Vamos a descubrir este maravilloso país tan europeo pero tan nórdico, tan americano, tan..Es una mezcla difícil de entender pero que le da esa patina que la hace diferente no sólo al resto de países nórdicos sino al resto de europeos y occidentales.
Tras varios años de vanos intentos por acercarnos a la isla, el pasado 2014 lo enfocamos directamente como objetivo primordial. Fuimos en agosto, por aquello del frío, aunque la verdad, la temperatura nunca subió de los 15º...
Así que contratamos avión, coche y hoteles y emprendimos el viaje.
Llegamos de noche a la isla, aunque el cielo se mantenía en un duermevela, con esa luz en la que no distingues un hilo blanco de uno negro. Cansados del avión, llegamos a nuestro primer hotel, el Foss Hotel Lind.
Convenientemente situado casi en el centro de la capital islandesa, el Lind es el candidato perfecto para convertirse en el centro de operaciones cuando viajemos a Reykjavík. En nuestro caso, fue la primera toma de contacto con los alojamientos del país nórdico, y tengo que reconocer que fue un poco chocante.
Por un lado tiene todo lo que un establecimiento puede desear en cuanto a cercanía a calles comerciales, como la famosa y siempre animada Laugavegur, un vecindario que pone a nuestra disposición numerosos restaurantes, cafés, galerías de arte y museos y por supuesto su casi inmediata localización a apenas tres calles de la Hallgrímskirkja, la modernisima y espectacular iglesia que es visible desde cualquier punto de la ciudad.
Por otro lado, la ultra sencillez de las habitaciones, pequeñas y demasiado funcionales, choca en un principio, aunque luego caes en la cuenta de que no necesitas mucho más que el equipamiento que nos ofrecen. Otro tema es la ducha, sobre todo si es la primera que tomas en Islandia. Nada más abrir el agua, un olor a huevos podridos inunda la pequeña habitación, y rápidamente piensas que eres un viajero afortunado por poderte duchar bajo un chorro de agua que sale directamente del suelo volcánico a una temperatura constante de 29º. Por supuesto que al volver a España vas a echar de menos ese olorcillo a azufre que se impregna en la piel durante todo el viaje...
Cada habitación tiene un nombre, y el nuestro no podía ser más islandés, Jökull, que significa glaciar.
El desayuno no está nada mal, muy al contrario, ofrece bastante variedad entre la que se incluye la fruta ( a precios prohibitivos en la isla), bollería dulce y salada, embutido islandés, zumos, varios tipos de yogur y leche ( espectacular en un país donde no proliferan mucho las vacas, al contrario de los caballos y ovejas), huevos, tostadas con riquísimas confituras, mantequillas y mermeladas, y la posibilidad de hacernos nuestros propios goffres.
El edificio ha sido recién reformado e incluye un elegante restaurante y bar al que suelen acudir los habitantes de las calles cercanas al hotel. Cuesta un poco aparcar, pero tras un par de vueltas, podemos dejar nuestro coche perfectamente estacionado si tenemos en cuenta las infinitas zonas azules.
Una puntuación 10/10 se lleva el estupendo equipo de recepción, amable, cordial y siempre dispuesto a ayudar sobre todo a la hora de recomendarnos bares ( a los que son muy aficionados) y restaurantes.
Sin duda es una muy buena opción de la cadena Fosshotels en la capital islandesa.
Descansados y con el estómago bien lleno, emprendimos la vuela a la isla.
La península escondida
No hay nada mejor en Islandia, como en esos países en los que perderse del mapa y seguir una carretera sin rumbo es todo un descubrimiento, que encontrar pequeños rincones tan diferentes y con tanta historia como Borgarnes.
Basta tomar una desviación, fuera de ruta y de planes, para llegar a un lugar apartado, donde parece que sólo tú y tu acompañante son las únicas personas que lo han pisado y admirado en mucho tiempo.
No es mucho más que un grupito de casas, con apenas dos calles y un poco de asfalto que irremediablemente nos conduce al final de la vía.
Allí, cerca de una explanada desde donde disfrutar y fotografiar el maravilloso fiordo de Borgar, encontramos un misterioso montón de piedras, rodeado de oxidadas cadenas que le dan un aire brutalmente vikingo. Es el túmulo de Egill Skallagrimsson, el famoso gran poeta de Islandia del siglo X.
Avaricioso y asesino desde su infancia, pero también amante de los suyos y capaz de los sentimientos más nobles, poeta ya desde los tres años, aguerrido luchador y explorador de Inglaterra y gran parte de las costas escandinavas, descansa junto a su padre (supuestamente) bajo este gran montículo pétreo que recuerda a uno de los más valientes pero al mismo tiempo sensibles hijos de la "Tierra de Hielo".
