Aunque los romanos no eran muy aficionados al teatro, una ciudad de prestigio no podía dejar de contar con un edificio para los juegos escénicos. El teatro romano de Mérida fue diseñado siguiendo las normas de Vitruvio.
El de Augusta Emerita fue especialmente generoso en su cabida: unos seis mil espectadores. Éstos se distribuían de abajo a arriba según su rango social en tres sectores de gradas, caveas summa, media e ima, separados por pasillos y barreras. A todas las gradas se accedía con facilidad desde escalerillas distribuidas de manera radial por las caveas. A través de pasillos se llegaba a las puertas de acceso o vomitorios.
La deteriorada grada superior o summa cavea era lo único que emergía del edificio antes del inicio de su excavación en 1910. Al quedar arruinadas desde antiguo las bóvedas de los accesos, sólo quedaban en pié los siete cuerpos de sus gradas, lo que dio lugar a que los emeritenses bautizaran a esas ruinas como las Siete Sillas.
La cavea ima, donde se acomodaban los caballeros de la ciudad, se modificó en época de Trajano, erigiendo en su centro un espacio sagrado rodeado de una baranda de mármol. Delante de la cavea ima vemos tres gradas más anchas y bajas, donde los magistrados y sacerdotes de la ciudad disfrutaban del espectáculo sentados en sillas móviles. Aquellos accedían a sus escaños desde las grandes puertas laterales ubicadas en ambos extremos. Sobre éstas puertas se hallaban las tribunas de los magistrados que costeaban el espectáculo.
El espacio semicircular donde se ubicaba el coro, la orchestra, luce un suelo mármol fruto de una reforma tardía. Tras la orchestra se eleva el muro del proscenio, de exedras circulares y rectangulares. Sobre él se desplegaba la escena. Originalmente era un entarimado de madera bajo el que se distribuían todos los artilugios de la tramoya.
La escena se cierra con un muro de treinta metros de altura, el frons scaenae, estructurado en dos cuerpos de columnas entre la cuales podemos ver estatuas de emperadores divinizados y de dioses del mundo subterráneo. Todo se eleva sobre un podio decorado con ricos mármoles. En el frente escénico 63 metros de longitud se encuentran tres vanos por los que accedían los actores al escenario. El central, la valva regia, remata en dintel sobre el que se asienta la estatua sedente de la diosa Ceres (o Livia, la mujer de Augusto, deificada). Desde la coronación del frente escénico pendería una marquesina de madera para mejorar la acústica del recinto, ya de por sí excelente.
Tras el muro del frente escénico se desarrolla un amplio jardín porticado cerrado por muros con hornacinas que fueron decoradas con estatuas de miembros de la familia imperial. En el eje de este pórtico, en línea con la valva regia y el espacio sagrado de la ima cavea, se halla la aula sacra, un pequeño espacio sagrado con una mesa de altar donde se honraba a la figura del divino Augusto.