No fue demasiado agradable, y quienes hayan leído mi rincón sobre Reyholt Fosshotel lo pueden ver; correr las cortinas de la habitación del hotel y observar que el paisaje que se nos presentaba era un cementerio.... Y eso que yo siento una atracción especial por estos espacios tan peculiares.
Pero aunque cambiamos de cuarto, esta vez hacia la carretera, el cementerio y la preciosa iglesia que lo acompañaba seguían ejerciendo un magnetismo muy fuerte sobre mi, así que me acerqué a él y me dediqué a pasear entre las tumbas para quitarme el gusanillo de esa curiosidad que me aguijoneaba.
No es grande, ni siquiera tiene unos límites definidos, son sólo unas decenas de tumbas que parecen salir del césped que cubre todo el camposanto. Los cuerpos que descansan en esta tierra sagrada tienen mucho que ver con la historia de este enclave que según se dice es uno de los lugares más históricos de Islandia, sobre todo porque ser el punto donde fue asesinado Snorri Sturluson, uno de los escritores de sagas islandesas más prolíficos de todos los tiempos aparte de un político cabal y de rectas convicciones.
Hoy, una estatua recuerda a este poeta y narrador islandés junto a una enorme cruz que tiene una curiosa historia.
Al parecer cuando se levantó la iglesia el siglo pasado, se decidió no colocar una cruz en lo alto, como venía siendo habitual. En cambio se erigiría una monumental a un lado del templo. Su inauguración oficial tuvo lugar en 2012 y su creador, de origen noruego, se inspiró en el crucifijo de Gunnhild y los manuscritos del Libro de Kells para recordar el origen del cristianismo en Islandia. Está hecha en acero y madera de cedro.
Por otro lado, la iglesia, consagrada en 1996 y descendiente de otras dos anteriores ya desaparecidas, es famosa en toda Islandia por la calidad de su acústica y anualmente se celebra un festival de música al que acuden melómanos de toda la isla.
El paraje es realmente delicioso, sobre todo en un día soleado como el que disfruté yo. Al final, no daba tanto miedo....
La piscina termal de Snorri
Ya hemos hablado del genial escritor, historiador y político en alguna ocasión, pero retomemos de nuevo su figura, alargada en tiempo, para conocerle un poco más. Aparte de ser el gran cronista de la historia medieval islandesa, recorrió gran parte de la isla hasta asentarse en esta ciudad de Reykholt, donde casó con una rica heredera. En la tranquilidad que le proporcionó la bonanza económica, compuso gran parte de su obra literaria, sobre la que destaca la Saga de Egil, de la que también hemos hablado.
Pero he aquí que sus creencias y opiniones políticas le valieron no sólo la admiración, sino también el odio de sus compatriotas y de su propia familia. Su ex yerno, ansioso y ambicioso de un cargo político, decidió asesinarle, para lo que llegó a Reykholt acompañado de 70 hombres y lo acuchilló hasta la muerte en el sótano de su granja.
Esa misma granja, o sus restos, forman parte de una de las zonas que se consideran patrimonio histórico desde 1817 en la isla.
Pero sin duda, y unida a ella por un túnel subterráneo, la atracción más importante es una pequeña poza de unos 4 metros de diámetro y apenas 1 de alto, donde el afortunado o desafortunado Snorri Sturluson, según se mire, disfrutaba de sus tranquilas y relajadas sesiones de spa, charlando con amigos y fieles seguidores en interminables horas sobre política, religión y ciencia.
Las brillantes piedras del fondo son las originales (siglo XIII) lo que convierten a este baño termal en la estructura más antigua de Islandia construida por el hombre. Los visitantes han tomado la costumbre de tirar monedas al fondo, como si de una Fontana de Trevi islandesa se tratara. Si supieran cuán empapadas de historia están sus aguas.....
Recordando el pasado de Islandia
Una visita obligatoria para todo aquel que quiera interesarse por el folclore islandés es el Museo de la Explotación de la Turba, ubicado en una granja del siglo XIII.
Diseminados en una llanura que cae muy suavemente hacia un lago cercano, se encuentran varios pequeños edificios independientes que conforman el museo en sí mismo.
Por un lado tenemos una especie de casas cueva construidas con turba, madera y piedras y cubiertas con hierba y musgo, al más puro estilo islandés. Dentro de ellas se conservan enseres y útiles de labranza, muebles y ropa campesina. Lo que pretende es dar a conocer las durísimas condiciones de vida de los granjeros de la época en el norte de Islandia.
Por otra tenemos dos casas del más cercano siglo XIX que albergan una oficina de turismo y un salón de té de ambiente rural, pero con un toque de elegancia, y un modesto museo de costumbres en su planta alta al que se puede acceder sin consumir obligatoriamente en la pastelería.
Un buen momento para conocer un poco más a fondo el carácter y la historia más reciente del campo islandés.