Reflexión del jueves; un paseo al atardecer.
Hola a todos, parece mentira que ya estemos a jueves. Yo estoy aquí como siempre, con mi gato, mi café y mis pensamientos, escribiendo sobre la marcha y pidiendo perdón por adelantado por las posibles faltas o fallitos.
La verdad es que como la mayoría de las veces no sé cual va a ser el tema de la reflexión hasta que empiezo a escribir, y como no se me ocurre nada en concreto me apetece compartir retazos de lo que vi ayer por la tarde en uno de mis paseos, escenas cotidianas que me hacen parar y mirar la vida un poquito más despacio.
Y sin más rollo empezamos.
Ayer quise caminar mucho, necesitaba desconectar y mi marido y yo empezamos y cuando nos dimos cuenta ya era de noche cerrada.
El día era típicamente otoñal, de los que a mí me gustan.
Cerquita de casa tengo varios parques y me encantó pasar por uno de ellos y ver por un lado, en una zona tranquila y recogida, a la gente mayor charlando animadamente. Todas las señoras llevaban sus looks otoñales, sus parkas azules, marrones o verde caqui y sus zapatos gruesos, y los señores llevaban esa ropa que me recuerda a mi abuelo y casi puedo imaginarme como huele. Parecían muy entretenidos, algunos reían y a pesar de los muchos años que sumaban entre todos sentí que aquel rincón estaba lleno de vida.
En la zona de los columpios se escuchaba esa algarabía de niños que llenan los parques por la tarde. Los había grandes y pequeños, con sus uniformes escolares, con sus modelitos clásicos y con chándal, con madres y con abuelas, niños de todas las alturas, colores y edades, y todos corrían y saltaban felices.
Ver a esos chiquillos me trajo muchos recuerdos, recuerdos de mi infancia, que fue tan feliz, de los juegos en el parque, de la espera impaciente para subir a un tobogán o a un columpio y de las bolsitas de merienda con mi nombre bordado que me hacía mi madre.
Y me transportó a momentos un poco menos lejanos, cuando mis hijos eran pequeños, esos momentos de parque tan necesarios en la infancia, esos instantes que en el fondo tanto nos ayudan, nos enseñan a hablar con los demás, a esperar colas, a defendernos y a pasarlo bien. Yo siempre he pensado que el parque es una minisociedad, una especie de ecosistema infantil maravilloso.
Me hizo gracia ver niños merendando de maravilla y otros desesperando a sus mamis, como me pasaba a mí que tenía uno de cada, los había con bocatas a la antigua usanza, y también los había con bollería de esa que ninguno rechaza pero que...y otros con fruta o sin comer, seguro que ya habían terminado pronto para jugar, como hacía mi hermana.
Luego seguimos caminando por la ciudad y no sé porqué ayer la sentí llena de vida. La tarde era agradable y algunas señoras caminaban cogidas del brazo invadiendo la acera pero yo no tenía prisa así que seguí tranquila detrás de ellas, aspirando ese aroma a Chanel nº5 que siempre asemejo a señora endomingada. Hablaban con voz cantarina de sus hijos y sus cosas, criticando a algún famoso y disfrutando de la tarde.
También había mamis que corrían con prisa agarrando a sus niños que llevaban en la mano una bolsa de deporte o un instrumento musical; eso lo he vivido, salir de clase e ir a una extraescolar en la otra punta de la ciudad es un poco estresante pero merece la pena.
Otros en cambio salían de alguna actividad sonrientes y hablando sin parar, contando a mamis y abuelas todo lo que habían hecho y eso sí que me hizo viajar en el tiempo, cuando mis hijos salían hablando los dos a la vez.
No sé que tienen los escaparates de otoño que me atrapan, y además todos, lo mismo me quedo horas mirando uno de maquillaje que una tienda de ropa de señora clásica donde sé que no voy a comprar. Esos colores, esa forma tan elegante de colocar las cosas...es que me encanta.
Algunos todavía tenían restos de calabazas y murciélagos, otros estaba salpicados de castañas y hojas secas y muchos simplemente exponían prendas de esas acogedoras que nos hacen pensar en un paseo por a campiña inglesa, a lo Agatha Christie.
