Queremos desconectar de las obligaciones diarias, de los problemas y de las preocupaciones: los problemas con el jefe, que la empresa está a punto de cerrar, las facturas que se acumulan, que nuestro hijo no va bien en los estudios, que discutimos con nuestra pareja,... Y nos planteamos las vacaciones como un paréntesis en el que nos relajaremos y disfrutaremos.
Pero, para determinadas personas, las vacaciones en lugar de ser un periodo de descanso, se convierte en un motivo de estrés.
Algunas personas tienen unas expectativas muy altas puestas en las vacaciones porque piensan que van a ser la solución a todos sus problemas. Se esfuerzan por no pensar en sus problemas y están dispuestos a disfrutar a toda costa. Y de alguna manera, esa presión por pasarlo bien se nos puede volver en contra porque estaremos tan pendientes de disfrutar y de apurar hasta el último minuto de nuestro período vacacional que no estaremos viviendo el presente.
También hay personas que son adictas al trabajo y no saben disfrutar del periodo estival. Sienten que están perdiendo el tiempo y se sienten vacías porque todo su mundo se reduce al trabajo. Ese vacío les hace llenar todo el día de actividades sin llegar a disfrutar de ninguna de ellas o bien a no saber qué hacer, esperando que llegue el día de vuelta a casa.
8 consejos para disfrutar al máximo de tus vacaciones
Tanto en un supuesto como en el otro, podemos arruinar nuestras vacaciones si no seguimos determinadas pautas:
Tener una visión realista de las vacaciones. Las vacaciones son un tiempo de descanso, en el que rompemos con la rutina diaria, nos relajamos respecto a las reglas y normas del resto del año y también somos más flexibles con los horarios. Todo ello facilita que la persona se sienta más relajada y con menos presión.
No obstante, debemos ser conscientes de que las vacaciones son un tiempo de descanso pero no la solución a todos nuestros problemas. Podrán ayudarnos a relajarnos, a recargar pilas y a tomar perspectiva sobre ellos para poder enfrentarlos de vuelta a casa.
Planificar un presupuesto para las vacaciones que también incluya un apartado de imprevistos.
Es importante fijarse el gasto que se puede asumir para que a la vuelta no haya sobresaltos y nos lleguemos a sentirnos culpables y agobiados por el dinero gastado.
Cuidar de nuestra salud. Es importante que evitemos excesos con la comida y la bebida que puedan hacernos enfermar y arruinar nuestras vacaciones. Eso no quiere decir que no podamos comernos un helado o salir a cenar, pero sí que tenemos que procurar comer de manera equilibrada, tomando mucha fruta y verdura e hidratarnos, tomando muchos líquidos como agua, zumos, licuados, etc. que nos refrescarán y nos ayudarán a reponer las sales minerales que perdemos con el sudor.
Practicar ejercicio regularmente evitando las horas de máximo calor para prevenir posibles golpes de calor. Pasear o correr por la playa al atardecer y nadar pueden ser buenas alternativas para mantener nuestro cuerpo activo y en forma.
Dedicar tiempo a aquellas actividades y hobbies que nos gustan y que durante el año no podemos practicar como leer, escribir, bailar...
Pasar tiempo con nuestros familiares y amigos para reforzar los vínculos y sentirnos queridos.
Aprovechar parte de nuestro tiempo para visitar lugares nuevos, practicar deportes y vivir experiencias nuevas que nos enriquezcan.
Tener un tiempo para nosotros mismos, para dejarnos sentir, para meditar y conectar con nuestro interior, para ser conscientes de lo que sentimos y de lo que necesitamos. Es un buen momento para reflexionar sobre cómo nos va la vida, sobre aquellas cosas que queremos cambiar o hacer. Podemos dedicar un tiempo diario a profundizar en nuestro autoconocimiento y en valorar hacia dónde va nuestra vida.
Recordemos que las vacaciones son necesarias. Tanto nuestro cuerpo como nuestra mente necesitan desconectar y romper con el frenesí diario: obligaciones, trabajo, tráfico, problemas... No importa dónde vayamos de vacaciones o cuánto dinero nos gastemos en viajar o en realizar actividades. Lo importante es la actitud que tenemos ante la perspectiva de las vacaciones.
Ver las vacaciones como un periodo para cuidarnos mejor, para pasar más tiempo con nuestra familia y con nuestros amigos, para hacer aquellas cosas que nos gustan y para dejarnos sentir y llevar es todo cuanto necesitamos para disfrutar de nuestras vacaciones. Es un periodo para reír, para dejar que salga nuestro niño interior, para volver a ilusionarnos, para compartir experiencias y para redescubrirnos a nosotros mismos.
No se trata de cuán lejos hemos viajado ni de cuánto dinero nos hemos gastado ni de cuantas estrellas tenía el hotel en el que nos hemos alojado, sino de cuantos buenos recuerdos almacenamos en nuestra memoria, de cuantas carcajadas hemos compartido, de cuantos paseos por la playa hemos dado y de cuantos momentos de plenitud y de auténtica conexión con nosotros mismos y los demás hemos vivido.