y más que el peso de mi conciencia en la derecha,
cayo sutilmente a la fiera que amordaza mi ser,
mientras mis pálidos labios se agrietan de miedo
Inhalo el pasado que posa en mis manos como si de droga se tratase...
Aún las malditas bocas muertas muerden mi corazón,
arrancan descuidadamente la costra de cada herida,
indagando en la profundidad de mi calvario
Recuesto mi dolor en hombros de la soledad misma,
divulgando que mis ojos son ciegos incluso a la luz tenue...
A los atardeceres que se esconden en pechos ajenos.
Hoy, sumo este dolor,
al maldito peso de tu ausencia.