Hola a todos y bienvenidos un jueves más. Ya sabéis quienes pasáis por aquí que los jueves hago post sobre la marcha, son post reflexivos que generalmente no llevan a ningún lado, pero me pongo a escribir con mi gatito en el regazo y un café bien caliente y me dejo llevar.
Como de costumbre no sabía muy bien de qué hablar, el fallecimiento de una de las políticas más conocidas no me parecía un tema interesante, y las conversaciones que suelen inspirarme estos días han sido de lo más relajado.
Y de pronto me he acordado de Carlitos Páez , del que os puse una entrevista el lunes que podéis leer aquí. Y recordé una anécdota.
Mientras él estaba en las montañas su padre nunca perdió la fé de encontrarlo, y organizó muchas búsquedas por su cuenta. Y por entonces, siempre miraba la luna porque sabía que eso le unía a su hijo.
Y Carlitos perdido en la inmensidad de las montañas, a 40º bajo cero y con solo 18 años también miraba esa luna, pensando que era una unión con su padre.
Bueno, muchos sabéis que tengo a mi hijo de Erasmus , en Italia, que lleva sufriendo terremotos un mes(esta semana no han tenido ninguno, yuhuuu) y que como todas las madres le echo terriblemente de menos.
Pues la semana pasada, cuando la luna estaba tan enorme, inmensa y espectacular quise sacar una foto, y mientras cogía el móvil me entró un whatsapp, y era una foto que me enviaba mi hijo de la luna que él estaba contemplando en ese preciso instante.
Nos separaban mil y muchos kilómetros, pero nos unía la misma luna. Como a Carlitos y su padre.
Puse las fotos en facebook, la calidad es terrible porque son de móvil, pero me pareció tan curioso que sacáramos las fotos prácticamente a la vez.
La de la izquierda me la mandó él y la de la derecha la hice yo. Perdón por la mala calidad, era inmensa, gigante.
Y es que creo que a veces estamos mucho más unidos a nuestros hijos o a nuestros padres de lo que pensamos.
Cuando somos adolescentes o muy jóvenes queremos ir por libre, nos parece que nuestros padres nos agobian o que no nos entienden cuando sufrimos por algo que nos parece un mundo, pero al pasar el tiempo nos damos cuenta de que sí nos entienden, que han pasado por lo mismo y de que pase lo que pase están ahí.
Yo no valoré realmente todo lo que me apoyaron mis padres hasta que fui madre. Vivir lo que han vivido mis padres, o al menos bastante parecido me hace entender cosas que antes ni me preocupaban.
Una vez un profe de mi hijo me contó que él había sido un adolescente terriblemente desordenado, que dejaba la ropa tirada en todas partes y la habitación era una leonera, pero su madre le lavaba la ropa y se la colocaba planchada en el armario, y ordenaba sus desastres, y él nunca lo valoró.
Cuando se independizó sus cúmulos de ropa sucia eran de película porque claro, él no tenía esa lavadora mágica que te recogía la ropa de cualquier lugar de la casa y te la dejaba en el armario doblada y planchada, y entonces se dio cuenta de lo mucho que hacía su madre, ahí, en silencio.
No entro a valorar que debería haberle enseñado a recoger, me quedo con la lección de apreciar las cosas cuando las vivimos nosotros.
Me estoy desviando, pero es que el otro día, mientras miraba la luna pensaba en las ganas que tengo de que sea Navidad. El año pasado me negaba, iba a ser el primer aniversario de la muerte de mi padre, no me apetecía hacer nada y se me hacía terriblemente cuesta arriba pensar en esos días que hasta un año antes me entusiasmaban(si miráis mis entradas navideñas de otros años veréis que me encantaban), pero este año en cambio, aunque sé que no van a ser fáciles, las deseo con fuerza.
Mi hijo vuelve y me veo cual madre de El Almendro, llorando y achuchándolo hasta el infinito. Es una suerte que existan tantos adelantos, hablamos por whatsapp y por Internet a diario un montón, nos enviamos fotos, recetas, me cuenta sus cosas y siempre siempre nos damos las buenas noches y nos mandamos un montón de emoticonos tontos que nos encantan...pero cuando voy por la calle y huelo su colonia, seguramente porque algún chico joven ha pasado por allí, me da un vuelco el estómago y me invade la nostalgia.
Por otro lado no quiero que vuelva porque son experiencias que solo se viven una vez, pero la distancia pesa y claro, me apetece mucho verle, poner la versión extendida de El señor de los anillos y verla comentando las escenas como si nunca la hubiésemos visto, ver todos juntos The Walking dead a pesar de la decepción, ir a pasear hablando y riendo o simplemente mirar juntos la luna, sin que miles de kilómetros nos separen.
Ya empiezo a divagar, lo sé, y no quiero hacer un post eterno, así que simplemente diré que los padres y los hijos, bueno, la mayoría, estamos realmente unidos y conectados, aunque nos separen kilómetros, y siempre encontramos momentos para hablar de una comida, reír por una buena noticia o mirar juntos una luna.
Muchísimas gracias por leerme, la mañana va avanzando, mi gato me ha abandonado para subirse al radiador, que está calentito y ya he terminado el café, así que aunque realmente no he llegado a nada, como la mayoría de las veces, he liberado un poco la nostalgia y me espera un día largo y bonito, iré con mi mami a un evento y espero que podamos pasear y pasarlo bien.
Muchísimas gracias por leerme y hasta el sábado en el repaso semanal.
Ciaooooooooooooooo!!!!!!!!!!!!!!!