Cuenta la historia que en Quedlinburg fue donde tuvo lugar el nacimiento de la nación alemana (Germania). En la iglesia del castillo, situado en una de las dos colinas en las que se asienta la ciudad, se celebró la coronación del Rey Heinrich I en el año 919.
Mi relación con Alemania, por motivos familiares, empezó cuando yo tenía catorce años. Ya ha llovido desde entonces. Por esa razón no es un país extraño para mi y mucho menos habiéndolo recorrido por carretera desde el sur hasta el Mar del Norte.
En mi andadura he descubierto que soy una viajera que gusta de profundizar en todas las particularidades de cada lugar por donde paso sin prisas, por eso se da la circunstancia de que he visitado varias veces los mismos países. Debido a la falta de tiempo siempre me quedan asignaturas pendientes en todas partes e invariablemente me digo mentalmente "Aquí tengo que volver". Disfruto mucho viajando, charlando con la gente de cada lugar... Es mi mayor lujo.
Como habéis observado he comenzado el post con un dato histórico. No es mi intención llenaros de información fuera de contexto en un blog de cocina pero en este caso creo que se requiere un mínimo necesario para poder comprender la importancia que tuvo este lugar en la Edad Media.
Hay referencias escritas de que en el año 994 Oton III (otro Rey alemán) colocó la primera piedra para la construcción de esta hermosa ciudad. Por la misma época se acuñó una moneda propia y se creo la primera aduana. En el año 1364 la ciudad prosperó tanto que pasó a formar parte de la Liga de las ciudades de la Baja Sajonia, y en 1426 de la Liga Hanseática (Hanse) Una Federación creada para defenderse de los enemigos y proteger su floreciente comercio.
Voy a hacer un pequeño inciso para apuntar que a la Hanse también pertenecieron, entre otras muchas, la ciudad Estado de Hamburg, situada al Norte del país, donde además reside desde hace años una de mis hermanas. A día de hoy es también el mayor puerto comercial de Alemania.
Lübeck que forma parte del Estado federado de Schleswig-Holstein, es muy famosa por su mazapán, y Lüneburg (Baja Sajonia) ciudad con un encanto incomparable, de verdadero cuento de hadas, y con una rica arquitectura similar a la de Quedlinburg.
En mi opinión todas ellas forman la trilogía de ciudades que nadie se debería perder.
Desde Hamburg se puede viajar en tren a Lübeck en apenas media hora. Los trenes son sumamente puntuales. Si marcan la salida a las 9,04 no lo encontraréis en el andén un segundo después, como mucho veréis la cola del último vagón como se aleja. Y no exagero nada.
¿Qué os puedo decir de Lübeck de particular a parte de los datos históricos que encontraréis en cualquier guía? Pues que en esta ciudad nació el famoso escritor Thomas Mann, Premio Nobel de Literatura. Su novela más premiada "Los Buddenbrook" estuvo inspirada en una familia de Lübeck. Quizá lo recordaréis más por otro de sus libros, también muy famoso, "La montaña mágica".
En invierno la gran Feria de Navidad es una atracción para toda la zona. Va a visitarla y a hacer sus compras navideñas gente de todas partes. En muchos establecimientos sirven el típico vino tinto caliente con clavo. ¡Buenísimo!
Como podemos olvidar el mazapán. En el centro se encuentran numerosas tiendas y pastelerías donde comprarlo. En barras, envasado con forma de figuras de animales, o de corazón, a granel, lo que más os guste. Hay que tener en cuenta que Lübeck tenía un comercio muy floreciente y por ello llegaban a su puerto mercancías de todas partes del mundo. No es de extrañar que utilizaran las almendras (producto no autóctono) para hacer un dulce que ya se lleva fabricando desde principios de 1800. El pastel de mazapán, también muy solicitado, se sirve en casi todas las cafeterías de la zona.
Un dato. Si queréis probar las frikadellen, existen unos pequeños establecimientos de comida preparada donde las venden para llevar. Son unas hamburguesas especiadas hechas con carne de ternera y cerdo que a mi particularmente me encantan. A veces van acompañadas de patatas fritas.
