Hórreos, bosques y un desfiladero de vértigo
© Texto y fotografías: JAVIER PRIETO GALLEGO
En la antesala de las elevaciones más representativas y espectaculares de la vertiente meridional de los Picos de Europa, marcando la divisoria que deja a un lado su Macizo Central y al otro el Occidental, se abre el valle de Valdeón, un cuenco natural repleto de pueblos con carácter y frondosos bosques por cuyo fondo discurren las aguas del río Cares, famoso por haber abierto una de las gargantas naturales más espectaculares de toda Europa.
Una mujer trabaja en la recogida de hojas de tilo en Caín. Picos de Europa. León. Castilla y León. España, 1997 © Javier Prieto Gallego
Para tener una idea bastante gráfica de cómo es el valle de Valdeón bastaría colocar las manos juntas con las palmas hacia arriba formando un gran cuenco algo inclinado hacia adelante. La punta de los dedos será entonces el extremo de este largo valle, extendiéndose 15 kilómetros en línea recta. Por el fondo de ese cuenco discurre el río Cares atravesando los pueblos de Posada y de Caín, situado en el confluir más hondo de las dos manos, mientras que los dedos pulgares serán los dos macizos montañosos que se asoman a uno y otro lado desde lo más alto.
Santa Marina de Valdeón y Macizo Occidental del Parque Regional de Picos de Europa. León. Castilla y León. España. © Javier Prieto Gallego
Hay dos formas naturales de acceder hasta el valle de Valdeón. Una, a través del complicado puerto de Pandetrave, asoma directamente sobre Santa Marina de Valdeón, en el paso más antiguo y hermoso de entrada al valle. Este paso ofrece una inolvidable panorámica del siempre impresionante macizo Occidental, presidido en lo más alto por la siluetas calizas de la Torre Bermeja y Peña Santa de Castilla.
Por el viejo camino
La otra, más cómoda y habitual, es hacerlo por el puerto de Panderruedas. Una vez coronado, y si las inclemencias meteorológicas no lo impiden, hay dos cosas que hacer aquí: una es acercarse hasta el mirador de Piedrashitas, unos pocos metros más arriba del aparcamiento, con espectaculares vistas sobre el valle y los Picos de Europa. La segunda cosa que se puede hacer, si se dispone de tiempo y ganas, es descender hasta Posada de Valdeón pero antes que en coche siguiendo a pie el viejo camino, anterior a la carretera actual, por otra parte mucho más reciente de lo que podría pensarse. Ese viejo camino, una pista forestal señalizada como PR-PNPE-II, se inicia en la orilla derecha de la carretera, todavía en lo alto del puerto. En un fácil, prolongado y continuo descenso de 13 km y unas cuatro horas de delicioso paseo entre frondosos bosques. Este finaliza en las puertas mismas de Posada de Valdeón, la capital del valle que agrupa al puñado de pueblecillos que, como migas de pan pegadas a un cuenco de leche vacío, pasan sus días a los pies de los gigantes, las abruptas montañas que les hacen sombra.
Una de estas localidades es Soto de Valdeón, también en el fondo del valle por el que corre, cada vez con más bríos, un río Cares que no ve la hora de enfrentarse a su destino: la poderosa garganta que tendrá que atravesar en su viaje hacia el mar. Pero eso será algo más adelante. Ahora su atención está en la fantástica colección de horreos tradicionales -hasta 17, algunos de ellos restaurados en los años 90 del pasado siglo-, que atesora esta localidad. Se caracterizan por sus tejados a dos aguas y sus tablas colocadas en sentido horizontal. Un kilómetro y medio más adelante el paseo alcanza Posada de Valdeón. Si no se ha previsto de otra forma, el regreso a por los coches hasta el puerto puede realizarse en taxi.
Aislado casi hasta las últimas décadas del siglo XX, Posada de Valdeón ha acabado convertido en un dinámico núcleo turístico que trata de aprovechar como puede la privilegiada situación que ocupa al pie mismo de las montañas. Como una de las vías de entrada al Parque Nacional de Picos de Europa por su vertiente leonesa dispone de una las Casas del Parque en las que recabar la información que se precise.
Quesos de Valdeón
Pero antes de proseguir viaje viaje hacia Caín hay, también, varias cosas que hacer aquí. Si se es aficionado a los buenos quesos seguro que apetece acercarse, en la misma plaza del pueblo, a probar alguno de que se hacen en el valle. Son fuertes pero resultan irresistibles para los amantes de los quesos con carácter: sabor fuerte, algo picante y una textura blanda, azulada, y repleto de pequeñas cavidades en las que prospera su característico moho. La otra recomendación es acercarse, si no se ha descendido hasta aquí por el puerto de Pandetrave, hasta Santa Marina de Valdeón, alargada aldea de montaña cuyos antecedentes históricos parecen estar en la fundación de un monasterio a cuyo abad, de nombre Pedro, el rey Alfonso VI concede privilegios en el año 1081. Por eso la localidad presume de ser el núcleo habitado más antiguo del valle. También, en su sencillez, uno de los más hermosos.
