Año nuevo, pero la misma mierda de siempre. De esta guisa arrancamos blog en 2015. Nunca se me ha dado bien ocultar cuando las cosas van mal y te apetece mandarlo todo a freír espárragos, como me mandaron a mi hace poco. Lo cierto es que mi musa debió de irse de vacaciones en 2014 y todavía no ha vuelto. Entre muchas otras cosas negativas y feas de este año, que por fin nos ha abandonado.
No espero mucho de este nuevo que se avecina y ni si quiera me atrevo a rezar: "Jesusito, Jesusito, que me quede como estoy" porque no es cierto que quiera permanecer ni un segundo más así. Así de aburrida, decepcionada y demente.
El 2014 no ha sido un buen año por muchas razones y no pienso convencerme de lo contrario para sentirme mejor o "vender" una imagen de mi misma que ya no existe. Sus últimos meses han dolido a muerte... Una pequeña dolencia que se gestaba sigilosa hasta convertirse en un tumor que estoy más que dispuesta a extirpar.
Un tumor aparentemente benigno que comienza con las amistades que creías serían para siempre, continua por ser más que maligno con las cuchilladas del puto desamor y termina por matarte de metástasis familiar. Y llegados a este punto puede darse por aludido quien pueda, que no es fácil, aunque más de uno/a debería.
Para los venideros 360 días que están por llegar he hecho una hermosa lista de despropósitos que pienso cumplir sin darme cuenta en honor de quien punza mis días y escupe en mis pensamientos. Siempre he creído que hay que rodearse de gente positiva y enérgica, pero a veces la mierda ha de oler lo suficiente como para querer tirar la basura. Y con esta apestosa metáfora reto a los enemigos de mi vida a una guerra sin precedentes. Porque la historia no es cómo empieza, sino cómo acaba. 2016, allá vamos.