Hace cinco años, al poco de abrir este blog, hice un post explicando sus particularidades. Si clicáis sobre la imagen os llevara a la receta.
Bhonen, Birnen und Speck, un potaje típico de la Baja Sajonia. Otro plato tradicional. Lastima que en España no pueda conseguir el tipo de pera adecuado ni tampoco es fácil encontrar el tocino ahumado que le da el sabor y aroma tan característico.
Bhonen, Birnen und Speck
En Lübeck podéis coger un Ferry para ir hacia el Norte hasta Travemünde, muy cerca del Mar Báltico. Otro viaje que vale la pena hacer.
Travemünde está situado en la desembocadura del río Trabe. En el pasado formó parte de un enclave militar y muchos Km. de su territorio estaba cerrado al público. Hoy en día el pueblo es muy visitado por su balneario y gran su playa. Los cuatro Km. de costa se pueden recorrer a pie por un camino de tierra que bordea el mar.
En esa ruta encontraréis numerosos establecimientos de comida rápida, parques para niños, y zonas verdes donde hacer pic nic.
Casas a lo largo de la playa de Travemünde, justo en la entrada al canal. Mis fotografías no le hacen justicia. Es un lugar precioso. Lástima no poder coger una vista aérea de la zona.
El ferry desde Lübeck llega hasta el pueblo cuyo centro apenas ha cambiado durante siglos. Es el mayor puerto de transbordadores de Alemania y sitio de veraneo de muchos ciudadanos alemanes. Casas sencillas de pescadores y pequeños restaurantes donde comer buen pescado, conviven con grandes mansiones y el balneario, lugar muy popular entre los jubilados.
A la orilla del canal se puede encontrar algún barco restaurante. También hay pequeños puestos ambulantes donde comprar aperitivos para llevar, hechos con productos del mar. Los pescados ahumados son un referente en toda la costa, pero también en toda Alemania. No sé si recomendarlos, si se prueban es muy probable que al volver a España ya no gusten los que nos venden envasados. Ni siquiera los he podido encontrar en Lidl de calidad parecida. Por esa razón el salmón en casa lo marino yo. No se come otro.
Salmón marinado con sabor de ahumado
Me gustan los ahumados de arenque cortado en filetes, sobre pan tostado de centeno untado con una ligera capa de buena mantequilla... ¡Sin palabras!
El agua de la playa está fría de morirse, ¡Aviso!. Recuerdo que metí un pie y me quedó morado ¡Y no es bromaaa!. Si en Pontevedra no pude pasar de la tripita, en Travemünde no me llegó ni al tobillo, jeje!.. Cuando no hace viento y hay sol incluso puede hacer calor, eso si. A todo lo largo de la playa se pueden ver unas butacas de mimbre para alquilar, con tejadillo y cortinillas. La gente las usa para tomar el sol resguardados del viento, así que imaginaros. No estamos hablando del Levante español, hay que tenerlo en cuenta eh!..
Vi una inscripción que me llamó la atención. Se dice que de este puerto partieron algunas familias de judios con rumbo a Suecia, antes de que empezaran a cerrar todos los posibles caminos de huida. Más tarde Suecia colaboró en la contienda, aunque aún les cuesta reconocerlo, así que ya os podéis imaginar el resultado. No me extraña nada el hecho de que muchos no se fiaran y, si tenían el dinero, cogieran otro barco rumbo a América.
No podía dejar de enseñaros el Passat, un velero construido en 1911 que se empleó, en su momento, para hacer la ruta hacia Sudamérica. Se puede alquilar para celebraciones de bodas y fiestas de todo tipo.
A simple vista no parece interesante, pero no se ven muchas casas con el tejado típico alemán hecho con brezo prensado. Por eso tomé las fotografías.
En toda Alemania es muy llamativa la ausencia de rejas en las ventanas de las casas. Aunque últimamente la gente pone persianas en la primera planta porque han habido algunos robos y creen que así los ladrones no lo tendrán tan fácil. No le dan importancia a no tener puertas en el jardín. Las vallas de separación tienen poca altura, o en ocasiones brillan por su ausencia, siendo la propia naturaleza la que hace de barrera. En España también se pueden ver casas con esas características pero solo en medios muy rurales, donde todo el mundo se conoce. Pero cada vez se extrema más la seguridad debido a la cantidad de robos cometidos en los últimos años en todas partes.