Snorri Sturluson dio forma a la historia de su vida tomando retazos de pequeños relatos y unificándolos en lo que hoy se conoce como la Saga de Egil, que viene a ser como nuestro Quijote, en el que igual que en el libro del ilustre manchego, se mezcla la fantasía con la realidad en una deliciosa historia que merece la pena leer.
El paisaje es embrujador, pero la historia no le va a la zaga.
Axlar el asesino
Vamos en nuestro coche en dirección a los fiordos del oeste, siguiendo con los ojos la línea de la carretera que discurre cerca de la costa, que trepa montañas y desciende a los valles hasta casi llegar al mar.
De repente, tras una curva a parece un paisaje espectacular, modelado por los volcanes y el mar, donde sólo el hombre se ha atrevido a desenrollar una cinta de asfalto para ir aún más lejos, para rodear la isla.
Paramos a un lado de la calzada al ver un mirador que parece llamarnos; hay algo misterioso en todo este paisaje, agreste y duro, pero cubierto de suave hierba verde. Tiene carácter, está curtido por el tiempo y por los vientos, disfrutamos de lo que nos regala la naturaleza... De repente salta a nuestro recuerdo una figura, un nombre.. Si, fue aquí donde sucedió todo.
A nuestros pies se encuentra Öxl, la granja donde tuvieron lugar los horribles crímenes del primer asesino en serie de Islandia. Buscamos el libro de narraciones históricas islandesas y nos metemos de lleno en la terrible matanza.
Al parecer Axlar Björn, un humilde campesino que vivía en su granja allá por el siglo XVI, daba cobijo y alimento a todos los viajeros que pasaban por su granja de camino a las poblaciones del norte.
Muchos, después de descansar y comer podían seguir su ruta, pero 18 de ellos (que se sepa) fueron asesinados con un hacha y despojados de todas sus pertenencias por el siniestro Axlar.
Nadie hubiera sospechado de él, y los crímenes hubieran continuado, si dos mujeres no hubieran conseguido escapar y denunciarlo a las autoridades. Los cuerpos de 9 personas se encontraron enterrados en la granja y en un pozo cercano a las colinas donde nos hallábamos.
La sentencia fue firme y lógica. Vida por vidas. El asesino fue condenado a muerte y todas sus propiedades reducidas a cenizas.
No hay más que dejar que nuestra mirada vague por estos desolados parajes para sumirnos rápidamente en la historia de Axlar... Quizá su granja fue el primer Bed & Breakfast con derecho a asesinato de la historia..
La puerta a otro mundo
Dejando atrás la desoladora campiña de Öxl, hogar de Axlar el asesino, continuamos por la misma carretera para acercarnos a los fiordos del oeste.
En mitad del camino, debemos parar en seco. Varios coches se desvían delante de nosotros y suben hacia la montaña, siguiendo un irregular camino de grava. los seguimos hasta que se detienen y lo mismo hacemos nosotros. Al mirar al frente descubrimos lo que los ha traído hasta aquí y que ahora también nos hipnotiza a nosotros.
Cortado a tajo en la montaña, como si un hacha gigantesca hubiera hendido la impresionante ladera, se encuentra el cañón de Raudfeldar.
Subimos con la vista puesta en la herida de la montaña mientras recordábamos su leyenda. Hogar de elfos, trolls y gigantes, lugar de extrañas desapariciones y de desconcertantes apariciones, llegó a la historia de la mano de la Saga de Bardar, un gigante descendiente de trolls y humanos, cuyo hijo decidió que era el mejor lugar para abandonar este mundo. Y no le faltaba razón.
Situado en el lado oriental de la montaña conocida como Botnsfjall, esta enorme grieta natural no parece accesible desde la carretera. Sin embargo, el arroyo que surge desde su corazón ha ido abriendo la grieta hasta el punto de que según nos acercamos a ella vemos que lo que era una simple fisura a lo lejos se ha convertido en una boca a la montaña por la que pueden pasar perfectamente varias personas al mismo tiempo...Si no tienen miedo a pasar sobre resbaladizas rocas y caer a las heladas aguas del arroyo.
La quebrada se extiende dentro de la fisura hasta que prácticamente se mete en el alma de la montaña y es entonces cuando miramos a lo alto y vemos una gran pared cubierta de humedad y musgo de un brillante color verde. Impresiona la majestuosidad del corte de la montaña sobre nosotros.
No hace falta mucha imaginación para meternos de lleno en este decorado natural que sólo suele verse en las películas de fantasía.
