El ciprés es un árbol alto, enhiesto, perennemente verde y de gran longevidad. Su madera, dura, incorruptible, desprende un suavísimo y agradable olor.
Simbólico árbol de la Muerte es también el balsámico árbol de la Vida, porque es capaz de devolver la salud a cuantos acuden a él, enfermos del pecho, a respirar sus esencias. Su porte delgado y estrecho, altísimo, parece un dedo señalando al Cielo, señalando a Allah.
En el mundo occidental estaba el ciprés antiguamente consagrado a Plutón, cuya frente se coronaba con su ramaje, y por eso también se solían esparcir sus ramas a las puertas de las casas de los difuntos. Desde entonces, hace más de veinte siglos, adorna los cementerios de los pueblos de la cultura cristiana en toda la cuenca mediterránea. E incluso ha dado nombre a una isla, Chipre, cuyos habitantes le rindieron culto en épocas remotas
Finalmente, os narro un cuento sobre la creación del ciprés: En los campos de Cartea había un ciervo al que las ninfas del lugar tenían por sagrado. No le faltaba de nada al animal, que con el paso de los años se había acostumbrado a corretear y pasear tranquilamente por toda la comarca sin que humanos, ni otros seres le atacasen; pues notable era su presencia. Sus cuernos brillaban como el oro; y colgaban de su torneado cuello collares de diamantes; una cinta de plata, ceñía su frente, de la que pendían pequeñas perlas, que se movían graciosamente cuando se movía, a juego con las dos grandes perlas de sus orejas. El ciervo, sin temor, se dejaba acariciar de toda persona; pero sin duda, con quien más congenió, fue con Cipariso, el más hermoso de las gentes de Ceos, la antigua isla de Kea. El muchacho acompañaba al ciervo en sus idas y venidas, llevándole a los manantiales más limpios para beber y a los mejores pastos para comer; le hacía guirnaldas de flores que colgaba de sus relucientes astas y, a veces, montaba sobre su lomo.
Pero sucedió un día, que el ciervo sagrado, se tumbó a dormir después de una buena comilona. Cipariso había salido a cazar en compañía de su amigo el dios Febo Apolo. Divisó un bulto detrás de unos arbustos y lanzó contra el su jabalina. Cipariso corrió a ver la pieza que había acertado. El arma del guapo joven, que no había reconocido a su querido amigo, hirió de muerte al sagrado ciervo de las ninfas. Nada pudieron hacer ni Febo con sus conocimientos médicos ni Cipariso que lloraba desconsolado sobre el ciervo, deseando, él mismo, la muerte. Tampoco consiguió Febo sacar de la cabeza de Cipariso su deseo de morir. El agraciado joven quedó de rodillas, derramando lágrima tras lágrima, sobre el cadáver de su amado ciervo, pidiendo a los dioses estar de luto todo el tiempo. Agotadas todas las lágrimas, comenzaron sus miembros a tornarse de color verde y a crecerle el pelo que se le enmarañó y endureció; adquiriendo una gran altura desde la que podía mirar las estrellas desde su copa. Muy triste y apenado quedo Febo, por la pérdida de su amigo y, con voz honda y profunda pronunció estas palabras:
Luto serás desde este instante para la gente y consuelo serás de los dolientes.
Después de leer este hermoso mito ya no podremos mirar a este imponente árbol sin acordarnos de Cipariso transformándose en Ciprés.
Espero que les guste a tod@s.
Os pongo una imagen de la estatua de Cipariso y su ciervo que esta en Versalles y de el ciprés centenario que esta en el claustro del Monasterio de Silos y que inspiró a Gerardo Diego uno de los sonetos mas leídos.