Tomás Campos se fotografía con uno de los turistas que le pidió una instantánea en los templos de Borobudur.
Viajeros campeones del mundo
Recuerdo todo aquello con nostalgia. Y una carcajada, claro. En 2010 recorrí Indonesia con Tomás Campos. Acabábamos de ganar la Copa del Mundo de fútbol en Sudáfrica y nuestra maleta era la camiseta de España y diez (cosas) más. Aquel verano, tras hacer escala en Doha y aterrizar y pernoctar en Yakarta, volamos a Yogyakarta. Nuestro primer destino, los templos de Borobudur. Fue, como quien dice, poner el pie en un templo y darnos nuestro primer baño de masas. En especial Tomás, que siempre ha tenido un especial sexappel para estas cosas. Las castañuelas se tornaron en guiños cómplices, caras de admiración y, por supuesto, una indiscriminada petición de fotos. No diré que lo imprevisto de la presión popular obligó a Tomás a encaramarse a lo alto de las campanas de piedra, pero casi.
En Tailandia, el camarero del restaurante en Chiang Mai era aficionado de España y se fotografió con nosotros.
A Tailandia como campeones de Europa
Algo de esto nos olíamos dos años antes, cuando estrenamos condición de campeones de Europa en color en un viaje por Tailandia y Camboya. La primera parada fue Chiang Mai, en el triángulo de oro, y nuestra primera elección gastronómica, una tranquila terraza en una típica casa de la zona. Concluida la comida, el camarero superó su timidez inicial para pedirnos una foto con aquella camiseta que lucía con orgullo. Fue un gran impacto. ¡En aquel remoto lugar sentían admiración por la selección española! Villa, Torres, Xavi, Iniesta, Silva, Puyol, Sergio Ramos y compañía se habían convertido en los iconos con los que nos identificaban como viajeros. ¿Quién no ha vivido aquello de: “Soy español”, “Ah, Tores, Tores”? Hasta las estrellas de rock locales suspiraban por inmortalizarse junto a un representante de La Roja.
Tomás Campos fue la estrella en los templos de Borobudur gracias a la camiseta de España. Éramos campeones del mundo.
Los Toraja y su curioso ritual
El caso es que Tomás siempre ha sido amigo de viajar ataviado con camisetas futboleras (Sevilla FC en sus versiones de Liga y Europa League, Tigre de Argentina, Vissel Kobe de Japón…). Es verdad que ninguna le ha granjeado tantas satisfacciones como la de España, pero no es menos cierto que ha estado a punto de depararle algún que otro disgusto. En el comentado viaje a Indonesia de 2010, el empecinamiento de un tercer compañero de fatigas por conocer a lo grupo étnico de los Toraja y su espeluznante ritual de la muerte (tiene la curiosa costumbre de sacrificar búfalos para ayudar al difunto a ganar el paraíso) nos condenó a quedar arrinconados durante diez días en la isla de Sulawesi. Algunos dirán que un rincón paradisíaco, otros que solitario y condenadamente aburrido.
Varios travestis nos fotografían con la camiseta de España en la playa de Bira, Sulawesi (Indonesia)
Unos groupies travestidos
Por suerte, en aquel sopor de días interminables sucedió una divertida escena que tuvo que ver con nuestra camiseta de España y el inigualable encanto de Tomás. Mientras paseábamos por la solitaria playa de Bira, un grupo de enloquecidos (o enloquecidas) groupies travestidos nos asaltó cámara en mano dispuestos o dispuestas a retratar cada uno de nuestros gestos. Luego se turnaron para posar con nosotros. Aún pienso en aquella escena y me pregunto: ¿fue fruto de nuestro encanto personal o se movieron atraídos o atraídas por la camiseta de España? Me temo que viviremos siempre con esa duda.
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