Oporto, situada al noroeste de la Península Ibérica, junto al Atlántico y en la desembocadura del Duero, es la segunda ciudad de Portugal en importancia y número de habitantes, y cuna del vino que se hizo famoso gracias al consumo generalizado en la Inglaterra del siglo XVII.
Un poco de historia
El orígenes de Oporto fue un asentamiento prerromano llamado Cale o, según algunos autores, Portus Cale de donde procede el nombre de Portugal, topónimo este que comenzó a ser utilizado con más frecuencia a finales del siglo X y que abarcaría no sólo la ciudad de Oporto, sino la antigua provincia romana Lusitania.
Portugal, como Estado, nació en el siglo XII con la independencia del Condado Portugalense, hasta entonces dependiente del Reino de León. La llegada de monjes del Cister y de caballeros Templarios procedentes de Francia, influyeron decisivamente en el destino de este condado que se convirtió en país independiente en la ciudad de Guimarães (a 53 kilómetros de Oporto) en el año 1179, nombrando a D. Afonso Henríques primer rey de Portugal.
Oporto es conocida por los epítetos de “antigua, muy noble, siempre leal e invicta”, siendo la única ciudad de Portugal que ostenta el título de Invicta. Esto se debe a la valerosa actuación de sus habitantes durante el cerco que la ciudad soportó durante la guerra civil de 1832 y que duró más de un año. Ni el cólera, ni el tifus, ni los bombardeos pudieron con la determinación de los habitantes de esta ciudad.
Anteriormente, los portuenses ya habían dado muestras de su coraje y generosidad. En 1415 la armada portuguesa partía de Oporto a la conquista de Ceuta, necesitando avituallamiento en gran cantidad. Se dice que los portuenses se sacrificaron por la causa y ofrecieron a sus soldados toda la carne disponible, quedando para su alimentación sólo las tripas . Por esta razón, hoy en día a los portuenses se les conoce por el cariñoso calificativo cariñoso de “tripeiros”, siendo además uno de los platos típicos de la ciudad las “tripas à moda de Porto”.
Qué visitar
Oporto es una ciudad que proporciona una variada oferta de lugares para visitar. El Duero deja a su paso por la ciudad lusitana –las últimas riberas que baña antes de morir en el mar- un pintoresco paisaje de casas coloridas. Amontonadas en calles estrechas y empinadas, las antiguas casas se asoman al río desde donde pueden disfrutar de los espectaculares atardeceres de Oporto. En la ribera opuesta, ya en la localidad de Vila Nova de Gaia, se levantan las famosas bodegas del vino de Oporto. Se pueden visitar e incluso probar y comprar vino al finalizar el recorrido. Algunos barcos antiguos anclados en el río, nos recuerdan que el propio río era utilizado para transportar el vino desde los viñedos, situados más arriba en el curso del Duero, hasta las bodegas.
Oporto es también conocida como “la ciudad de los puentes”. Cuenta con siete en total -uno de ellos, el puente Pênsil, en desuso- que enlazan las dos riberas de río Duero a su paso por Oporto. Los más espectaculares y que merecen la pena ser visitados son dos: el puente Dña. María Pía y el puente D. Luis I. El primero es un puente ideado para el tráfico ferroviario, aunque actualmente no se utiliza para tal fin. Fue un proyecto del ingeniero Theóphile Seyrig y edificado por la compañía Eiffel que utilizaría el mismo modelo para la Torre Eiffel. El puente de D. Luis I vino a sustituir al desaparecido puente Pênsil teniendo como finalidad la unión de la ribera de Oporto con la de Vila Nova de Gaia. Al igual que el puente de Dña. María Pía, éste también fue ideado por el ingeniero Seyrig.
La Torre de los Clérigos es otra parada obligatoria en Oporto. Considerada como monumento nacional desde 1910, esta torre barroca forma parte del conjunto de los Clérigos, al que pertenecen también una iglesia y una enfermería. El proyecto fue ideado y llevado a efecto por el arquitecto Nicolau Nasoni. Tiene en total 75 metros de altura, siendo en su tiempo, el edificio más alto de Portugal; cuenta además con 240 escalones distribuidos en una escalera de caracol.
La estación de San Benito (en portugués, São Bento) es otro de los lugares pintorescos de esta ciudad. Edificada en el antiguo emplazamiento del Convento de San Benito de Ave María, cuenta con un atrio revestido de 20.000 azulejos típicos portugueses que narran acontecimientos importantes de la historia de Portugal.
Junto con la Torre de los Clérigos, el Palacio de la Bolsa es uno de los monumentos más visitados de la ciudad. En la actualidad es la sede de la Asociación Comercial de Oporto y uno de sus salones, el Salón Árabe, sirve de marco para recibir a los Jefes de Estado que visitan la ciudad. El estilo de la construcción es, en gran parte, neoclásico si bien son varios los estilos que conviven en el edificio. Situado en la Plaza del Infante D. Henrique, cerca de la desembocadura del Duero y de las bodegas, el Palacio de la Bolsa se encuentra a 10 minutos del aeropuerto y de los principales hoteles.
Junto a la estatua de Vímara Peres, primer conde de Portucale, se encuentra la Catedral de Oporto (cerca también de la estación de San Benito y del Palacio de la Bolsa). Su construcción fue iniciada en la primera mitad del siglo XII, en estilo románico, y no fue concluida hasta inicios del siglo XIII, incorporándose el claustro y la cámara funeraria del Caballero Juan Gordo en estilo gótico. La fachada, asimismo, fue muy reconstruida durante la época barroca. Como curiosidad, destacar que lo divino y lo profano se aúnan en esta catedral y es que en los pisos superiores del claustro, existen unos paneles de azulejos que exhiben la vida de la Virgen y las Metamorfosis de Ovidio.
El Jardín Botánico de Oporto merece una mención especial. Actualmente dirigido por la Facultad de Ciencias, el jardín se extiende por un área de más de 4 hectáreas con espacios muy diversos. Un paseo por sus jardines es toda una experiencia para los sentidos que el turista puede disfrutar en cualquier época del año. La entrada es gratuita en horario de 9h00 a 16h00.
Estos son algunos de los rincones más emblemáticos de la ciudad de Oporto, aunque son muchos más los rincones, museos, monumentos, jardines, etc…, que se pueden visitar en esta bonita ciudad. El sol, el mar, el Duero, el verde de sus colinas, el azul de su cielo… todos los elementos se armonizan en esta ciudad para ofrecer al visitante su mejor cara y proporcionarle unos días de verdadero descanso.