Elogio del Politeísmo (Alianza Editorial, 2016) está estructurada en tres apartados principales, en primer lugar, una introducción, en segundo lugar, el desarrollo del libro en quince capítulos y finalmente los apéndices con dos apartados. Antes de comenzar el análisis y la crítica de las ideas y conceptos que aporta la obra, veo necesario hacer una breve introducción sobre lo que vamos a exponer. Una primera premisa es advertir que este libro requiere de una mente abierta para ser entendido, esencialmente no es una crítica a los monoteísmos o una alabanza a los politeísmos sino un análisis de los marcos mentales que configuran ambos sistemas de pensamiento, presentar sus diferencias y como se ha evolucionado de uno a otro. Es un libro para reflexionar sobre el mundo que nos rodea e intentar romper esquemas mentales que damos por validos sin reflexionar sobre ellos.
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El primer concepto que vamos a desarrollar es el de “marcos mentales”, cuando Bettini remite a esta idea se refiere a una estructura de pensamiento de una cultura determinada, que de alguna forma configura una manera de organizarse y actuar, y que a su vez excluye ciertos comportamientos. Es por ello por lo que tanto el politeísmo como el monoteísmo tienen sus propios marcos mentales, de ahí surgen las divergencias que desarrollaremos a continuación.
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Para estudiar los conceptos de politeísmo y monoteísmo primero es necesario arrojar luz sobre su significado. Ateniéndonos a la definición del diccionario, politeísmo se compone de dos palabras griegas, por un lado –polys, “mucho”, y –theós, “dios”, se define como una religión caracterizada por la adoración y creencia en varios dioses. Nos equivocaríamos al pensar que los griegos o los romanos utilizaban este concepto para calificar sus religiones, o incluso que utilizaran los términos paganismo o idolatría. Estas tres palabras han sido calificativos que se les han adjudicado de manera externa y no interna. Fue ya en la modernidad, hacia el 1580, cuando Jean Bodin, autor de Los Seis Libros de la República, pusiera en circulación dicho término. El concepto de politeísmo irá mutando su significado y pasará a definir, además de las religiones de los antiguos, algunas herejías cristianas o el culto del conjunto de los santos católicos.
En contraposición tenemos el término monoteísmo, igualmente es una palabra griega pero compuesta por los términos –mónos, “uno solo”, y -theós, “dios”, por lo que designa la religión que únicamente adora a un solo dios. Quien acuñó dicho término fue el teólogo inglés del siglo XVII, Henry More. Los “primitivos” judíos y cristianos defenderán su fe en términos de “monarquía” y posteriormente de “teísmo”, sin utilizar el término de monoteísmo.
Para continuar con esta breve introducción de términos, veo necesario definir otros dos conceptos que hemos nombrado anteriormente, y son paganismo e idolatría. En el latín clásico el término paganus significa simplemente una persona que habita en un pagus (aldea). Por lo tanto, designa a las personas que siguen los cultos tradicionales, de ello se derivan tres explicaciones para comprender cómo se ha pasado del término aldeano a pagano.
La primera de las explicaciones viene derivada del jurista Andrea Alciato, defiende que paganus se contrapone a militaris, por ello los paganos se contraponen a la idea de miles Christi, “soldado de Cristo”. La segunda de las explicaciones viene por parte de Cesare Baronio, su hipótesis es que los nuevos cristianos comenzaron a denominar paganos a todas las personas que vivían en el medio rural en aldeas y que no entendían la nueva religión. La última de las interpretaciones es propuesta por Christine Mohrmann, su idea es sencilla, viene a explicar que el término paganus es excluyente, define a las personas que no forman parte de “los nuestros”.
El último término del que vamos a hablar es el de idolatría, nuevamente se trata de otra palabra compuesta por dos términos griegos, –éidolon, “imagen”, y -latréuo, “adoro, venero”, ergo eidolatría significa “culto a las imágenes”. Es un término que proviene de la Biblia de los Setenta del siglo III a.C. Se designaba con la palabra éidolon a las personas que no creían en un dios único y veneraban las imágenes de otros dioses. Es preciso acotar el significado de “imagen” en esta definición, no se refiere a estatuas de culto, sino que designa algo más abstracto como un sueño o la sombra de un difunto.
