Estudiantes visitando el Teatro romano de Clunia, en el yacimiento arqueológico de Clunia. Ribera del Duero. Burgos. Castilla y León. España. © Javier Prieto Gallego
Texto y fotografías: JAVIER PRIETO GALLEGO
Las Edades del Hombre son siempre una excelente escusa para echarse a los caminos que se abren a su alrededor. Su itinerancia anual propicia, además del acercamiento a los temas que propone, la exploración de los entornos en los que se produce. En este caso la villa burgalesa de Aranda de Duero, epicentro del tramo de la ribera del Duero que discurre por la provincia de Burgos.
Dejando aparte los atractivos que brinda la propia localidad de Aranda, su red de bodegas subterráneas, los templos en los que se desarrolla la exposición o sus museos -del Ferrocarril, de la Cerámica, de Félix Cañadas-, estos son algunos de los lugares en torno a Aranda que también merecen un alto en el camino.
1- PEÑARANDA DE DUERO. No es que la plaza de esta localidad parezca el escenario de una película de época, es que lo es. Suena de haberla visto en mil anuncios y un montón de películas en las que haga falta que aparezca un pueblo castellano de pura cepa, de los de casa baja y soportal, con iglesión de tomo y lomo, rollo jurisdiccional historiado y una atmósfera propicia para el Lazarillo de Tormes o el Capitán Alatriste. Y, por si fuera poco, con un castillo roquero en todo lo alto echándote el aliento de sus almenas allá donde vayas.
Desde ese imponente castillo roquero, para cuya visita es necesario ponerse antes en contacto con la oficina de turismo (tel. 947 55 20 63), partían las murallas que abrazaban un casco urbano que ha sabido conservar con sensibilidad unos aires tan castizos. Esté abierto o cerrado merece la pena subir hasta él. Anclado sobre la roca, evoca, como tantos otros, la manida imagen de barco varado entre los campos. Pero es lo que parece: un navío huérfano de mar pero presto a partir si alguien, desde la torre del homenaje, diera la orden. Sus orígenes están en los revueltos tiempos de Reconquista en los que el Duero era la frontera a batir y las dos orillas cambiaban de bando un día sí y otro también. Pero su estampa actual es algo más tardía, del siglo XV, un poco antes de que los Duques de Miranda pusieran toda la carne en el asador para convertir a la localidad en una refinada sede desde la que ejercer su poder. Y eso se ve, sobre todo, en la plaza. En ella destaca el rollo jurisdiccional, de trazas ojivales. Su sitio estuvo, antes que aquí, a la entrada de la población para que ningún forastero se llevara a engaño: entras en los dominios de los Miranda y quien la hace la paga, venía a ser su significado. También en la plaza, abruma el descomunal tamaño de la iglesia de Santa Ana, enorme para un caserío como este pero ajustado a la condición de colegiata abacial que consiguió por Bula Pontificia de Paulo V, en 1605.
Otro de los monumentos que se asoma también a la plaza es el magnífico palacio de los Zúñiga y Avellaneda, construido entre 1530 y 1550. En el amplio zaguán de entrada llama la atención la calidad de los alicatados en piedra y jaspe, mero prólogo de lo que guarda el palacio en su interior.
No conviene abandonar Peñaranda sin echar un vistazo a su curiosa botica de los Jimeno, la más antigua de España aún en funcionamiento. Abierta como tal en 1725, ha continuado sirviendo brebajes y medicinas hasta el día de hoy. Su interior es un museo donde la familia que la regenta desde hace siete generaciones tiene guardados innumerables objetos, recetarios, perolas, morteros, frascos e ingredientes propios del oficio. Una delicia para curiosos que requiere solicitar la visita, de lunes a viernes, en la misma farmacia ( tel. 947 55 20 06). También indicadas para curiosos son las visitas a la antigua fragua del siglo XIX y la colección de relojes de la familia Cerezo (tel. 947 55 20 69) o el Museo Internacional de Uniformes militares ubicado en el antiguo cuartel de la Guardia Civil. Información. Web: www.peñarandadeduero.es.
Templo de Santa María. Plaza del Duque. Peñaranda de Duero. Burgos. Castilla y León. España. © Javier Prieto Gallego
2- CLUNIA. Sobre una extensa meseta rocosa que se antoja pelada y algo inhóspita despuntan restos de mosaicos, columnas, mansiones gigantescas, termas y teatros: son las ruinas de la que fuera la ciudad administrativa más importante de la provincia Tarraconensis, una urbe que llegó a tener una población del tamaño de Teruel o Soria ?entre 30.000 y 40.000 habitantes-. De ella dependían casi todos los asuntos jurídicos que tenían que ventilarse en ese ?convento jurídico?.