Retomamos de nuevo nuestro viaje bastante más hacia el Sur del país.
Para poderos situar, Quedlinburg está asentada a orillas del rio Bode y a día de hoy cuenta con más de 20.000 habitantes que viven principalmente del turismo. Las ciudades cercanas más importantes son Hannover y Leipzig. Está rodeada de un paraje de lagos y bosques adosados al macizo de Harz. Pertenece al Estado federado de Sajonia-Anhalt, cuya capital es Magdeburg.
Su centro histórico, construido durante seis siglos, está formado por numerosas casas de fachada entramada formando uno de los conjuntos más numeroso y bello de la arquitectura tradicional del país. Conjuntamente con la colegiata, una de las mayores construcciones religiosas románicas de Alemania, en 1994 fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
El Ayuntamiento, de estilo barroco, fue construido en 1320
Plaza del Mercado, de dimensiones gigantescas, y Ayuntamiento
Pasear por estas calles es como encontrarse en el interior de una historia de la Edad Media. Compré en dos charcuterías para preparar una cenita a base de embutidos pan, y ensalada. Hay frikadellen y ensaladas preparadas para llevar. Quesos de la zona, y salchichas de todo tipo. Me gusta mucho las Mettwurst, salchichas ahumadas para hacer a la plancha. Leberkäne, que es un pastel de carne con hígado, para comer con ensalada o sobre pan, o el Zumgenwurst un fiambre de lengua y sangre muy sabroso.
Esas dos torres podéis pertenecen a la iglesia Colegiata de San Servando levantada en la segunda colina. Una de las dos construcciones más antiguas de la ciudad.
Algo que podréis apreciar en los pueblos rurales de Alemania es la atención por parte de todo el mundo a los animales domésticos. Por eso en muchas esquinas de las calles hay un barreño con agua limpia y fresca, es para que las mascotas puedan beber si tienen sed.
El mayor crecimiento de población y por lo tanto de construcciones de casas de vigas entramadas se produce en Quedlinburg durante la "Guerra de los treinta años", o sea algo así como una burbuja inmobiliaria. Y curiosamente la mayor amenaza para su conservación aconteció en el siglo XX.
Contrariamente a lo que se pueda pensar durante la segunda guerra mundial la ciudad no sufrió grandes daños. El mayor abandono en su conservación se dio durante la ocupación soviética, en los tiempos de la República Democrática Alemana.
Con la reunificación comenzó el proyecto de restauración y conservación que ha hecho que la ciudad brille como el primer día.
De camino al centro histórico se ven construcciones algo más modernas pero todas siguen el mismo patrón, al igual que los adoquines presentes en todas las calles de la población. Exceptuando algunas alrededor del Castillo que están empedradas.
Hay que dejar los tacones para otro día para caminar por aquí, mejor un zapato bien cómodo y a ser posible cerrado para evitar torceduras.
Abundan las casonas de estilo barroco o art noveau que hoy están divididas en apartamentos. Esta no es la más bonita que vi, pero me gustó el color salmón-rosa de su fachada y esas ventanas en color crema.
Las calles principales están llenas de restaurantes, comercios, artesanía, puestos callejeros. De todo lo que podáis necesitar. Desde luego las fachadas pintadas son una atracción para las cámaras fotográficas. Yo las hubiera plasmado todas, todas...
Kassler, (Chuleta de Sajonia) Un plato cocinado con chuletas de cerdo ahumadas cortadas en una sola pieza. Hace años que no puedo encontrar en las tiendas cercanas a casa esta carne en un solo trozo. Por esa razón no puedo repetir las fotografías que son algo viejas ya. Es uno de los primeros platos que subí al blog.
Kassler, (Chuleta de Sajonia)
Pato al horno con col roja y patatas. Lo he comido tantas veces que no podría ni contarlas.
La col la preparo al estilo hamburgués. No sé si hay más variantes, imagino que si, porque la he comido en restaurantes más ácida que la mía.