Pero ¿Qué relación tienen todos estos conceptos entre sí?, como hemos visto todos provienen de un contexto monoteísta, por lo tanto, ajenos a los movimientos politeístas, de alguna manera, los monoteísmos, intentan con ello representar una imagen degradante con estos términos, es decir todos tienen un carácter peyorativo.
Hemos repasado los conceptos básicos para entender el desarrollo de la obra, es evidente la diferencia entre el politeísmo y el monoteísmo, aunque en el libro se dan algunos ejemplos de cómo las religiones antiguas han influido en las actuales, en concreto se centra en el cristianismo. Poniendo el ejemplo del Belén con el que adornamos nuestros hogares en periodo navideño, recalca que la presencia de los animales junto a Jesús no es algo exclusivo del cristianismo, Ciro el Grande estuvo protegido por una perra, Rómulo y Remo por una loba o Zeus por una cabra, entre otros muchos héroes míticos de la Antigüedad y la Edad Media. Continuando con la Navidad que celebramos a finales del mes de diciembre, es bien conocido como en Roma, a finales de ese mismo mes existía la festividad de Saturnalia en honor al dios Saturno, a su vez estaba la fiesta de Sigillaria en la que se celebraba un mercado para vender y regalar objetos, como pequeñas figuras, libros o bandejas, algo parecido a los regalos navideños que nos solemos hacer hoy día.
Otra de las diferencias que podemos apreciar entre el monoteísmo y el politeísmo es la violencia que se desarrolla alrededor, con la introducción del monoteísmo nace una hostilidad frente aquellos que nieguen venerar al único dios. Esta es una idea que ya desarrolló Freud en su obra Moisés y la religión monoteísta. Las guerras de religión comienzan a surgir con las religiones monoteístas debido al carácter de “unicidad” excluyente de su “único” dios. En cambio, como defendía David Hume en Historia de la religión, la pluralidad de divinidades hace que sea más fácil asimilar distintas culturas, ceremonias, tradiciones o ritos. Los dioses ajenos en el politeísmo se veían como un recurso o posibilidad mientras que en el monoteísmo se ve como una amenaza, de ahí que desencadene una actitud beligerante.
Ligado a esto último haremos referencia, a mi juicio, a uno de los conceptos más importantes de la obra, es el término de interpretatio. En sentido literal la interpretatio sería la tendencia a equiparar divinidades extranjeras entre las civilizaciones antiguas. La clave para entender esto es, que tenemos que saber que en el politeísmo no solo se piensa que existan multitud de divinidades, sino que pueden ser intercambiables, prestables, e interpretables de una manera flexible. El ejemplo que se nos puede venir a la cabeza es el del panteón griego y romano, pero la interpretatio va más allá, puede ocurrir como en el caso de Serapis cuyas características derivan de otras divinidades como Esculapio, Osiris o Júpiter. Esta interpretatio no se puede dar en una religión monoteísta ya que si asumimos que nuestro dios es único y verdadero no podemos aceptar que se “interprete” con otra divinidad puesto que estaríamos derrumbando los propios cimientos del marco mental monoteísta.
Si el politeísmo establece el concepto de interpretatio el monoteísmo establece el de tolerantia. Etimológicamente proviene del verbo latino tolero, “soportar”. Cuando el marco mental de tu sistema religioso no te permite asimilar o interpretar una divinidad ajena, únicamente nos queda la posibilidad de soportar con resignación y estoicismo el culto de otra persona a una divinidad ajena. Ello no quiere decir que se piense que su culto es correcto o “verdadero”, simplemente se intenta convivir con su “opinión errónea”. En contraposición, el politeísmo no tiene la necesidad de “tolerar” otra divinidad diferente ya que tiene la capacidad de asimilarla en su marco mental.
Volviendo de nuevo a la “interpretación” de los dioses ajenos, en la Antigüedad había diferentes maneras de realizar el proceso, una de las formas más comunes era la traducción de las divinidades, esta interpretatio intralingüística sería una asimilación de los dioses extranjeros a partir del propio léxico. En Roma, en cambio, se utilizaba el concepto de ciudadanía, la divinidad tenía que superar un proceso de aceptación en el Senado. El verbo latino que se utilizaba era el de adscisco que de manera literal significa “reconozco”, con este término podemos hacer referencia al acto mediante el cual una persona adquiere el derecho de ciudadanía, con las divinidades ocurría lo mismo, se integraba como elemento de culto de la civitas.
