Todos tenemos en mente la Expo celebrada en Sevilla precisamente en esta isla donde se asienta la Cartuja, un monumento impresionante que es un desconocido a pesar de ser un precioso monumento situado a orillas del Guadalquivir en la conocida como “Isla de La Cartuja” sede de la Exposición Universal de Sevilla de 1992.
El Monasterio cuenta con una rica historia: de usos monásticos pasó a ser fábrica de cerámica y loza, para finalmente ser rehabilitado con motivo de la Expo de 1992. Actualmente la gran extensión del conjunto hace que en él se sitúen varios organismos: El Centro Andaluz de Arte Contemporáneo, el Instituto para la Conservación del Patrimonio de la Junta de Andalucía o la Universidad Internacional de Andalucía.
Que nos vamos a encontrar cuando lleguemos ante su hermosa puerta de piedra… es mejor pararse y mirar durante unos minutos, es la única forma de que nuestros ojos se acostumbren a la belleza en estado puro. Que debilidad por las Cartujas españolas ¡¡¡
Y frente a frente se levantan la Portada de acceso que recibe el nombre de Puerta de Tierra (aunque más bien podría llamarse Puerta de Piedra), no sebemos cual es la raíz de dicho nombre; otros la denominan como Puerta de la Capilla, sin embargo esta afirmación aún se hace más difícil de comprender pues la capilla está totalmente separada de la puerta primera.
Si nos centramos en la Puerta nos apuntamos que su arquitecto fue Ambrosio de Figueroa que en el siglo XVIII puso firma al proyecto de construcción de varias dependencias; entre ellas se encontraba la Portada que vemos hoy en día. Como un Arco del Triunfo se nos ofrece para entrar en este recinto donde antes olía a santidad, hoy huele a muchas cosas y se echa de menos un poco de religiosidad donde fé hubo en otros tiempos. La capilla de Afuera es de líneas sencillas y se debe admirar su cúpula; la finalidad que los cartujos daban a estas dependencias era atender a los mendigos y necesitados que a duras penas llegaban hasta el Monasterio.
En un segundo lugar pasamos al atrio donde se puede todavía ver la celda del Prior de la orden situada a la izquierda, mientras que a la derecha se encuentra la zona de Procuración y frente por frente la fachada de la iglesia que tiene un rosetón de azulejos (naturalmente con firma de La Cartuja de Sevilla) del siglo XVI. Esta iglesia tiene data en el siglo XV y su estilo digamos que tiene pinceladas góticas, sobretodo en sus bóvedas con la caracteristica de la crucería. La bóveda absidal se puede considerar la más bella de todo el monumento. Sirvió también como taller de loza, y en la actualidad se utiliza como sala de esposiciones de arte contemporáneo y también para otros actos sociales y culturales. La parte más alta del altar tiene un bonito reloj que fue realizado por fray Manuel Navarro y colocado en 1817 en su lugar.
Pasamos a la Capilla de Santa Ana que se contruyó en el siglo XVI, curiosamente se encontraba en sus orígenes en el exterior pero más tarde se adelantó la fachada para que quedara dentro del recinto. En su cripta reposó desde 1530 a 1536 los restos de Cristobal Colón que le dió nombre en sus comienzos. Más tarde presidió el sitio el Cristo de la Clemencia obra de Martínez Montañés que se encuentra actualmente en la Catedral de Sevilla. Algunas piezas originales han tenido la suerte de permanecer en su lugar como son los paneles de San Juan Evangelista y san Matías (1523) obras de Juan Bautista Pisano en azulejos típico de la Cartuja (están considerados como obras de gran importancia histórica de la azulejería mundial).
El Claustrillo data de mitad del siglo XV, arte mudéjar puro de la ciudad. Sus dimensiones nos parecen mucho más extensas de lo que son en realidad gracias al conjuntado de la obra; el empleo de la teja, los azulejos de las galerías, el ladrillo rojo tan típico de la zona andaluza y las columnas de mármol blanco nos conforman la belleza en estilo puro coronada por el capitel campaniforme que tanta influencia nazarí ha tenido en este lugar.
La sala capitular, tenía como misión albergar las reuniones de los monjes, se llevó a cabo al mismo tiempo que el Claustrillo pero aquí destaca la decoración figurativa de su bóveda, un sello de la primera escultura gótica de la escuela sevillana. La sala le fue cedida como lugar de enterramiento a los Riberas protectores del Monasterio. Los sepulcros situados en forma vertical de Pedro Enríquez y Catalina de Ribera son de un encanto primoroso por el carácter ornamental y la iconografía de su conjunto. Fueron realizados en Génova por Aprile de Carona y Pace Gazini respectivamente. Más tardes los sepulcros fueron trasladados al panteón de sevillanos ilustres y la sala adquirió otro fín: la carpintería. Otra obra posterior trajo de nuevo los sepulcros a su origen para la exposición de 1992.
