Una de las cascadas que más llama la atención en la Cola de Caballo que esconde una preciosa gruta natural que fascinará a los más pequeños de la casa. Otras cascadas que merecen mención son el baño de Diana o la cascada Iris, aunque eso depende de los gustos de cada uno. Tras ver las diferentes cascadas y dar un agradable paseo por la gruta de la Cola de Caballo, se podrá visitar el Lago de los Patos, donde habrá diferentes lugares para sentarse, relajarse y pasar un precioso día. El recorrido os lo marca el plano que os entregan con la entrada, así que no hay posibilidad de pérdida, además todo está muy bien señalado.
La entrada cuesta 15 euros y se puede visitar también el monasterio. Además, dos veces al día hay una exhibición de aves rapaces en la que mayores y pequeños podrán descubrir un poco a estos animales. Al monasterio también hay visitas guiadas en diferentes horarios, si vais con niños no os aconsejo que realicéis esta visita ya que se les puede hacer un poco pesada, pero si no os la recomiendo.
Las mejores épocas para visitar el monasterio son en primavera y en otoño y si podéis ir entre semana para evitar las aglomeraciones mucho mejor. Como suele suceder en la mayoría de los casos la peor época para disfrutar de este paraje es en agosto, ya que está masificado por su proximidad a Madrid.
Por su parte, el Monasterio propiamente dicho pertenece a la Orden Cisterciense y data de los siglos XII-XIII, aunque ahora pertenece a manos privadas y está muy deteriorado debido a la desamortización. No obstante, en él se pueden ver algunas curiosidades como el Museo del Vino, donde explican cómo los monjes hacían el vino y los aperos que utilizaban para trabajar el campo. También hay un pequeño museo sobre el chocolate, ya que según dicen en este monasterio fue la primera vez en Europa que se elaboró este manjar, gracias a que uno de los monjes trajo el cacao de Sudamérica. Por ello, en la tienda de afuera se puede comprar multitud de productos de chocolate para los más golosos. Para los amantes de los coches, también podrán ver diferentes carruajes de distintos años donde se trasladaba la gente y lo que costaban los billetes.
En el complejo también podréis encontrar un restaurante, así como un hotel con spa. De esto no os puedo hablar ya que no entramos ni sabemos sus precios, aunque había menús para comer. Sin embargo, os aconsejo que si no hace frío os llevéis vuestro propio picnic y os lo comáis en uno de los numerosos bancos que os encontraréis durante el recorrido por el parque. Os ahorraréis un dinero y las vistas de cualquiera de sus cascadas serán mucho mejores.