Todo empieza en Atenas, en un pequeño taller cerca de la Acrópolis, donde Dédalo, maestro ingeniero de la época, creaba sus máquinas e inventos. Era capaz de crear los más sorprendentes cachivaches que sorprendían a propios y extraños. Tenía un hijo, Ícaro, un niño tan voluntarioso como incapaz, lo que le frustraba sobremanera. Trataba de enseñarle el oficio pero éste no conseguía aprender sus enseñanzas ya que sus torpes manos no le ayudaban.
Un día la hermana de Dédalo le pidió que tomara como aprendiz a su hijo Talos, para que le introdujera en el mundo de la ingeniería y así se pudiera ganar la vida en Atenas.
Talos aprendía muy rápido. Tanto era así que en poco tiempo fue capaz de crear una sierra con una raspa de pescado o un compás atando dos hierros.
A Dédalo le invadieron muchos sentimientos, orgullo, ira, envidia, desazón, tanto por él mismo como por su hijo. ¿Por qué no fue Talos su hijo?
Invitó a su sobrino a visitar el templo de Atenea y cuando le mostraba el vuelo de los pájaros lo sacó por el balcón para que sintiera la ingravidez, pero no se sabe con certeza el niño se le resbaló o tal vez lo soltó. Cayó al vacío. Dicen que Atenea cuando lo vio caer, apiadándose de él lo convirtió en una perdiz.
Templo de Atenea
Dédalo volvió a casa y recogió a Ícaro para marcharse de Atenas en las sombras. Viajaron errantes por muchos lugares sin llegar a establecerse en ningún sitio, hasta que llegaron a isla de Creta. Se establecieron en la ciudad de Nosos y allí se dedicaron a crear juguetes, artefactos, edificios, golems protectores del puerto, todo muy llamativos y bastante novedoso. Pronto se hicieron conocidos en la isla. El rey Minos les hizo llamar a su palacio. Allí le pidió a Dédalo un encargo especial. Necesitaba una jaula de la que su prisionero nunca pudiera escapar. Sorprendido por la petición, altivo le dijo al rey que eso era demasiado sencillo para él, pero entonces Minos le explicó que la cárcel era para uno de sus hijos malditos: El minotauro ¿Sabéis lo que es?
Minotauro por PabloFernandezArtwrk
La única condición que puso Minos fue que nadie pudiera salir de allí. La soberbia de Dédalo le llevó a aceptar el encargo y así es como se creó el famoso laberinto del minotauro. Donde Minos, que era un rey cruel, encerró a su hijo donde permaneció durante diez años sin poder escapar.
Hasta allí llegó Teseo, uno de los héroes más destacados junto con Hércules de toda Grecia (como la historia de Teseo y la del propio minotauro me parecen más que interesantes las contaré en otra entrada). En lo que nos concierne su visita, hay que contar que entró en laberinto y ayudado por la hija de Minos, Ariadna, quien le entrega un hilo rojo de su vestido para que supiera encontrar la salida, Teseo mató al minotauro y consiguió escapar del laberinto. Minos, obviamente, descargó su cólera contra Dédalo y lo encerró en su propia jaula, pero para incrementar su dolor, obligó a Ícaro a entrar con él. Dio orden a los guardias de que si encontraban la salida les cortaran la cabeza.
Dédalo sufre dentro del laberinto por ver como su propio hijo va a morir siendo muy joven y decide crear uno de sus inventos. Va recogiendo plumas, palos y miel de los enjambres de abejas que se habían creado dentro del laberinto por el paso de los años. Decidido, construye unas alas para él y otras para su hijo. El aire era el único medio que les quedaba para escapar ya que Minos controlaba los puertos de toda la isla y la puerta del laberinto estaban fuertemente custodiada.
Dédalo mirando a Ícaro caer
Una vez que termina las alas postizas, le dice a su hijo que no se separe de él durante el vuelo, que no vuele bajo porque la humedad del mar calaría las plumas y que tampoco volara demasiado alto porque sino el sol quemaría la cera de la miel que hacía de pegamento y se quedaría sin plumas en los palos. Dédalo e Ícaro comienzan su ascensión y padre e hijo van aprendiendo a manejar el aparato que les saca del laberinto. Creta se ve debajo de ellos y el júbilo les invade. Pronto Ícaro, emocionado por poder volar, empieza a ir hacia el sol y éste castiga su osadía derritiendo la cera de sus alas como le había prevenido su padre. Ícaro cae al mar y muere cerca de una isla donde Dédalo llevó el cuerpo de su hijo para enterrarlo. Dicen las malas lenguas que mientras lo enterraba se escuchaba el piar de una perdiz. Esa isla se llamó Ícara.
La historia de Dédalo continua, pero eso será en la próxima entrada.
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