Insultos, costumbres, hechos, anécdotas curiosas, un sinfín de historias han ocurrido en un periodo dominado por la iglesia, la religión y los poderosos. Reinando el analfabetismo, los personas de la época son testigos, y en ocasiones víctimas de sucesos que en ocasiones resultan surrealistas, sacados de un macabro cuadro.
Espero que con esta entrada podáis aprender un poquito más de la Edad Media y de su cultura.
La Edad Media es muy diferente a la época actual, como cabe de esperar, ¡y si hay algo que podría destacar serían los insultos!
Llamar puerco o marrano a alguien era, además de despreciarlo, llamarlo judío o converso, algo muy mal visto en la época al considerar a los judíos los enemigos de Jesucristo, y de los que se decían, realizaban extraños rituales, con lo cuál decir este insulto era, en cuestión, dudar de la pureza de la sangre del insultado.
Más extraño era llamar a alguien cabrón, que quería decir que era, además de un cornudo, consentidor de que su mujer le fuese infiel con otro.
Puta, puta vieja, o alcahueta, era uno de los insultos más rastreros que podían decirse, ya que a las putas viejas y alcahuetas eran las mujeres que por edad ya no podían ejercer el antiguo oficio, y se dedicaban a concertar citas adúlteras y esconder relaciones secretas, algo que estaba penalizado con la ley en la época.
Algo que también era penalizado era a un consentidor, que a diferencia de un cabrón, este, además de ser cornudo y consentirlo, lo permitía, siendo de alguna manera, lo que hoy llamaríamos un chulo (de prostitutas).
Sin salir del ámbito de las prostitución, también se solía decir ramera, insulto que se relaciona a las prostitutas que ejercían dicho oficio en el escalón más bajo, en los caminos de las afueras de las ciudades, y que para sus encuentros íntimos, se construían cabañas con ramas, de ahí esta designación.
Lo que se le solía decir a los hombres era puto, refiriéndose a los putus (del latín) de la antigua Roma, que se ofrecían para aquel que gustase de un joven y prieto muchacho y su trasero. También se solía decir bujarrón, palabra hoy conocida por todos, y que venía a decir mentir (buggere del italiano), refiriéndose a que esa persona mentía acerca de su virilidad. He de decir que ser homosexual era castigado con, además de la muerte en la hoguera, a menudo con el aserramiento, que consistía de colgar a la persona de los pies, y aserrarla por la mitad, desde los genitales hasta la cabeza, y con esto, mantener la sangre en la cabeza para tener consciente al ajusticiado durante el doloroso proceso.
Una de las acciones más insultantes y denigrantes que se podían hacer era jalar de las barbas, es decir, tirar de la barba a un hombre, ya que esta se considera uno de sus principales atributos de virilidad. Era tal su importancia, que en la época se solía jurar por lar barbas del abuelo para dar credulidad a algo que están diciendo.
Otro de los insultos que se decían, sobre todo entre la nobleza, era el de villano, y no, no se refiere a un malvado villano de las películas, sino a un persona de villa, situadas a las afueras de las ciudades, y de clase baja, por lo que se consideraba un grave insulto entre las clases altas, que se sentían cuestionados sobre su situación y nobleza.
Y para finalizar con los insultos, tenemos la palabra malandrín, que se refería a la lepra, concretamente una variedad de esta. Como ya sabéis, los leprosos eran considerados lo más bajo y repugnante de la sociedad, e incluso tenían que andar un una campanilla mientras se movían para avisar de que estaban cerca y nadie pasara y pudiera contagiarse.
Y siguiendo con las curiosidades, ahora vamos a adentrarnos un poco más. Cómo ya sabréis, la organización de las ciudades, además de ser algo caótica, también era poco funcional. Las casas estaban construidas unas contra otras, sin luz (como era de esperar) y sin agua corriente ni alcantarillado ¿Conclusión? Esto daba como resultado que los desperdicios eran arrojados por la ventana, lo que daba lugar a la propagación de enfermedades. En algunas ciudades, las calles estaban inclinadas dando a una plaza donde se concentraban todos los desperdicios.
