El síndrome del Scalextric incompleto

No recuerdo ya el día en que descubrí a Miguel. Puede que fuera hace cuatro o cinco años, alguna tarde tonta de primavera, o de otoño, o de a saber qué momento y estación, quién sabe. Ni él conserva las entradas de aquel entonces, ni yo conservo tanta memoria. Pero me enamoré. Solo recuerdo que me enamoré. Me enamoré de su forma de escribir, de sus maneras de entrar en el corazón del lector, de sus letras, tan bien puestas las unas tras las otras… de todo.

Su antiguo blog, del que yo me enamoré, se llamaba “Sobre la vida y otras cosas”, y siento deciros que ya no existe. Acabo de entrar en él para escribiros algún fragmento de alguna de mis entradas favoritas y casi me da un algo al ver que ya no estaban. Acto seguido, he mandado un Direct al responsable de este trágico suceso, pidiéndole explicaciones y maldiciéndole… pero con eso me he quedado, con el cabreo, porque sobre el contenido perdido ya no hay marcha atrás.

El caso es que, hace unos meses (voy a olvidar mi decepción actual refrescando y volviendo al hilo de lo que os quería contar) Miguel me escribió contándome un secreto: había creado un nuevo blog, y yo no podía contarle nada a nadie. ¿Cómo iba a callarme semejante notición? No me sentía capaz… pero lo hice. Y cerré la boca, esperando nuevas entradas, con la emoción con la que las esperaba en los inicios (más la emoción añadida de sentirme privilegiada por ser la única conocedora de la verdad).

Pero hoy el silencio se rompe, con permiso del autor de las letras que más me han hecho sentir en la blogosfera durante mucho tiempo (o al menos unas de ellas). Si aún no conocéis a Lambul, aquí comparto este post.

Que lo disfrutéis.

LAMBUL

Siempre me ha costado centrarme; no es nada nuevo. De pequeño me la pegaba contra los marcos de las puertas, no calculaba bien, no enfilaba. Años después, de tenaz lucha contra la hipermetropía, y tras muchas visitas al oculista, ya puedo decir que solucioné ese problema, pero me la sigo pegando contra la vida; no me centro, no encuentro la manera de pasar por el aro de mis sueños y, si entro, paso raspando. No es nada nuevo. El aro es jodidamente pequeño y mis sueños, obviamente, mucho más grandes que yo.

La verdad es que actualmente soy un orgulloso pollo sin cabeza, y eso que nunca vi ninguno, salvo los que uno puede comprar en el súper. La cuestión es que voy dando bandazos, sin rutina ni planning, sin grandes pasiones o enamoramientos. Hay días que me da por una cosa y días que me da por otra y…

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Etiquetas: Relatos

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