Los primeros edificios de Bergen fueron construidos en este rincón de lo que hoy es quizá la ciudad más hermosa de Noruega. Arrasada por muchos incendios y especialmente el de 1702 que la redujo a cenizas, debido a que sus construcciones eran levantadas e madera, la han convertido, junto con Alesund en las dos "ave fénix" de las ciudades noruegas. Como siempre, acompañados de la guía de Lonely Planet https://www.lonelyplanet.es y a la amabilisima oficina de turismo de Noruega https://www.visitnorway.es y Bergen empezamos a recorrer la fabulosa ciudad.
Afortunadamente, los planos de las casas se conservaban a buen recaudo en el Ayuntamiento, así que la reconstrucción se realizó respetando el modelo de las edificaciones originales, con lo que se consiguió que el aspecto que tiene Bryggen hoy día sea una copia fiel del que mostraba en el siglo XII.
Por eso, el conjunto de estas casas han pasado a formar parte del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco y también por su arquitectura única y diferente.
Basta un paseo por los estrechos callejones y por las tortuosas y oscuras galerías para transportarnos al pasado, a la penumbra de la historia, desde la Edad Media hasta nuestros días. Vestigios de un antiguo barrio de la ciudad portuaria que fue uno de los más conocidos del medievo en Noruega debido a que en él habitaban los comerciantes dela Liga Hanseática, aquella poderosa federación de comerciantes alemanes que se establecieron en 1360 y que durante 400 años dominaron el barrio.
La zona es conocida por sus habitantes simplemente como " El Muelle", y ya desde lejos llama la atención por sus 58 edificios inclinados, viejunos, con cimientos de piedra o madera que abarcan más de 13.000m² y que eran compartidos por varias stuer o compañías mercantiles. Todos tienen dos o tres plantas y combinan espacios comerciales con lo que fueron viviendas y almacenes. No faltaban las grúas para la carga y descarga de mercancías y un schtstue, un salón comunal donde los empleados se reunían y comían.
Hoy en día, desaparecida la antigua función de almacenamiento y comercio, las callejas de madera de Bryggen son un refugio para artistas y artesanos, llenas de tiendas de bisutería y boutiques. Perderse aquí es uno de los placeres de Bergen ya que el tiempo parece atraparnos según cruzamos las sombrías entradas de los callejones del antiguo barrio de Bryggen.
Monte FLyen, el espectáculo desde la cima.
Es increíble la cantidad de visitantes que desean tener ante sus ojos la increíble vista que regala la cima del monte Flyen, horas de cola le esperan a aquel viajero que no sea avezado y decida posponer la visita más tarde de las 10 de la mañana.Antes de esa hora la afluencia de visitantes es más que soportable, pero a partir de ese fatídico momento, las hordas de turistas y cruceristas hacen que subir en el Flibannen (funicular) sea una empresa casi imposible, y que nos restará tiempo para conocer el resto de las maravillas que nos ofrece la espectacular ciudad de Bergen.
Quien como nosotros sea avispado, correrá, literalmente, para que su primera visita sea la del monte Flyen y subiendo en el funicular que en poco menos de 5 minutos nos pondrá en la cima de la montaña podrá disfrutar de una vista insuperable de la ciudad en 180º.
Aparte de poder observar la estructura de la ciudad vieja y nueva, el lugar tiene numerosas sendas para excursionistas que aparecen perfectamente preparadas y señaladas, que parten desde la cima y llevan al bosque que rodea la montaña.
Decidimos tomar uno de ellos, cortito, que nos llevó al lago Skomakerdiket para luego bajar a la ciudad en el mismo funicular, por aquello de aprovechar bien el tiempo en la ciudad.
Los que quedaron arriba quizá disfrutaron de las tirolinas que se encuentran en un lado de la cima, de un paseo en bicicleta, del restaurante Sky de cocina local y tradicional o incluso conocer los encantadores interiores del restaurante Flien que lleva trepado a la cima desde 1925.
Desde luego que es toda una experiencia subir hasta lo alto de la montaña, pero recuerden que debe ser su primera visita en Bergen.
Centinela de Bergen
Un poco alejada del centro de la ciudad, pero a dos pasos de la colorida e histórica Bryggen, surge ante nosotros una torre fortaleza con aires más europeos que escandinavos.
Por un momento podríamos pensar que estamos en las tierras altas de Escocia, pues de ahí vinieron los albañiles y canteros que acudieron a la llamada del señor feudal Erik Rosenkrantz para levantar una pequeña fortaleza que incluía esta torre-residencia que desde lejos llama nuestra atención.
No lo pensamos dos veces y decidimos entrar a la torre para conocer su historia y disfrutar de las vistas que nos ofrecía desde su cima.
La entrada lleva a una antesala donde aún se ven los agujeros de las cadenas que movían el puente levadizo que permitía el acceso a la torre.
El sótano fue probablemente usado como almacén de mercancías, y con toda seguridad, en algún momento como calabozo, donde eran recluidos los enemigos más peligrosos de la ciudad.
Seguimos subiendo por la escalera de caracol que nos lleva a una sala de la guardia, una capilla, varias alcobas, la llamada Sala de los Señores e incluso un "ático" para cañones desde el que disparar en todas las direcciones.
Una vez llegados arriba disfrutamos bajo la vigilancia de una pequeña torre con una cúpula en forma de bulbo, de una espectacular vista sobre la ciudad, el puerto y el resto de las fortificaciones que conforman el bastión de Bergen.
Toda la estructura fue completamente restaurada tras la Segunda Guerra Mundial, ya que la torre fue depósito de pólvora durante la contienda, y el destino quiso que en 1944 un barco de municiones alemán estallara en el puerto frente a la torre, dejándola prácticamente destruida.
Salimos de la torre satisfechos de conocer un poco más sobre la rica herencia patrimonial de la espectacular Bergen.
Miles de turistas llegan a Bergen y se limitan a conocer lo que las guías de viaje recomiendan con el famoso "No hay que perderse". Y ese es un error tan común como imperdonable.
Y es que lo que hay que hacer es todo lo contrario, es obligatorio perderse.
Merece la pena pasear sin rumbo por Bergen, caminar sus callejuelas y viejas calles e imaginar donde ha vivido y trabajado la gente durante siglos, ver como un camino de adoquines se transforma en empinadas escaleras que nos llevan a rincones encantadores, con casas pintadas de vivos colores y alegres arreglos florales.
La que fue hasta 1830 verdadera capital del reino, ciudad más grande del país e incluso de Escandinavia, era cabeza de un emporio comercial y portuario de vital importancia para Europa y por supuesto para los comerciantes hanseáticos.
Hoy en día los beneficios de la industria, la artesanía, la pesca y por supuesto el turismo, superan los generados por el comercio y la navegación, pero de ninguna manera los habitantes de la ciudad piensas olvidar por ello su brillante pasado.
Fruto de ese comercio y las ganancias que generó, son los espectaculares edificios que salen a nuestro paso según recorremos la ciudad, mezclados con las casas de madera que durante siglos han cobijado a familias más humildes que también contribuyeron al engrandecimiento de Bergen.
Museos, parques, bares y restaurantes, teatros y salas de exposición ponen el broche de oro para aquellos que buscan algo más que conocer el barrio antiguo de Bryggen o el famoso mercado de pescado que permite una experiencia gastronómica a pie de calle muy difícil de evitar.