En el último capítulo establece cuales son las incompatibilidades estructurales de ambos marcos mentales, por un lado, como hemos indicado anteriormente la idea de la exclusividad de un dios no permite realizar una apertura hacia la “interpretación” de nuevas divinidades, estableciendo un sistema rígido y cerrado. El segundo aspecto, donde nos vamos a detener más, es el de la escritura. En el marco politeísta tenemos los textos sagrados, libros que han sido inspirados y escritos por Dios. Por lo tanto, esta literatura se constituye como doctrina y verdad revelada, estableciendo la unicidad y autenticidad del dios, la literatura por lo tanto recurre directamente a Dios que es el propio autor del libro. Al contrario, en civilizaciones como en Grecia y Roma es el propio autor el que desarrolla el discurso sobre los dioses, no solo los escritores, sino que los escultores y pintores disponían de la libertad para “moldear” e interpretar los dioses a su antojo.
De todo esto se deriva que la causa principal de que los marcos mentales politeístas y monoteístas sean incompatibles es el hecho de que en el monoteísmo la religión ha sido escrita por el propio dios, mientras que en el politeísmo son los propios autores los que dan forma a las divinidades, esta es la causa fundamental por la cual se pueden explicar todas las diferencias de las que hemos hablado anteriormente y dan al politeísmo esa flexibilidad, ya que la modificación de las obras por parte de los autores supone también un cambio en el marco mental religioso.
Una idea fundamental que Bettini mencionó en una entrevista realizada por Mario Agudo Villanueva y que creo que es necesario abordar, es la idea de Verdad absoluta, en el monoteísmo existe una única verdad indiscutible que además ha sido revelada por Dios, en cambio en el politeísmo quien construye la “verdad” son las propias personas a través de sus interpretaciones religiosas. Esto conlleva que el marco mental monoteísta sea inflexible y no esté abierto a posibles interpretaciones, al contrario que el politeísmo que es un marco mucho más rico en matices y productividad. Si bien estoy de acuerdo con el autor en esta interpretación, creo que se puede malinterpretar sus palabras y hacernos pensar que, bajo las religiones monoteístas como el cristianismo, el islam o el judaísmo el desarrollo de debates, ideas o conocimiento se puede limitar por el mero hecho de venerar a un único dios. Esa idea, a mi juicio, no puede ser aceptada, porque a lo largo de la Historia la cantidad de brillantez, genialidad y conocimiento que han aportado autores de estas religiones ha sido prácticamente infinito, al igual, insisto, que el de los autores de la Antigüedad.
Como conclusión al trabajo podríamos decir que esta obra no es una denostación de las religiones monoteístas ni una apología al politeísmo, creo que el título lo ilustra perfectamente, es precisamente un elogio del politeísmo. Un marco mental que tenemos completamente olvidado y que incluso el término tiene cierto carácter peyorativo, pero que adaptado a la sociedad actual puede darnos unas herramientas y una apertura mental para relacionarnos entre nosotros. Y precisamente en la apertura mental está el quid de la cuestión, no se puede enfrentar uno a este libro, sobre todo si profesa una religión monoteísta como es mi caso, sin tener la mente abierta, dispuesto a romper esquemas prestablecidos.
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Incluso una persona monoteísta puede plantearse preguntas con esta obra, no es un libro que le vaya a cambiar su estructura mental, o quizás sí, pero con todo es una lectura muy recomendable para mentes despiertas y maduras. Las religiones en última instancia son concepciones culturales que se han ido desarrollando a lo largo de la Historia, aunque en ocasiones se han extirpado y se han impuesto en la sociedad, en la mayoría de las ocasiones es la propia colectividad la que las acoge, si eso es así, quien sabe si un día gracias a libros como este, podamos cambiar nuestros marcos mentales.
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Juan Navarrete Callejero
Nacido en Zaragoza. Actualmente está cursando el Grado en Historia en la Facultad de Filosofía y Letras en la Universidad de Zaragoza. Escribe artículos sobre Historia en el periódico digital El Liberal y forma parte de la Junta Directiva de la Asociación Liberal de Estudiantes de la Universidad de Zaragoza.