Hace poco leí a Cristina de Yellow Mandarin confesar con el corazón en la mano cómo la rutina la trastoca a fondo. Y me sentí identificada, a pesar de no tener hijos que vuelvan al cole. Y leyendo los comentarios que le dejaban en el blog, me di cuenta que es un universo compartido por muchas de nosotras, independientemente del tipo de familia, trabajo o vida que lleves.
Debo admitir que leerla fue un alivio: “Vaya, que no soy la única…” Me quedé pensando en ello, porque es una de mis luchas diarias: cómo llevar la rutina y no amargarme por tonterías.
Yo exploto muy fácil. Y peor aun a veces suelto unas frases que fulminan a cualquiera. Al menos he aprendido a controlar y mantener mi boca cerrada, porque bien decía mi abuela que el agua derramada no se puede recoger.
Callada, pero cual toro resoplando por todos los rincones. No tengo niños. Mi rutina y mis desquiciadores son otros. Una casa que a veces se me viene abajo, nuestros 3 guapísimos bulldogs que van soltando pelos, babas y amor a partes iguales, un suelo que siempre-siempre-siempre-siempre tiene pelos, y yo dentro de ese mundo.
Además he tenido que acostumbrarme a trabajar desde casa, y al mismo tiempo a encargarme de ella. Y yo, sinceramente: no sé limpiar.
Pero, luego de muchos malos ratos, de enfurecerme yo sola -porque está claro que nuestra cabeza se pregunta y responde a sí misma, y se va haciendo un lío- he aprendido a intentar respirar de forma consciente. El famoso cuenta hasta… y cálmate. Sólo eso.
Intento ser consciente de que molestándome, sólo gano resoplidos y malas caras, y meterme en un camino del que luego me cuesta salir.
Me niego sencillamente a arruinarme el día por pelos, por platos que no se han lavado, o por toallas húmedas dejadas al olvido sobre la cama. Eso es todo. Parece sencillo, pero no lo es: hay que negarse.
PD: no es la primera vez que hablo de esto, bien sea con humor sobre vivir con los chicos o 7 mañas universales, sobre la primera vez que sentí la nueva rutina de vivir aquí y el mejor recordatorio para no amarganos porque la vida es un suspiro