Llamaron a la puerta rompiendo el momento. Era su jefe, para avisarle de que en media hora saldrían a desayunar y dar un paseo por la ciudad. Tenía que darse prisa, una ducha rápida, un poco de maquillaje, colorete y rímel, el tiempo no daba para más. Unos vaqueros, un jerséis, los botines, el abrigo y el bolso. Lista.
La llevaron a la parte alta del barrio de Montmartre, en el que ella ya había estado. Desayunaron en un restaurante que él conocía bien.
- Hoy te enseñaremos el barrio de Montmartre, donde nos encontramos. - Le explicó él, mirando también a la niña para hacerla partícipe de la conversación.- Se conoce como el barrio de los pintores. Nos encontramos en la Place du Tertre, en la parte más bohemia del barrio. En esta zona de París se encuentran los más antiguos cabarets de la ciudad y la Basilique du Sacré Coeur, a la que iremos luego.
Ella asentía con la cabeza prestando mucha atención, aunque ya sabía todo lo que le estaba contando, no quería decepcionar a la niña, así como su ilusión de enseñarle París. Además, eso le haría salir de sus recuerdos, aunque sabía que no se borrarían.
Terminaron de ver la Basilique du Sacré Coeur y bajaron la escalera hasta la parte más baja donde seguía estando el carrusel, en el que Léa montó.
- Mañana por la mañana te dejaremos sola...
¿Llevará a la niña a donde desapareció su madre? No puede ser, la niña puede enterarse de todo y puede hacerle daño. Los adultos siempre pensando que los niños no se enteran de nada y eso no es verdad, están más atentos y captan todo lo que hay a su alrededor más rápido que los mayores. Pensó, aunque contestó:
- Está bien. - Lo miró asintiendo con la cabeza y añadió - Tendré el móvil encendido por si necesitas localizarme.
- Nos veremos por la tarde.
Ella asintió nuevamente con la cabeza quedándose con la duda de dónde iría al día siguiente con la niña.