Marzo cierra de una manera curiosa y agridulce. Con un montón de sentimientos encontrados y reflexiones dejadas a medias en la mesita de noche. Para cuando haya tiempo. Para cuando importen de nuevo.
Cierro marzo a 8 de abril sintiendo que ha sido un mes semivacío de cosas importantes. A pesar de haber sido el mes en que hice mi examen de Estado y previo a la colegiatura de abogacía, a pesar de haber sido el mes en el que descubrí por fin qué era lo que me impedía dormir por las noches. A pesar de haber sido un mes lleno de recetas nuevas, proyectos a medio empezar y reencontrarme con mi ex: Mi NikonD3100 de aficionada que podría explotar mucho más de lo que lo he hecho durante los últimos 5 años y con la que he capturado momentos como éstos:
(Esas fotos son de esta pasada semana santa aquí, en Coruña. Habría sido una semana muchísimo más productiva, pero la alerta naranja por tormenta y el temporal no ayudaron en absoluto.) Marzo termina para mí con la sensación agridulce de sentir que has perdido algo que ni siquiera sabías que estaba ahí y que de alguna manera necesitabas.
Abril ha comenzado con el agobio del preguntarte “¿Y ahora qué?” que tanto me atormenta estos últimos días. El momento de decidir qué camino seguir andando no es sólo mío y eso le añade algo de presión a toda la situación. La sensación de tener oportunidades delante y no saber exactamente cuál escoger. El miedo a que las cosas no salgan como queremos y las ganas de que todo salga como esperamos.
Y no sé, aprender a tomar decisiones es muy difícil. Sobre todo cuando se trata de cosas que te van a cambiar la vida, a corto o largo plazo. Da miedo pensar que estás eligiendo mal. A pesar de ser este el centro de mi pensamiento este mes (y probable hasta finales de julio) lo que llevo años intentando aprender y que finalmente he terminado de comprender es que no deberíamos suplir nuestras carencias con los demás. Dicho así suena súper obvio pero es que tengo que explicarlo.
Durante años he estado buscando a alguien que sustituyera a otro alguien que perdí hace más años aún. Y lo curioso es que durante esta aventura he encontrado a muchos alguiens y mientras al principio pensaba “Ya está, es este. Dejo de buscar” poco después resultaba que no. Que eso solo era el principio y que en ese alguien había muchísimo más de lo que yo creía.
A día de hoy son personas que conservo en mi haber de amigos y gente a la que le tengo mucho cariño, aunque no haya conseguido sentirme plena. Ahora comprendo que no es por ellos, ni tan siquiera por mí. La idea de que intentar encontrar a alguien que sustituya a otro alguien por puro capricho es tan absurda e infantil que darme cuenta no fue ni de lejos bonito ni agradable.
Y está bien. Ya he dejado de buscar. No porque me haya rendido, si no porque me he dado cuenta de que está bien que ese primer alguien ya no esté en mi vida. Aunque me duela y a veces le vaya a visitar y me siga atormentando cómo terminó todo tan “mal” y sepa que es imposible que vuelva al menos físicamente hablando, buscar a alguien que se le parezca mínimamente no es justo ni para ese alguien ni para el nuevo alguien. Todos merecemos ser reconocidos como especiales y únicos (porque lo somos)
Y bueno, el resumen de las cosas que este mes me ha costado aprender:
Tomar decisiones que sabes que van a repercutir MUCHO en tu futuro.
Pasar página y dejar a alguien descansar.
Darme cuenta de que durante años he vivido frustrada por mi propia incompetencia y decidir dejar de buscar. Por mí. Y por las personas que quiero.
Que tener un lado feo y que te avergüenza no te hace menos válido ni peor persona. Sobre todo si te das cuenta de ello, lo aceptas y trabajas para mejorar.
Y hasta aquí el resumen del mes de marzo. Estos siguientes meses (abril y mayo) quiero aprovecharlos y viajar un poco antes de volver a casa. Se vienen cambios grandes y quiero intentar darme el gusto de disfrutar sin sentirme demasiado culpable por ser feliz, no puedo pedir mejor compañía (eso está claro) y lo único que queda es esperar que todo salga bien.