ANDAMIO DE MUJERES
Hace poco más de un año viví una de las manifestaciones más excitantes de mi vida. Prácticamente hacía dos meses que había aterrizado en Madrid y llegó el 8 de marzo. El ambiente estaba caldeado. Las mujeres, cansadas de ser invisibles en un mundo mayormente patriarcal, decidimos romper con el silencio y hacednos oír. Cada una a su manera. Algunas colgamos delantales de nuestros balcones, otras leímos textos de mujeres escritoras en clase, o cambiamos la foto de perfil de nuestro teléfono, se dio la oportunidad de hacer huelga, se llenaron las calles de gritos feministas, y el morado dejó un halo de color en nuestro propósito: ser iguales en un mundo de injusticias sin sentido.
Exhausta por el movimiento que se estaba generando, y aprovechando que estaba en una ciudad inmensamente grande, decidí acercarme a la manifestación esa tarde para vivir un momento histórico, y fue increíble. Me lancé a la calle con un cartel que reivindicaba la ausencia de mujeres en mi temario de oposición. Avanzaba envuelta en el eco de los mensajes que clamaban igualdad, entre bailes y música que amenizaban la marcha, sintiendo un inmenso calor humano en un día donde el sol asomó poco entre las nubes, y la luna, aunque estaba en estado menguante, relucía inmensa en el cielo.
Ese día decidí incorporar cambios en mi vida. Acababa de empezar a trabajar como profesora y no quería dejar pasar la oportunidad de visibilizar a las mujeres en mi aula. Desde mi especialidad, podía darle vida a esas escritoras olvidadas por la historia, borradas del mapa en los libros, acalladas por una sociedad donde los hombres tenían el privilegio de ser. No quería participar de ese silencio y decidí incorporarlas a la vida de los adolescentes que pasaban por el instituto, para demostrarles que la cultura no es cuestión de género. Y así lo hice. Les conté en cada oportunidad que me brindaban las clases que las mujeres fueron igual de creativas que los hombres en cada época ya pasada y que retrataban el mundo en el que vivían con la misma preocupación y lucidez que lo hacían los consagrados escritores de los movimientos de la literatura que estudiábamos.
Como no podía hacerlo de otra manera tuve que crear un anexo. ¿Sabes lo que conlleva el significado de esa palabra? Un anexo es algo que va unido a otra cosa de la cual depende. Y así es como nos ha tratado la vida a las mujeres a lo largo de la historia, como anexos de los hombres.
En mi pequeña tarea de ser feminista empecé a descubrir a mujeres escritoras de las que nunca había oído hablar. Mi compañera Mercedes me invitó a una charla en el Instituto Cervantes en la que se iba a hablar de una escritora y periodista española que resurgió de las cenizas después de ochenta años olvidada.
Luisa Carnés nació en el madrileño barrio de Las Letras, en el seno de una familia humilde, y tuvo que trabajar desde muy pequeña para librar la batalla del hambre. A los once años se convirtió en aprendiza de un taller de sombreros, y después de algunos oficios más, trabajó como camarera en un salón de té, de donde nació su obra más notable, Tea rooms, Mujeres obreras, escrita en 1934, que aborda desde su visión feminista, la dureza a la que estaban sometidas las jóvenes mujeres obreras frente a la facilidad de las clases acomodadas.
La modesta vida que la acompañó, la convirtió en una mujer autodidacta, refugiada desde niña en la lectura. Así se fue aproximando a escritores importantes, que la impulsaron a llenar páginas en blanco con sus escritos. Su faceta como escritora crecía, y encontró un puesto en una editorial que la acercó a sus aspiraciones. En ella trabajaba como secretaría, pero aprovechó la situación para mostrar sus textos, y consiguió publicar por primera vez en 1928. En toda su obra se refleja la desigualdad de clases, la opresión de la mujer en un mundo de hombres y una sensibilidad exquisita que enlaza con su gran capacidad de observación para el retrato de las experiencias humanas. Desde México, ciudad que la acogió en su exilio, siguió con su labor de escribir hasta su repentina muerte.
Ella es solo una de las muchas féminas borradas por la historia de la literatura, considerada ahora como una de las escritoras de la Generación del 27, a la altura de escritores de esta época tan ecléctica de las letras españolas de los que conocemos de sobra sus nombres. Como ella, las mujeres de esta época tuvieron que escarbar con uñas y dientes para labrar su sueño, y nada impidió que lucharan por conseguirlo. Y es que, como en todos los campos, en la literatura, hay un andamio que confirma que la historia contada es solo una parte de la realidad pasada.
Arte callejero: Foto de María Rubio del Amor
Hagamos como Las Sinsombrero, impidamos que se opriman nuestros sueños lanzando sombreros al viento porque, en una balanza, las mujeres estamos al mismo nivel que los hombres, aunque tengamos que luchar por demostrarlo.
Por suerte, ese pensamiento está cambiando. Poco a poco se visualiza la figura de la mujer desde un punto de vista más igualatorio, y aunque queda mucho camino por recorrer, estamos allanando el terreno para destruir las piedras del camino que nos merecemos. El tiempo nos pondrá en nuestro sitio, pero todavía cabe preguntarse: ¿Cómo no voy a ser feminista en un mundo que impide la igualdad de derechos humanos?.