A modo de curiosidad, los famosos jardines de Versalles fueron, por así decirle, el retrete de los asistentes que acudían a las suntuosas fiestas. La razón: el palacio de Versalles, a pesar de contar con decenas y decenas de habitaciones, ¡no tenía baños!, por lo que debían acudir al jardín a hacer sus necesidades.
Como imaginaréis, el bañarse era algo "extraordinario", algo que se hacían una o dos veces al año y si el médico lo recomendara. En Mayo era la costumbre de bañarse, ya que era un mes que daba inicio al calor, y con la intención de que el olor (que en ocasiones llegaría a ser nauseabundo) no fuera excesivo durante los meses de calor. En esa ocasión, se prepara una bañera con agua, en la cuál primero se bañara el hombre de la casa, seguido de los demás varones ordenados por edad, después las mujeres por edad, y finalmente los niños y los bebés, éstos últimos, como podréis imaginar, podían llegar a perderse entre el agua turbia después de haberse bañado todos.
Por esto que en Junio era cuando se celebraban las bodas, ya que en ese mes era cuando toda la familia se bañaba, por lo tanto la novia estaría "limpia" de cara a su boda. Aún así algunas no llegaban a la boda con un olor demasiado soportable, y es por eso que, y aquí aprenderéis algo nuevo, se utilizaban los ramos de flores, es decir, se usaban como un ambientador, para "camuflar" el mal olor de alguna de estas novias. Otro instrumento que se usaba para dispersar el olor era, ni más ni menos, que el abanico. Todo el mundo usaba el abanico como dispersador, en vez de combatir el calor, fijaros hasta que punto llegaba el olor corporal de los habitantes de la época. Sólo las personas de clase alta tenían personas que los abanicaran. Además, por esto las novia. Es por esto que hoy en día Junio suele ser el mes dónde más bodas se celebran y donde vemos a las novias con sus ramos de flores, debido a esta costumbre tan "maloliente".
Y debido a el olor de las personas, se solían usar ropas y vestimentas muy pesadas, para "tapar" este olor. Pero además de mal olor, las personas también eran "marranas" en sus costumbres. Aunque existían cubiertos y platos, éstos estaban fabricados con estaño, el cuál al corroerse debido a su uso, intoxicaba a los comensales y morían. Por lo que una de las alternativas que tenían para servir la carne era cortar el pan duro en rodajas a modo de plato, y se colocaba la carne en el centro. Al acabar, solían remojar el pan en la salsa y se lo daban a los pobres, al menos algo es algo, pensarían los pobres desgraciados. También en las casas nobles (y no tan nobles) se solía poner un pequeño plato junto al de comida que servía como escupidera donde expulsar las moscas, un tanto asqueroso...
Como ya he dicho, la mala higiene trajo consigo muchas enfermedades, y entre ellas, una que destacó y que aún se recuerda en los anales de la historia. La "Peste Negra", de la que muchos habréis oído hablar de ella. Si bien esta se propago desde Asia hasta casi toda Europa a través de las rutas comerciales, las malas condiciones de las ciudades favorecieron su masiva expansión. Se sabe que esta es transmitida de las pulgas a las ratas, y de las ratas a las personas ¿Y donde habitan las ratas? Efectivamente, entre la suciedad, a día de hoy las podemos encontrar en las alcantarillas, pero como os he dicho, en la época no había, por lo que la epidemia atacó con una virulencia sin parangón en la época.
Indumentaria que llevaban los médicos en la época
de la peste negra, a la cuál les protegía de un posible
contagio.
Casi 100 millones de muertos dejó a su paso la Peste, lo que supuso un aumento de demanda en los cementerios. Tal es así, que se veían obligados a abrir las tumbas y sustituir los huesos que había en ellas por los nuevos cuerpos. En ocasiones, la sorpresa saltaba cuando descubrían arañazos, signo de que el difunto había despertado de su letargo y había intentado salir. Ante esta necesidad, tuvieron la idea de atar a los muertos un campanilla unida a su muñeca a través de un hilo que atravesaba el ataúd por un pequeño agujero, así, si este despertaba, movería la campanilla y la persona a cargo de los muertos la sacaría. De aquí proviene la famosa frase "salvados por la campana".
