Frangantes momentos que se desploman en un suspiro,
el calor de verano seca mi piel,
que arrebata mi etérea suavidad punzante, un misterio que es indusido por los labios de aquel hombre, el cuál me ensordece con cada bostezo que expulsa
Descendi siendo mujer de un solo amante,
moje mis labios con el veneno del pecado,
rozando mis manos en una piel profanada por más de una bestia,
miré, observé detenidamente el cielo que nos arropa la piel, la vida, la ausencia,
el deseo de cargar en mi hombro el peso que dejé en mi antiguo hogar a devorado mi razón,
el delicioso aroma de las rosas que apartaban el camino ha desaparecido
Cada paso se hizo efervescente...
Mis huellas dejaban marcas solo en el perchero de aquel ente,
en su lienzo, en el monumento más preciado,
su cuerpo,
mis alas quebradizas dejaron de abrir espacio para el,
aunque aún despejan mis deseos,
deseos que carmomen cada piel destruyendo rostros con exangue de hedor malicioso
Despide cada gota de tu cuerpo junto a un llanto, despide cada roce de tu alma con espasmo,
llenate de ambigüedad profunda,
sé inmarcesible a tu figura,
destruye su temible y voraz voz con un quejido parecido al que te desgarro la vida...
Me decía cada noche al estallar en llanto
En la esquina en donde las almas yacen,
brindo en honor a los viejos tiempos,
aún sigo despierta en mi deseo,
juré no vaciarme,
juré mantenerme viva,
seducire lo que ocultan sus ojos,
seré su fecha de caducidad.