El neoyorkino Eleven Madinson Park se alza con el codiciado primer puesto.
El mejor restaurante del mundo es Eleven Madison Park, de Nueva York (Estados Unidos), según la lista de The Worlds 50 Best Restaurants de 2017, los llamados premios Oscar de la gastronomía, que se han dado a conocer este miércoles en el Royal Exhibition Building de Melbourne (Australia). El Celler de Can Roca ha alcanzado el tercer puesto, lo que supone que el restaurante de Girona desciende una posición, superado de nuevo por elbulliniano Massimo Bottura (Osteria Francescana, en Módena), el número 1 hasta hoy mismo. No obstante, en el top ten se ha vuelto a colocar Mugaritz, con Andoni Luis Aduriz al frente, que, aunque se mantiene en la élite de las élites, pierde el puesto numero siete que alcanzó el año pasado.
Pero esta vez, además, ha sido superado por el mago del fuego Bittor Arginzoniz con su Etxebarri: es ahora el sexto mejor restaurante del mundo, tras escalar cuatro posiciones con respecto a la lista del año 2016.
El Azurmendi de Eneko Atxa ha descendido en esta edición al puesto 38, desde el 16 que ocupó en la clasificación del año pasado. El donostiarra Arzak, por su lado, ha pasado del puesto 21 de 2016, al 30 en la lista de este año. Por su lado, Tickets, de Albert Adrià, ha ascendido del 29 al 25.
La clasificación de los mejores restaurantes de los puestos del 51 al 100 para 2017 ya se dieron a conocer hace unos días. Y entre ellos también hay españoles. El restaurante barcelonés Disfrutar está en el número 55; pero al espacio de los ex-jefes de cocina de elBulli Eduard Xatruch, Oriol Castro y Mateu Casañas se le ha reconocido, además, como "el restaurante con mayor potencial". Disfrutar recibió el primer premio que se concedió durante la gala, que fue amenizada y conducida por el presentador de televisión londinense Marck Burden-Smith.
Más establecimientos españoles están en la lista: en el 56, Nerua; en el 77, Martín Berasategui. Sorprendentemente, el exquisito restaurante de Quique Dacosta ha bajado del puesto 49 al 62.
Fuente: El País