Cuando se estrenó “Drácula de Bram Stoker” fue una auténtica revolución. Hacía tiempo que no se revisitaban clásicos de terror y la nueva perspectiva que nos ofrecía la nueva versión del Conde Vlad el empalador nos dejó a todos con la boca abierta…
La noche que fui a verla a unos cines que ya no existen, el amigo con el que fui y yo vimos a una mujer saliendo de la sala llorando a lágrima viva: “¡El amor nunca muere! ¡El amor nunca muere!” Los dos nos quedamos impresionados y con cierta sensación de que lo que íbamos a ver a continuación no tenía pinta de ser lo que esperábamos: una buena peli de terror, con sustos, gritos, mordiscos y estacas. ¿Amor? ¿En una película del conde Drácula? No, gracias…
Qué equivocados estábamos… A pesar de que el “Drácula de Bram Stoker” de Coppola resultaba ser la visión más romántica del mito, ese romanticismo, esa visión de una vida común más allá de la muerte se convertía en un espectáculo grandioso gracias a la ambientación, a los extravagantes decorados y a un maquillaje increíble.
El momento en el que el conde, envuelto en esa capa roja, con esas uñas larguísimas y ese peinado imposible, recibe en su castillo al joven Jonathan Harker, se me quedó grabado. A pesar de saber perfectamente quién era ese extraño anciano, sus maneras amables me cautivaron:
“Bienvenido a mi casa. Entre libremente por su propia voluntad. Deje parte de la felicidad que trae.”
¡Qué recibimiento más raro era ese! Una combinación de saludo amistoso y buenos deseos, pero con un trasfondo inquietante, casi amenazador. Y claro, la actuación de Gary Oldman como Drácula era para no dejar de aplaudir. La forma de moverse, de reír, de susurrar, de gritar en aquel castillo de torreones infinitos nos metía el miedo en el cuerpo sólo con verle.
¿Y la música? Quizás no la recordéis así a bote pronto, pero aquí tenéis el momento qué más me gusta de su banda sonora. La compuso el polaco Wojciech Kilar, autor de más de 160 partituras, y diría que es el ejemplo perfecto de trasladarte a un lugar siniestro mientras la escuchas…
Este “Drácula de Bram Stoker” no era lo que esperábamos, es verdad, pero resultó ser algo muchísimo mejor: una historia muy bien contada, con unos actores impresionantes, en unos escenarios en los que el terror de susto y grito dejaba paso a un terror romántico y sensual, un cuento barroco para adultos que se convirtió en un clásico moderno en ese mismo momento.
“Drácula de Bram Stoker“, (“Bram Stoker’s Dracula“, Francis Ford Coppola, 1992)
Si os gustó el trabajo de Gary Oldman en “Drácula de Bram Stoker”…
… os dejo por aquí sus interpretaciones que más me han gustado: poniendo piel al frío Lee Harvey Oswald en “JFK (Caso abierto)“, al apasionado reverendo Dimmesdale en “La letra escarlata“, al cruel guarda de prisión Milton Glenn en “Homicidio en primer grado” y al terrorista Ivan Korshunov en “Air Force One“. Siempre que aparece el nombre de Gary Oldman lo hace junto con el adjetivo “camaleónico” y al principio me molestaba porque era lo menos original del mundo. Ahora sin embargo creo que no se le puede definir mejor.
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La entrada es un contenido original del blog Descartes no fue al cine