A partir de Posada la carretera se estrecha y se empina tanto que queda convertida en un largo tobogán, con desniveles de hasta el 20%, que finaliza en Caín.
Vista del monumento al rebeco en el mirador de El Tombo, con los Picos de Europa al fondo. Valle de Valdeón. León. Castilla y León. España.
Por el medio hay también un par de paradas. Una, en el mirador del Tombo, el monumento realizado por Coomonte en 1964, con un panel que permite llamar por su nombre a las montañas y canales que se abren en derredor. La siguiente parada es unos kilómetros más abajo, en el Chorco de los Lobos, al borde de la carretera y junto a una caseta de información. Este de Valdeón es uno de los pozos ?"chorco" en el habla montañés- para capturar lobos mejor conservados. Del otro lado de la carretera y el río se alza la ermita de Corona. Unos prados y varias invernales acotan el lugar en el que, según se cuenta, el visigodo don Pelayo fue proclamado rey. Subido a lo alto de un escudo portado por sus vasallos dio en estos prados los primeros gritos de una guerra que terminó por llamarse La Reconquista.
Chorco de los lobos, una trampa utilizada tradicionalmente para la captura de lobos. Se halla consturida en el Monte Corona, junto al desfiladero del Cares. Cerca de la localidad de Caín. Parque Nacional de los Picos de Europa. León. Castilla y León. España. © Javier Prieto Gallego
Y, tras un aperitivo de hoces y estrecheces, aparece Caín, el pueblo más septentrional de Castilla y León. Hay quien dice que al pueblo de Caín no lo plantaron, lo escondieron. Sólo así puede explicarse cómo pudo prosperar esta diminuta población en un lugar cerrado por todas partes menos por una: el cielo. Encajonado en una hoya natural minúscula y alucinante ocupa la última extensión plana que existe al norte de esta comunidad. De ahí hacia Asturias sólo media el reino de lo vertical. Y el tajo del Cares.
Desfiladero del Cares. Localidad de Caín. Parque Nacional de los Picos de Europa. León. Castilla y León. España. © Javier Prieto Gallego
La Garganta del Cares
Un tajo que era impracticable incluso para los mismos cainejos hasta que la Electra de Viesgo construyó una pequeña presa a las puertas del desfiladero y un increíble canal para llevar el agua hasta la hidroeléctrica de Puente Poncebos. Fue entre 1917 y 1924 y se necesitó horadar la roca en 71 ocasiones. Después, a mediados de los 40, Eugenio Guallart convirtió la arriesgada senda que acompañaba al canal en un camino de alturas, no apto para gente con vértigo, que en muchos puntos no llega a los dos metros de ancho y carece de barandillas. La hazaña fue que para seguir fielmente el discurrir del río hizo falta en varios puntos horadar de nuevo las paredes de caliza. En otros, tallar repisas artificiales y en muchos otros asentar el camino sobre muros de mampostería asomados directamente al precipicio. Por no hablar de los puentes necesarios para pasar de una orilla a la otra en lugares donde una piedra tarda hasta seis segundos en llegar al fondo.
El resultado es que aquel camino pensado para hacer más llevaderas las tareas de mantenimiento del canal se ha convertido en un sendero que bordea, además de precipicios, la masificación en momentos concretos del año. Y aunque muchos ni siquiera se detienen a leerlos, no están demás los consejos que advierten, al comienzo de la senda, sobre los serios peligros que entraña el recorrido. De hecho, esta senda de funambulistas que se transita sin red es uno de los puntos negros de los Picos de Europa, uno de los lugares que más accidentes registra, a menudo mortales, cada año. También, una de las grandes atracciones paisajísticas de los Picos de Europa y uno de los mayores espectáculos naturales de la península Ibérica. Discurre señalizada desde la localidad de Caín hasta Puente Poncebos. Quien no disponga de mucho tiempo debería, al menos, llegar hasta el puente de Bolín ?el segundo desde Caín- a unos 3 km del inicio.
INFORMACIÓN. Oficina administrativa y de información del Parque Nacional de Picos de Europa. Posada de Valdeón; tel. 987 74 05 49.
PRECAUCIÓN. Entre las advertencias que hacen las autoridades del Parque Nacional de Picos de Europa para quienes desean transitar la Ruta del Cares se encuentra la de estar atentos a los desprendimientos de rocas que puedan llegar desde arriba. La lluvia, el viento y el trasiego de animales son los factores que provocan más caídas de piedras. El trayecto entre Caín y Poncebos discurre junto a un precipicio sin protección lateral. Se debe llevar provisión suficiente de agua, pues no hay agua potable disponible a lo largo del recorrido. Debe hacerse siempre con botas de montaña. También recomiendan no transitarla con niebla, llevar agua y, sobre todo, calzado de montaña.
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