Además, era costumbre tener a los muertos varios días sobre la misma mesa en la que la familia comía y bebías, velando por si estos volvían en si o no.
Ahora, quiero detenerme en algunas anécdotas curiosas sobre la época y personajes famosos.
Carlos I de España y V de Alemania vino al mundo de una forma curiosa; su madre, la reina Juana, en una visita al baño, se encontró con la sorpresa ¡de parir a su hijo!
No menos interesante es la expresión de "cargar con el muerto", ya que en la época, si se encontraba un muerto sin identificar, el pueblo en el que era encontrado debía hacer frente a los gastos del entierro, por lo que si alguna vez alguien se encontraba uno, apresudaramente lo recogía y lo llevaba a otro pueblo que se hiciera cargo, qué curiosos, cargar con el muerto para cargárselo a otro.
Los huérfanos se agolpaban en hospicios, orfanatos e instituciones religiosas que se hacían cargo de ellos. Si un huérfano no tenía apellidos por no conocerse a los padres, se le apellidaba "blanco".
Un "ojo de la cara" es lo que le costó a Diego de Almagro en una batalla de entre una de sus expediciones a la indias, por lo que en la época esta expresión se utilizó a modo de entender que algo sería harto complicado.
Aunque creamos ser unos innovadores, el @ se utilizaba ya en la época, pero como la abreviatura de la preposición latina "ad".
En Francia se han encontrado más de 10.000 castillos de madera, hoy ya destruidos, y los expertos aseguran que si paseásemos por la Francia Medieval encontraríamos uno cada 10 kilómetros.
Los escuderos que se preparaban para ser caballeros tenían un particular rito (lo conoceréis por Don Quijote), y es que la noche anterior al gran día, debían pasar toda la noche velando sus armas vestidos de blanco inmaculado, de ahí la expresión "pasar la noche en vela" o "pasar la noche en blanco".
La expresión "a buenas horas mangas verdes", proviene de la época de los Reyes Católicos, en la que los encargados de velar por la ley y el orden (conocidos como "cuadrilleros"), llevaban una camisa verde bajo el chaleco, por lo que podían verse las mangas verdes. ¡Suponemos que más de uno llegaría tarde a su cita!
Y para finalizar, ¡algunas curiosidades "sexuales"!
Un marido podía "divorciarse" de su mujer si ésta era frígida, pero, y aquí viene lo mejor, si esta pudiera disfrutar con otro hombre, el marido estaba en su derecho de volver a reclamarla.
El adulterio estaba castigado, en un primer momento, por el marido cornudo. Si un hombre pillaba a su mujer con otro hombre, este podía matar a ambos. Con el tiempo, la justicia intervino para regular la ley ante estas situaciones.
Las relaciones sexuales sólo estaban permitidas con el fin era el de procrear, de lo contrario, estaban terminantemente prohibidas. El deseo y el amor eran considerados como una enfermedad, y se repudiaban, ¡qué gente!
Es curioso, y lo digo porque aún se conserva este pensamiento en la actualidad, pero la virginidad se consideraba como una salvación del alma, siendo intrínseca y trascendental, de aquí la importancia de los padres en preservar la de sus hijas. Más de 1.000 años, y aún hoy algunas personas piensan igual.
No obstante, a pesar de los tabúes que rodeaban al sexo, un médico, llamado Bernardo de Godonio, aseguró y sostuvo, que el sexo tenía muchos beneficios para la salud, asegurando que la abstinencia sexual era mala, e incluso peor para las mujeres, ¡todo un adelantado a su época!
Se evitaba, en la medida de lo posible, que los varones comieran demasiada carne, ya que se creía que esto incrementaba la segregación del líquido seminal, y por tanto, el deseo.
Pillar a un señor teniendo sexo con la servidumbre implicaba el castigo de pasar 20 días a base de pan y agua.
Bueno, espero que os haya gustado esta entrada. Si conocéis más anécdotas o curiosidades, no duden en compartirlas.
Atte.