En una de las callejuelas que salen del Mercado Chico, casi llegando a la Puerta del Mariscal de la Muralla, se encuentra la capilla de Mosén Rubí. En esa capilla está enterrado uno de los personajes más enigmáticos y sorprendentes del siglo XIV, perteneciente a una de las familias más importantes de la historia de Ávila, los Bracamonte.
Pero antes de asociarse a la ciudad, Mosén Rubí estuvo en la Guerra de los Cien Años junto al Canal de la Mancha, es decir, siempre expuesto al enemigo inglés. Estuvo asociado a la alta nobleza de Francia (el Duque de Orleans, el hermano del entonces rey Charles VI), al Papado (sirvió al Papa Luna, de cuando Aviñón estaba enfrentada a Roma como sede pontificia) y a la realeza castellana (el rey Enrique III, el Doliente). Obtuvo, por su ayuda a la causa castellana, tierras y favores del rey, y se instaló en sus posesiones de Mocejón. Tuvo parte en la expedición naval que terminaría conquistando las Islas Canarias (su primo, Jean de Béthencourt, las reclamará para la corona de Castilla). Su hija se casó con el mariscal Álvaro Dávila, y de ahí la conexión con nuestra ciudad. Cuando su hija Juana y Álvaro Dávila deciden adoptar el apellido de Robin, se funda el linaje de los Bracamonte en nuestra ciudad.
¿cómo un noble normando de segunda llega a codearse con reyes y Papas? ¿Cómo llega a ser almirante, embajador, consejero? Poco se sabe a ciencia cierta de Robin de Braquemont. Pero hay una leyenda muy insistente que explicaría su meteórico ascenso y su habilidad para encontrarse en los sitios más oportunos, en los momentos más oportunos.
Robin de Braquemont era miembro de la secta de los Templarios o, si se prefiere, masón de cuando la Masonería estaba todavía formándose. En realidad, toda su carrera obedecía a una insólita misión encargada por sus compañeros templarios (gente influyente como el Condestable del ejército francés o el hermano del Rey): agrupar a la comunidad hebrea y localizar un territorio en el que pudieran llevar una vida pacífica y sin persecuciones.
Si esta leyenda fuera cierta se demostrarían varias cosas. La conquista de las Canarias respondía en realidad a la búsqueda de un refugio sionista. La colaboración con el Papa Luna (siempre tolerante con los hebreos) era una hebra más del intrincado tapiz templario que trataba de reformar el panorama político europeo. Los títulos y las prebendas eran agradecimientos por los servicios prestados al Temple. Y el escudo de los Bracamonte, con su mazo y su escuadra, es un guiño a la masonería.
La capilla de Mosén Rubí en Ávila comenzó siendo una sinagoga. Y la tumba de Robin de Braquemont un monumento con elementos Templarios.
En la novela El Compromiso, de Juan G. Atienza, un autor especializado en la Orden del Temple y en la Historia esotérica de España se encuentran las pistas. Los historiadores abulenses admiten que la iglesia de Mosén Rubí pudo ser a todas luces la Sinagoga Mayor de la ciudad. No es cruciforme, y al parecer, hay una estrella de seis puntas mirando al noroeste. Pero niegan rotundamente ese origen esotérico.
El propio Atienza cuenta en el epílogo cómo están desperdigados los símbolos masónicos por toda la capilla: triángulos con el nombre en hebreo de Yahvé, púlpito pentagonal, gesto de desenvainar la espada en la sepultura de Mosén Rubí (alusión al rito masónico del grado 33, el más alto). Y en el exterior de la iglesia hay una multitud de escudos con mazos y escuadras, mientras que la supuesta estrella de David no es fácilmente visible.
Quizás no haya nada de cierto detrás de esta leyenda. Pero la Inquisición prohibió rematar las obras de la capilla en el siglo XVI, y ningún obispo la ha consagrado nunca, sin que se sepa la razón de tanta reticencia. Y es un monumento muy difícil de visitar, con un calendario turístico muy reducido. ¿Suspicacia de las Dominicas que lo ocupan en la actualidad ante el pasado tan peculiar de Robin de Braquemont?
Damadenegro