La visita a este enclave, solar de arévacos refundado por Tiberio tras doblarles el brazo en el año 55, permite asomarse a las gradas -talladas en la roca- del teatro romano más grande de la Península, con un aforo calculado en 9.500 asientos. El paseo lleva también hasta sus termas, la llamada Casa nº1, gigantesca mansión inexplorada en su totalidad, o el foro, la plaza pública que en su día vio cómo Galbia, que había sido gobernador de la Hispania romana, era proclamado aquí emperador tras la muerte de Nerón, antes de salir para Roma a ejercer su nuevo cargo. Preparada para acoger grandes concentraciones de gente, era también el entorno donde se situaban los mercaderes con sus puestos. De él aún pueden contemplarse restos de sus "tabernas", las tiendas del mercado; el arranque de su "basílica", desde la que se impartía justicia; y, en el extremos opuesto, los restos de un templo que pudo estar dedicado tal vez a Júpiter, o quizás a la Tríada capitolina, algo frecuente en las ciudades coloniales.
Las investigaciones arqueológicas llevadas a cabo en algunas partes de la ciudad, cuya extensión total se calcula en unas 130 hectáreas, muestran que la pujanza de la urbe se mantuvo intacta hasta finales del siglo III, momento en el que sufrió la destrucción y abandono de algunas zonas de la ciudad. A pesar de ello durante los siglos IV y V lograría recuperar parte de su antiguo esplendor. Información.Web: www.clunia.es. Tel. 947 391 250.
Una visitante contempla los restos de la Casa 1 en el yacimiento arqueológico de Clunia. Ribera del Duero. Burgos. Castilla y León. España. © Javier Prieto Gallego
3- EL MONASTERIO DE LA VID. La visita guiada a este conjunto lleva cerca de una hora ?que se hace corta- mientras se desgranan por aquí y por allá las vicisitudes, secretos y maravillas que fue dejando el paso de los siglos y el empeño de los hombres. Empezando por el claustro, realizado en 1517 sobre el anterior románico y del que sólo sobrevivió la fachada de la sala capitular, para seguir por la iglesia, que luce por dentro como una soberbia catedral. Especialmente la capilla mayor, construida en 1522 con el dinero del cardenal Mendoza y su hermano el conde de Miranda. En ella destaca la imagen de la Virgen, en piedra policromada, de finales del XIII, que preside el retablo renacentista. Llama poderosamente la atención la proliferación de vieiras en numerosos detalles arquitectónicos y ornamentales, recuerdo evidente de que por aquí también corrió el río de peregrinos a Santiago de Compostela. Mucho interés tiene el museo, habilitado en lo que antaño fuera granero y despensa, con tallas de marfil, monedas, pinturas, ropajes y delicadas piezas de orfebrería religiosa. Información. Web: www.monasteriodelavid.org. Tel. 947 53 05 10.
Iglesia de la iglesia del monasterio de La Vid. Burgos. Castilla y León. España. © Javier Prieto Gallego
4- HAZA. Fue una importante plaza fortificada de la ribera del Duero con un notable papel en la historia medieval castellana. Basta subir hasta ella para apreciar el dominio visual que brindan sus 906 metros de altitud. Su poderío económico y estratégico estuvieron a esa misma altura durante los siglos posteriores a la inmediata Reconquista. Los trasiegos medievales, prolijos en disputas territoriales y demandas de poder, fueron tejiendo en el contorno del cerro una poderosa defensa de la que aún sobresale el contundente torreón que remata la esquina nororiental de la población. Es también el lugar hasta donde lleva la carretera de entrada al pueblo. Un paseo por las menguadas callejas de Haza, apretadas como corresponde a un cogollo defensivo con poco espacio para desperdiciarlo en avenidas, deja ver cómo el paso del tiempo ha hecho especial mella en un conjunto urbano que debió de ser espectacular. Entre el revoltijo de solares arruinados y parches atroces posa aún con dignidad la iglesia de San Miguel, en el costado meridional de la muela, el más vistoso y que conserva mayores tramos del cincho defensivo. Información. Web: www.haza.es.
Aza. Burgos. Castilla y León. España. © Javier Prieto Gallego