Andorra es un pequeño Principado. Está situado al norte de España, justo en el límite y a las puertas de los Pirineos. Es un país que depende de España para su gobierno, tanto como de Francia. Su cultura depende mucho de estos dos países también. No tiene aeropuerto ni salida al mar o río alguno navegable. No tiene una industria propia, ni una ganadería, pesca, agricultura, minería. No tiene ejército ni armas. Sus habitantes, en un supuesto, son sus únicos defensores en una hipotética confrontación bélica, por lo que las armas están permitidas. Otra cosa de la que no dispone, es de violencia y recién el año pasado, se ha permitido la prostitución por primera vez, aunque creo que la ley que rige esta posibilidad, se cumple desde este año. Ante una vaciedad tan acusada de medios de vida, uno no puede menos que preguntarse cómo hace su gente para vivir. La respuesta es simple. Es un pequeño paraíso fiscal y además, viven del turismo. Con esto y el comercio, ellos se bastan para vivir en perfectas condiciones. Su ciudad más importante es Andorra la Vella: así como se escribe, con V.; aunque también lo es y no mucho menos Sant Julià de Lòira que está distante a unos pocos minutos, (tres en coche) de la anterior. Sus ciudades son pequeñas, apenas tienen un puñado de habitantes. No he visto el mal humor en sus caras. Todos sonríen con facilidad y si uno se interna en uno de los innúmeros paseos que ofrece su exterior, al encontrarse con un campesino, puede entablar una amena conversación por nada o por cualquier excusa. Cuando me vine, estaban preocupados por la alarmante cantidad de desempleados o desocupados que había: una cantidad nunca vista y que disparaba la alarma en sus corazones: ochocientas almas no tenían empleo. Sólo comparable a España, Argentina o Estados Unidos, una cantidad de desocupados así, ¿verdad?
Pretendo mostrar algo de sus paisajes en una próxima ocasión, espero encontrarte aquí. Te hablaré de un país cuya capital puede verse desde una colina y cuyo límite de cabo a rabo, puede cruzarse en menos de una hora, de los cigarrillos baratos y el licor que te puedes llevar puesto, pero no en cajas… de las pistas de nieve y de un río que se torna resbaladizo en invierno, de la nieve en su ciudad y de un río que es menor que el Zanjón que cruza Mendoza.