Mi paseo siguió y el parque, las aceras con madres y niños a la carrera y las tiendas elegantes fueron quedando atrás. Y nos adentramos en unas calles normales y corrientes, de esas con edificios de ladrillo visto que en realidad están llenas de vida. La tarde ha ido pasando, se acerca la hora de la cena y en los pisos más bajos se percibe la vida, huele a cosas ricas, a cebolla frita, a tortilla, a algo que a mí me parece carne guisada y a compota de manzana;huele a hogar.
En algunos sitios se siente incluso el batir de los huevos y el entrechocar de los cacharros en la cocina, y casi sin esfuerzo me imagino a una mami(porque pocos papis hacen la cena, la mayoría son las mamis)haciendo la cena mientras sus hijos se duchan, o mientras se bañan y ella entra y sale del baño acelerada lavando cabezas y volviendo a la cocina a revolver las patatas.
Y me imagino a esos niños relucientes con el pelo mojado cenando, y luego a sus papis, mientras los críos duermen viendo algo en la tele y hablando de sus cosas.
Entonces recuerdo que necesito comprar un par de cosas, son tonterías pero no pueden esperar, y entro en un súper que me pilla de camino. A esas horas está lleno y la mayoría de la gente ha ido a por olvidos. Y ya que tengo el día imaginativo observo a mi alrededor y me invento historias.
Delante de mí hay una chica que lleva en su cestito una bolsa de ensalada, un brick de leche y unos artículos de aseo así que me imagino que es una estudiante que vive sola y se ha escapado a por la cena y alguna cosita que necesita.
En la caja de al lado hay una señora con pañales y toallitas así que me imagino que por algún "imprevisto" necesita más pañales y se ha escapado a por ellos porque sino tendrá que ir a la farmacia y menudo dineral, que a todos nos ha pasado.
Y detrás de mí hay una señora con una chocolatina, y ya que solo lleva una cosa la dejamos pasar. La señora me cuenta que vive sola y le "presta", como decimos aquí cuando algo nos gusta, comer un poco de chocolate mientras ve la tele, y esa noche va a ver La voz.
Cuando salgo del súper ya es de noche cerrada y deshacemos lo andado para volver a casa. En el parque ya no hay niños ni gente mayor, solo chicos jóvenes en pareja o en grupo, de esos que están en otra etapa en la que no miran mucho a su alrededor y las hormonas son sus consejeras.
Ahora ya no hay mamis corriendo con niños por las aceras, ahora hay gente que vuelve a casa con prisa, muchos seguramente llevan demasiadas horas fuera y quieren volver con los suyos.
Las tiendas de escaparates chulos ya están cerradas, y sus dueños seguramente se han ido a casa o a hacer recados.
El paseo me está gustando pero necesito volver a casa, quiero llegar antes que mi hija, me gusta estar en casa cuando ella llega, y verla luego cenar reluciente y con el pelo mojado mientras me cuenta cosas, y aunque ya no es pequeña disfruto de su compañía.
Y luego me pondré a hablar por whatsapp y skipe con mi hijo como sino hubiera un mañana, me contará lo que ha hecho, me mandará fotos de la comida que ha preparado y me preguntará por nuestros animales, pues con ellos no habla por whastapp.
Nada más entrar en casa me siento bien, tengo que darle la razón a Dorothy, en ningún sitio se está como en casa.
La verdad es que tenía una idea de cena pero esos aromas de las casas me han creado una necesidad y me hago una tortilla con cebolla.
Al poquito llega mi hija cantando y hablando, y después de su ducha y de todo el protocolo que tenemos en las casa cenamos hablando del día.
Después hablo y hablo con mi hijo, y en vez de ver una serie pongo La voz, porque me molan los coaches y el presentador, porque me encantaría saber cantar bien y especialmente porque me ha apetecido al hablar con la señora del súper.
Ayyyy se me ha hecho tarde, normalmente estos post los tengo terminados a las seis y poco y ahora son las siete y treinta y siete y aún no he acabado, pero bueno, creo que aún es pronto. Todavía es de noche, con esto del cambio de hora amanece bastante más tarde. Ya he terminado mi café y voy a hacerme otro para empezar el día con ganas. No sé lo que me espera pero intentaré disfrutarlo, saborear esas pequeñas cosas por las que últimamente paso deprisa.
Bueno, la reflexión de hoy no ha llevado a ningún lado, solo os he contado un poco lo que hice ayer de tarde, pero me ha servido para empezar el día con ilusión, con ganas de disfrutar.
Mil gracias por leerme, nos vemos el sábado en el repaso semanal y el lunes con algo nuevo.
Besossssssss.