Pasamos a la Capilla de la Magdalena que es como entrar en el corazón del monasterio, las bóvedas de espejo como la desigualdad de todo el conjunto, convierten el lugar en especial, dentro siempre del múdejar sevillano. Más tarde con la construcción del refectorio sus dimensiones meguaron considerablemente, y por ello se le anexionó una capilla cuadrada que tendría como finalidad albergar los restos mortales del fundador del Monasterio, el Arzobispo Gonzalo de Mena. Sus muros se cubren con la representación de Santa Ana junto a la Virgen y a Jesús. El Refectorio era el lugar de comidas de los monjes, en 1588 se amplió y se decoró de una manera más brillante sus muros tanto en la portada del Claustrillo como en la del púlpito. Allí se leía mientras se comía, y quizás la techumbre que está tallada en madera con decoración de formas, tenga mucho que ver en el ambiente que se creaba en ese lugar entre los monjes. Tiene también paneles de azulejería de finales del siglo XVI y del XVII. La estancia estaba presidida por la Santa Cena con firma de Alonso Vázquez que ahora adorna el muro del Museo de Bellas Artes de Sevilla.
La Sacristía se embellece con trabajos de yeserías barrocas, pinturas de Francisco de Zurbarán adornaban las pareces en aquel siglo XVII (también se encuentran en el museo de Bellas Artes de la ciudad). Curiosamente cuando la ocupación francesa, este recinto servía como carnicería del cuartel (los franchutes como siempre tan amantes del arte).
Para llevar al velatorio a los monjes difuntos pasaban en procesión a través de la capilla De Profundis para sus oraciones y es precisamente el climax que se respira en este lugar.
Quizás para hacerle un homenaje a la verdadera finalidad del recinto, como era el estudio de las riadas; en 1992 el arquitecto Jose Ramón Sierra llevó a cabo su obra y sumergió fragmentos arquitectónicos del propio convento (fustes, basas y capiteles) para rendirle culto a no se sabe bien que vínculo entre el lugar y el río.
Pasamos al claustro que es grande con las puertas de las celdas individuales de todos los monjes. Solo tenemos un sector de la obra primitiva, durante la invansión de los franceses y la posterior fábricas de cerámica se realizaron muchas modificaciones. Podemos decir que del Claustro solo quedaba el recuerdo pero se rehabilitó durante el período de reforma de todo el recinto y los hornos en forma de cono que fueron construídos a mediados del siglo XIX se volvieron a levantar siguiendo el tipo británico que les caracteriza.Todo un icono del lugar.
Entrando en lugar de trabajo de los monjes podemos ver la Huerta Grande donde están plantados los naranjos y los cipreces que hacen la guardia en la capilla de Santa Ana, santa Justa y santa Rufina del siglo XVI y reformadas en el siglo XIX por un tal Pickman que también se dedicó a embellecer los pabellones de recreo con capiteles neogóticos y de gusto orientalista tan en boga en los gustos británicos de la época.
El gran protagonista de todo este recinto exterior no es una estatua, ni un arco ni nada parecido; ni siquiera es un árbol, sino una hierba que con el nombre de Ombú tiene años sin contar. Curiosamente como su tronco no tiene anillos como los árboles, no sabemos realmente cuantos tiene el abuelete pero según leyendas dan por sentado que lo plantó Hernado Colón, hijo del almirante Colón. Tenemos que tener en cuenta una serie de características de este habitante de la Cartuja pues se encuentra con la ventaja de ser inmune a los insectos por su savia tóxica. Su crecimiento es rápido, su madera muy blanda, y contiene gran cantidad de agua por lo que puede vivir durante grandes temporadas de sequía. Su origen se centra en Argentina y Uruguay.
Pasamos por el Arco de Legos que nos lleva a la zona donde recidían los hermanos legos y estaba su comunidad, Además de tener las misiones propias de la orden tenían que atender a los monjes o sacerdotes y a las oraciones en las celdas dispuestas en torno al Claustrón. Hoy en día el Arco limita las dependencias del Cetro Andaluz de Arte Conteporáneo y la sede del Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico.
La Puerta del Rio tuvo su origen en los acontecimientos habidos como las nuevas contrucciones que hicieron cambiar la estructura de la nueva planta; tenemos el caso de la Capilla de Afuera. De la mano de Ambrosio de Figueroa se lleva a cabo un proyecto para dar acceso a los cortijos de aquella época. Los remates en cerámica típica del lugar con sus puntas de diamantes dan un aspecto muy especial a esta puerta que se considera como algo tan moderno que nadie imagina que tenga la pila de años que tiene encima.
DAMADENEGRO 20/02/2009
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