Reflexión del jueves; paseo al amanecer
Hola a todos y bienvenidos un días más. Ainnnns qué ganas tenía de este post, hace mucho que no me siento delante del ordenador bien tempranito, con la casa en silencio, con mi gatito y me pongo a escribir. Así que sin más rollo empezamos.
La verdad es que no sabía muy bien de que hablar hoy, pero he mirado el post reflexivo que hice el año pasado por estas fechas(os lo dejo aquí) y se me ha ocurrido hacer lo mismo, hablar de un paseo.
El del año pasado era un paseo al atardecer, en cambio el de ahora es bien tempranito porque este mes estuve muy liada de horarios con un familiar ingresado, así que salíamos a caminar muy temprano, cuando casi no había amanecido, para empezar con fuerza el día.
La verdad es que está muy muy frío, pero aquí en el norte no nos dejamos amilanar por eso así que nos ponemos gorros, bufanda y lo que haga falta y como diría Poirot, al que siempre que voy a pasear al frío menciono, nos damos un vigorizante paseo.
Estos días he dado varios paseos pero os contaré uno que me pareció de lo más relajante. Salimos de casa muy temprano, tras dejar a mis hijos levantados y después de despedirnos como si se fueran a la guerra. En esos instantes la calle estaba en absoluto silencio y esa neblina que precede al amanecer aún no había comenzado a disiparse. Dudando un poco de la dirección decidimos ir por una zona a la que vamos muchas veces en fin de semana después de correr o caminar por la playa pero por la que nunca nos dejamos caer por semana.
Cuando llevábamos unos minutos caminando nos cruzamos con un sereno, que seguramente iba de retirada. Siempre que los veo recuerdo un capítulo de Barrio Sésamo en el que Espinete perdía las llaves y se pasaba la noche llamando al sereno. En este caso camina de prisa y seguramente ha pasado una noche de frío pero tranquila, sin grandes contratiempos.
AL llegar a la zona que solo visitamos los fines de semana empezamos a caminar más despacio, miramos escaparates de pequeñas tiendas de barrio que en esos momentos están cerradas, vemos como las luces de las casas se van encendiendo una a una y me gusta imaginarme la vida de sus habitantes. ¿Serán mamás que están levantando a sus hijos para ir al cole?¿Es gente que va a trabajar y desayuna un café bien caliente y se arregla con esmero?¿Tal vez matrimonios que desayunan mientras atienden a sus hijos, a los que luego dejarán en el cole? ¿O estudiantes que se preparan para ir a clase?
La calle está tan silenciosa que nuestros pasos resuenan, y caminamos en silencio por miedo a romper esa magia y ese extraño repiqueteo.
Mientras vamos avanzando noto que el sol empieza a reclamar su sitio, la neblina empieza a disiparse y parece que el cielo es una mezcla de estrellas que se van apagando hasta que vuelva la noche y de retales naranjas desleídos en azul que quieren abrirse camino.
De pronto un portal se abre y salen tres chicas, que, sonriendo se despiden y toman diferentes direcciones dejando la calle envuelta en el sonido de sus zapatos y el aroma de sus perfumes.
Un poco más adelante vemos a una familia salir de otro portal, y los niños se despiden de la madre y se van con el padre al cole, todos repeinados y oliendo a colonia infantil.
Poco a poco todo se va llenando de vida y me recuerda mucho a un Belén que siempre vamos a ver, desde que tengo 3 o 4 años. El momento en que la noche va quedando atrás y el pueblo empieza a despertar siempre ha sido mi preferido. En este Belén hay música de fondo, es suave de noche y empieza a animarse al amanecer, y suena también un gallo, el cielo se va volviendo naranja...pues el otro día me sentía como en ese momento y casi podía oír la música y también al gallo.
Adoro ese momento de despertar de las ciudades o pueblos, ese volver a la vida.
De pronto llegamos a una zona donde hay un par de cafeterías y veo que hay algunas personas tomando un café, y el olor del café es tan tentador que decidimos entrar y tomar nosotros también uno.
Y acompañado del trocito de bizcocho que nos regala el camarero nos lo tomamos para calentar el estómago. Al fondo la tele está encendido y tienen un telediario matinal de esos que repiten las noticias en modo bucle.
Cuando terminamos el café volvemos a la calle y decidimos hacer la ruta de algunos fines de semana pero al revés, es decir volvemos por la playa, así que paramos en una panadería de esas en las que el pan huele de maravilla, cogimos un par de barras y nos fuimos al paseo de la playa.
Ver amanecer en la playa no tiene descripción, y aunque en este caso no he visto amanecer, solo he ido temprano, el olor a sal que envuelve el ambiente me encanta, eso sí que es vigorizante. Y despacio, entre personas que corren, señoras que salen a caminar, patinadores y gente con perritos nos dejamos llevar de vuelta a casa.
Nada más abrir la puerta del portal percibo el olor del perfume de mis hijos, especialmente el de él, que ese día se iba un poco más tarde. Se nota que somos pocos vecinos, jejeje, porque cuando eran peques e iba a llevarlos al cole, a la vuelta, el portal olía a colonia infantil y pasta de dientes de fresa.
Y envuelta en el aroma que más quiero entro en casa dispuesta a empezar un nuevo día, un día con sus cosas buenas y sus cosas malas, con sus sueños cumplidos y muchos otros sin cumplir, un día más en el que tengo mucho que agradecer y que intentaré disfrutar.
Y hasta aquí mi paseo, espero que no se os haya hecho demasiado pesado, sé que me enrollo mucho, y eso que me he saltado cosas que se me olvidaron y de las que me estoy acordando ahora pero ya no merece la pena ponerlas.
Pido perdón por todos los posibles fallitos, lo hago sobre la marcha y con dos dedos menos y claro...no sé yo, jejejeje.
Mil gracias por leerme y nos vemos el sábado en el repaso semanal. Prometo ir contestando comentarios durante el día.
¡¡¡¡Hasta mañana!!!!!