Y las palabras despertaron ecos en un largo y silencioso corredor mental, uno de esos corredores revestidos de espejos, que la gente rara vez mira.
Acercarse a la literatura de Stephen King es complicado sin haber sido influido previamente por las películas, muy famosas muchas de ellas, que se han hecho de sus libros. En ellas apreciamos la interpretación que el director, en cada caso, ha hecho de alguna de sus obras; El Resplandor, con Stanley Kubrick a la cabeza, es una película de la que se podría escribir mucho, y ciertamente es imposible tener una imagen mental del Jack Torrance de King sin tener en cuenta la presencia del inigualable Jack Nicholson. Pero la película de Kubrick no cubre en gran medida la expectativa que un lector avezado del género de terror pueda visualizar al tener el libro entre sus manos, la exposición que el perfeccionista director hizo de la novela solo captó una pequeña parte de toda su grandeza y no muestra con la exactitud adecuada la complejidad y magnificencia del personaje de Jack Torrance. En última instancia, la película es magistral para todo admirador del género en su parte visual.
Danny no entendía ninguno de ellos pero todos le daban una sensación de terror onírico que se filtró en los huesos oscuros de su cuerpo, como esporas leves que morirían a la luz de sol.
Jack Torrance es genial, simplemente genial. No es fácil como lectora reconocer que empatizas de forma ilustrada con un personaje alcohólico e irresponsable; los prejuicios nos hacen dudar de nuestros propios sentimientos, o al menos de aquellos pensamientos inconscientes que no por no ser del todo modélicos en su sentido moral son menos sinceros, y hasta en cierto modo, pueriles por su frescura y espontaneidad mental. Pero las actitudes y los pensamientos íntimos de Jack Torrance a lo largo de la novela resultan tan veraces y poderosos por su intensidad que el resplandor mágico en realidad en la obra lo posee él, aunque sea de forma subyacente. Sus razonamientos, sus constantes justificaciones hacen de este personaje un dechado de verdades como puños, de razonamientos tan puramente lógicos que a pesar de rondar por los rincones del Overlook pensando en la botella sientes que tú estás con él, que a pesar de ser alcohólico bien puede servir de ejemplo de cómo razonamos las personas en multitud de ocasiones. El terror que nos mostró Kubrick miente, no es ese el verdadero terror de la novela El Resplandor, el verdadero terror de la historia de Jack Torrance está en no vivir con sinceridad, está en pensar que quien te acompaña en realidad te juzga y se cree mejor que tú simplemente porque no tiene la necesidad de beber; King lo amorfa como una perversidad refinada y somete a Jack Torrance a un irrevocable destino apocado en la escritura de su ansiado libro.
Si Wendy tenía la sensación de desconocer a su marido, lo que le inspiraba su hijo era pavor, una especie de terror supersticioso, indefinido.
La perversidad de Wendy, por su acción enmascarada, alcanza cotas de estupidez hasta en cierto punto graciosas solamente comparables con el hilarante laberinto mental de su incomprendido marido. En pocas cosas están de acuerdo y en las que parecen estarlo son siempre razonadas por Wendy como una oportunidad que le da a Jack de mostrar que no es irresponsable, que ha sabido superar sus debilidades; aunque en el fondo no está convencida del todo y parece acechar, como en el sutil filo de la navaja, a que su marido falle para tirársele al cuello. El hotel Overlook hace de escenario brutal de sus desgraciados desencuentros y los elementos fantásticos magistralmente utilizados por Stephen King son poco a poco introducidos en la novela hasta mostrarse en todo su esplendor en escenas superiores y asfixiantes. Pero son solo una excusa para mostrar algo más grande: Un terror sublime lleno de una percusión monstruosa que inunda el hotel Overlook de una gran tensión interna y de un trasfondo de persistente rareza.
Una figura indecisa tan hipnotizada por la tragedia que era incapaz de desviar su curso o alterarlo
De Danny, el hijo de ambos, se podría escribir un artículo entero, no es casualidad que sea el protagonista de la segunda parte de esta novela: Doctor Sueño, una obra escrita por Stephen King muchos años después de la publicación de El Resplandor. Danny es un personaje complejo porque debido a sus poderes lleva como una doble vida: Una social, en su relación con sus padres; y otra mental, en su oscura relación con un amigo imaginario al que llama Tony con el que parece tener unas conversaciones escalofriantes y premonitorias. Sus poderes mentales le capacitan para leer la mente de los demás, hecho que no le hace tener una fácil relación con su padre, a tenor de los pensamientos que este mismo atesora acerca de todo lo que va aconteciendo, tanto al principio de la historia como en el momento en el que penetran en el invernal Overlook. Dichos pensamientos Danny los define de un color violeta oscuro y surcados por aterradoras venas negruzcas; toda una declaración de intenciones de lo que al final terminará ocurriendo con Jack Torrance; es decir, acaba por volverse loco de verdad, circunstancia con la que ya termina la empatía como personaje y empieza el verdadero terror sublime de El Resplandor puesto que se muestra la locura de Torrance con lívida claridad. Antes de ese relámpago de no retorno hay un punto de inflexión en la novela en forma de ascensor terrorífico; momento vibrante del libro en el que el ascensor del Overlook cobra vida de forma perturbadora arrojando los restos de una fiesta macabra celebrada en otro tiempo pero que aún posee vida en las paredes y oscuros rincones del hotel. En ese escenario de miedo e impotencia rodeado de nieve y susurrante viento, Jack Torrance se convierte en esa figura indecisa e hipnotizada que ya ha perdido el control y que el aislamiento ha terminado de pisotear abrumadoramente: Comienza la locura, el terror se lanza a la batalla.
El Resplandor es una obra imprescindible del género de Terror, y Jack Torrance es un grandísimo personaje lleno de matices, de verdades y de locura sublime.
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