Definitivamente, uno de los mejores carnavales que se viven en Brasil, es el de Río de Janeiro. Las calles cariocas se visten de color, alegría, disfraces y música.
Desde unos días antes, los locales y turistas comienzan a vibrar al ritmo de los blocos que circulan por la ciudad ensayando sus pasadas para el Sambódromo.
Rio de Janeiro está ubicada en el sureste de Brasil y es la segunda ciudad más poblada después de São Paulo. Se la conoce internacionalmente por sus iconos culturales y paisajes. Entre ellos, el Pan de Azúcar, la estatua del Cristo Redentor (una de las siete maravillas del mundo moderno), las playas de Copacabana e Ipanema. Además, el Estadio de Maracaná o el Parque Nacional de Tijuca (el mayor bosque urbano del mundo). Los eventos más llamativos de esta ciudad son Año Nuevo y Carnaval.
Cuando regresamos de Ilha Grande, nos tocaba disfrutar unos días de Rio de Janeiro justo en los días previos al Carnaval. Volvimos al Hostel Che Lagarto donde nos hospedamos por 3 noches. Está ubicado a unas 2 cuadras de la parada 10 de Ipanema.
El día que volvimos de Ilha Grande, dejamos el equipaje y salimos a recorrer. Nos sumergimos en las calles para disfrutar de la energía de fiesta que se vivía en ese momento. La música se empezó a escuchar a lo lejos y a cada paso la sentíamos más cerca. Nuestro cuerpo reaccionaba sólo, los latidos del corazón se aceleraban, una sensación de alegría se despertaba en nosotras y nos hacía empezar a bailar al ritmo de la samba.
Seguimos por varias cuadras, junto a una multitud de gente, a las carrozas decoradas hasta la Av. Atlántica (calle principal de Copacabana que corre paralelo al mar). Hacía calor pero la cerveza fría ayudaba a seguir. Había gente disfrazada, bailando y se vivía una verdadera fiesta. Pensar que eso sólo era un ensayo, imagino que todo se potenciaría en el Sambódromo unos días después.
Recuerdo que del calor que hacía, al terminar, fuimos corriendo a meternos en el mar. Después nos quedamos a disfrutar del atardecer en la playa y más tarde nos volvimos caminando al hostel.
Por la noche, salimos a cenar por el barrio de Lapa, zona de bares y restaurantes con mucha onda. Súper recomendable!
Acá encontramos uno de los mejores bares de cachaça y algunos lugares donde vimos cómo se baila Fogo, uno de los tantos bailes populares del país.
Al día siguiente nos levantamos temprano para ir a la playa y por la tarde fuimos a nuestra visita obligada con el Cristo Redentor.
La forma más sencilla es ir en cualquiera de los onibus (autobuses) por 2,75 reales que se dirigen hacia Cosme Velho. Estos autobuses paran delante de la Estación de Ferro do Corcovado. Desde el Centro van los autobuses 180 y 184. Desde Ipanema o Copacabana va el 583. Otra manera también, es ir en taxi hasta la estación.
Estación de Ferro do Corcovado
Una vez que llegan a la estación, se acercan a las boleterías y pagan aproximadamente uno 61 reales en baja temporada o 74 reales en alta. Eso es lo que cuesta el viaje de ida y vuelta con acceso al Cristo del Corcovado. El Trem do Corcovado está pintado de color rojo y hace el trayecto hasta la base del Cristo cada media hora atravesando vegetación en un ascenso de unos 20 minutos.
Desde arriba se puede tener una de las mejores vistas panorámicas de la ciudad, con Pan de Azúcar incluído. Lo ideal es ir al atardecer observando como toda la ciudad se tiñe de naranja. La apertura es a las 08:00 hs. y cierra a las 19:00 hs.
Nos quedaron algunos días más de playa, camarones, fiesta y caipirinha hasta que llegó a su fin nuestro viaje a Brasil. Sin dudas una experiencia única donde nos divertimos muchísimo
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