A mi me pareció ver un gnomo al fondo de la grieta. Aunque quizá haya sido fruto de mi imaginación...
Piedra, arena y plumas en Hellnar
El poderoso mar, y mucho más aquí en el norte de nuestro planeta azul, siempre ha gustado de moldear la costa durante milenios para deshacer lo que los volcanes tardaron muy poco en hacer. Antiguos ríos de lava cubiertos hoy de perenne musgo descienden hacia el océano, recorriendo las montañas y adentrándose en las frías aguas.
Bardur, el gigante de la leyenda, mitad trol y mitad hombre, eligió este lugar, sobre la bahía rocosa para fundar su hogar. Hoy es una minúscula aldea de pescadores con un atractivo que va un poco más allá de su paisaje de vastas llanuras y mar infinito.
Si dejamos el coche y andamos un poco, llegaremos a una pequeña bahía donde escucharemos una algarabía sin tono ni concierto. Bajemos a la playa y acerquémonos un poco al acantilado desde donde provienen los gritos.
Es la cueva de Badstofa, donde anidan miles de aves marinas que llenan el aire con su vuelo despreocupado y sus chillidos territoriales. Es verano, y la familia ha crecido de repente. Multitud de hembras anidan en los pequeños nichos de la pared rocosa, sintiéndose protegidas del voraz humano por un gran estanque que forma el mar que entra en la gran cuenca volcánica.
Se dice que éste es el Bardarlaug, el estanque de baño de Bardar y que por la acción de la energía de los volcanes el agua llegaba a hervir, lo que para el gigante era todo un placer.
Leyendas aparte, vale la pena acercarse hasta aquí para deleitarnos con un documental sobre aves, pero esta vez vivido en primera persona, sin estar sentados cómodamente en casa. Un espectáculo que nos brinda la naturaleza islandesa casi exclusivamente para nosotros.
Vigilando el horizonte
Bardur o Bardar, como ya hemos nombrado en otros rincones, era hijo de un padre mezcla de trol y de gigante y de una humana que se enamoró perdidamente de él.
Bardar fue y es el corazón y el alma de una de las sagas más populares de Islandia, que un poco resumida, cuenta su nacimiento, vida y paso a la eternidad, su emigración a Islandia en la orilla sur de Snæfellsnes, la construcción de su granja, Laugarbrekka, y sobre todo los episodios más cruentos de su vida, como el momento en que uno de sus sobrinos empuja a su prima al mar sobre un iceberg. Bardar se enfada y lo tira por un barranco y a su hermano lo despeña por un acantilado.
El padre de los chicos y Bardar, que eran hermanos luchan entre sí, y finalmente, sin querer dañar a nadie más, Bardar regaló sus tierras y desapareció en el glaciar, convirtiéndose en su "espíritu guardián".
Hoy sigue montando guardia, transformado ya en piedra por su sangre de trol, mientras siguen pasando los siglos pero su leyenda continúa viva.
Y tanto, que a todos nos sonará el último susto que nos dio un volcán islandés en 2014. ¿Recuerdan el nombre? Bardarbunga, la colina de Bardar....
"Aquí comienza el viaje al centro de la Tierra, que se encuentra a 6.371 kilómetros de profundidad", reza un gran cartel que llama nuestra atención al pasar por delante de una pequeña llanura al salir de Arnarstapi.
Bajamos del coche y nos acercamos a este lugar que para los vernólogos es de absoluto culto.
No es nada espectacular, más bien un sitio al que parece que no han sacado todo el partido que podrían. Más gente atrae el pequeño bar-restaurante que se encuentra a su lado que este lugar tan misteriosamente enigmático.
Y es que fue aquí donde Julio Verne situó la entrada al núcleo de nuestro planeta en una de sus novelas más famosas según los islandeses, ya que si no recuerdo mal, en la novela la entrada está en la cima del volcán Snaefells. En el suelo hay una pequeña cavidad, por donde se supone que el profesor alemán Otto Lidenbrock y sus sobrino Axel descendieron hasta encontrar un lago cubierto por una bóveda que albergaba seres antediluvianos y una flora rara y un tanto salvaje.
No tan bien conservado ni observado como se debería, la grieta pasa casi desapercibida, y nos llama más la atención el poste señalizador de distancias que marca los kilómetros desde este punto hasta varias de las ciudades más importantes del mundo.
Sea o no cierta la localización, y dado el hecho de que la mayoría de los visitantes no va a estar subiendo a la cima del volcán para comprobar si la verdadera grieta está o no allí arriba, bien podrían sacar más partido de esta atracción turística, al menos para poder decir, " Yo estuve en la entrada al centro de la Tierra".