayum, al sur de El Cairo- que datan de alrededor de 3.200 a.C. y están compuestos también de hierro meteorítico.
Las piezas sugieren que los antiguos egipcios atribuyeron un gran valor a este tipo de hierro para la producción de finos objetos decorativos y ceremoniales hasta el siglo XIV a.C., indica el estudio que califica la daga de Tutankamón de éxito de la forja de hierro a orillas del Nilo. Unas pesquisas que abren la puerta a nuevos interrogantes sobre su simbolismo: Más allá del mediterráneo, en otras culturas antiguas, la caída de meteoritos se percibía como un mensaje divino.
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