COVID19. ESTADO DE ALERTA. DÍA PRIMERO DOMINGO 15 de Marzo. 02:47h.
Después de haber pasado unos días de incertidumbre y los que aún quedan por venir, en España se decreta el estado de alarma para contener la expansión del coronavirus, pandemia mundial que sufrimos en estos momentos.
Estoy atenta a las noticias, algo que no hacía desde hace tiempo, pero ahora, tras empezar a tomar medidas mucho más serias y drásticas en todo el territorio, comenzamos parece ser, a darnos cuenta de que es responsabilidad civil que esta epidemia se vea frenada porque todos y cada uno de los individuos, seamos cívicos, y conscientes de que permanecer en casa es la mejor manera de combatir los contagios masivos.
¡Alerta!
esa palabra que de por sí ya asusta, y si escuchamos cómo lo definen en las noticias, podemos entender que casi ninguno, hemos vivido una situación similar en nuestras vidas, que todo lo que oímos decir sobre lo que significa declarar un estado de alerta en un país, sea por la causa que sea, es una medida estricta, contundente y necesaria para intentar resolver una situación como la que estamos viviendo a nivel mundial.De momento me bloqueo al escucharlo, me sobrecoge la sensación de miedo, de incertidumbre y más, cuando tras casi una semana de estar sola en casa, de sentirme aislada de mis hijas, del padre de mis hijas, hermanos y demás familia, por fin anoche, día 15 de Marzo, consigue regresar a casa mi madre, que se encontraba de viaje justo en el momento en que se anuncia la cancelación de todos los viajes del imserso.
Vivimos unos días tensos, con noticias y acontecimientos cambiantes constantemente. Procesar la información es algo confuso.
Nos hace expresar a mis hermanos y a mi, el disgusto y la tensión de no saber qué sucedería con mi madre y con su regreso necesario y obligatorio a casa.
Hoy primer día de cuarentena.
Expresar realmente lo que sentí anoche al ir a la estación de autobuses a buscar a mi madre y su novio, es algo complicado. Estaba deseosa y aliviada de saber que los retornaban a casa.Personas en grupos de riesgo por edad, más propensas al contagio por coronavirus y sus posibles complicaciones, que para otros grupos de la población.
Mi sorpresa al ver a esas personas bajando del autocar, ajenos realmente a la sensación que yo tengo de peligro, de ver cómo se despiden, con abrazos, ante mi mirada de censura, de enfado y desmedida tensión, que apenas puedo controlar.
Recibo sin besos ni abrazos a mi madre y su novio, con cara de pocos amigos, con una sola idea en mi cabeza, la de pensar que puedo ser yo quien enferme a mi madre o quizá, sean ellos los que me contagien a mi.
Impotencia al no saber muy bien cómo actuar ante una situación que me parece sacada de un libro de ciencia ficción.
Supongo que como a muchos, sentir que aunque es una realidad la que estamos viviendo, tenemos la sensación de estar soñando todo lo que pasa cada hora del día, que no es cierto lo que oímos y vemos en televisión, que no puede estar pasando e imaginamos que rápido se acabará sin que nos demos cuenta.
Al llegar a casa ganas de abrazar a mi madre y decidir no hacerlo.
Escuchar qué tiene que decirme y sentirme tan distante aún teniéndola delante, que me cuesta concentrarme en ella.
No paro de pensar si algo haré mal para causarla un mal, si no sabré que estoy infectada y pensar que es en casa donde estará a salvo, y en realidad suponga una trampa y por mi culpa, termine en un hospital.
Tras descansar por agotamiento las dos, ella por su viaje y preocupación, aunque intente disimular, y yo, porque he salido a caminar unos ocho kilómetros sola todos los días anteriores, para caer agotada en la cama, dormir rápido para no pensar más, amanecemos en casa por fin juntas.
Mis hermanos y familia aliviados, y nosotras distantes y con una sensación de peligro en las venas, con las palabras entrecortadas y asfixiadas, con las conversaciones preocupadas y las expresiones condescendientes.
Intentamos mantener la calma y ser racionales y responsables, aunque no sabemos muy bien cómo.
El día ha transcurrido en deshacer maletas y lavar ropas, limpiar y recoger, tender coladas y en mi caso, preguntar e informarme de qué debería o no hacer si caemos enfermas alguna de las dos, o las dos.
Resolver dudas, leer noticias, artículos, comparar informaciones, ver vídeos, preparar algo de comer, charlar e ir encontrando ese punto de unión, de equilibrio.
Ver unas películas e intentar olvidar al menos por unas horas la realidad, algo que provoque en nosotras las risas, el olvido de lo que sucede, al menos por unos momentos de los muchos que nos quedan por soportar aún.
Un día de llamadas y conversaciones de familia para saber cómo y qué hacen los demás, si están bien, llamadas de ánimo y apoyo, de escucha, de opiniones y desvaríos, de compartir en la distancia, situación que deseamos no tener.
Querer escapar a esta historia que parece de película y quisiéramos no estar viviendo.
En definitiva, un día de incógnitas sin resolver intentando guardar el tipo, disimular la aflicción e intentar pensar en la cantidad de cosas que debemos pensar en hacer durante estos días de reclusión.
Pensar en lo que viene y desear que de todo esto aprendamos y seamos más fuertes y solidarios, más humanos y menos egoístas, más cabales y menos individualistas, porque todo esto da miedo y asusta, y el que diga lo contrario, miente.