Col lombarda (Rotkohl oder Rotkraut)
Pato al horno con col lombarda
La bebida nacional es la cerveza. Y precisamente la Baja Sajonia es la patria de las fábricas de cerveza. No les pidáis cerveza sin alcohol, a parte de que no tienen, os miraran con cara rara y probablemente os tacharan de la lista de los buenos entendedores.
En las cervecerías se puede pedir cerveza artesana, Vale la pena probar. No la sirven tan fría como en España, pero creo que de ese modo se aprecia más el sabor. Las más típicas de la zona son la Gose y la Braunschweiger Mumme.
También son muy buenos los aguardientes (Schnaps). A parte de que son digestivos, puede dar la sensación de que no se bebe porque los sirven en tragos muy cortitos. Pero cuidadín, yo (y una amiga) notamos que después de tomar dos, como quien no quiere la cosa, teníamos ganas de cantar y no sabíamos muy bien por qué jeje!.
Si visitáis estos parajes en un día frío pedid un Pharisäer, una bebida caliente elaborada con café, ron, y crema batida. Es muy reconfortante.
Las fotografías las tomé en una antigua fábrica de cerveza convertida en cervecería-restaurante.
Podéis ver en el collage de fotografías la calle de las cervecerías. Fijaros en las dimensiones y os aseguro que a veces están llenas a rebosar.
La sopa de cerveza (Biersuppen) fue el desayuno habitual de todos los hogares, ricos y pobres, de Alemania hasta bien entrado el siglo XIX.
Preparé una con cerveza negra y jengibre confitado que quitaba el hambre para tres años...
Espesita, y muy sabrosa. Una sopa muy especial, para comer en pequeñas cantidades.
Sopa de cerveza negra (Warbiersuppen)
Esta colección de casas están situadas justo en las calles cercanas a la subida al Castillo. En ellas hay restaurantes, bares, tiendas de artesanía, talleres de artistas, y algunas en obras, o por restaurar. Por fortuna ese día tuvimos muy buen tiempo, cosa nada fácil os lo aseguro. Cuantas veces no he podido siquiera sacar la cámara de fotos porque el paraguas me lo impedía.
Las tortitas de patata (Kartoffel-puffer) se comen en Cuaresma en toda Alemania. Me gustó preparar las de calabaza (Kürbis-Puffer) son muy vistosas y como guarnición quedan fenomenal. Aunque me dieron más trabajo que las de patata, quedan algo más líquidas. Las he usado para acompañar a un estofado de ternera con champiñones. ¡Muy ricas!..
Y para subir al Castillo, pues en carro que es lo propio. Tengo que confesar que sufrí lo mio. La subida fue lenta, ¡Con tanto peso!. Y al bajar los caballos resbalaban por la pendiente. Creo que para mi salud emocional hubiera sido mejor ir andando... Ainss!..
Se dice que en 1936 Heinrich Himmler, bendijo la bandera de las SS en la Iglesia del Castillo. Lo hizo el mismo día de la conmemoración de los mil años de la muerte de Heinrich I de quien Himmler se veía como su reencarnación. No sé si lo sería pero desde luego a mi no me cabe la menor duda de que estaba loco.
El Castillo actual no es Medieval sino del siglo XIX, sin embargo está asentado sobre los cimientos de otro del siglo XIII. A lo largo del tiempo se le han ido añadiendo más edificaciones, y hoy se pueden ver en la fachada vestigios del gótico, en los arcos de las ventanas. Renacentistas (XVI), barrocos (XVIII), y neo-románticos (XIX)
Todos estos datos los he buscado en internet porque no los recordaba. Pero en el propio Castillo se aprecian muy bien las diferentes épocas.
Una vista panorámica desde el patio exterior del Castillo. El Museo del interior no lo visité. Lo haré en otra ocasión que haga más frío.
Mientras esperábamos al carro para bajar dimos una vuelta por los alrededores y me encontré con esta casa particular situada en medio del bosque. Al igual que en muchas otras, no hay vallas ni puertas en el jardín. La naturaleza la tapa de vistas indiscretas. En la fachada se puede ver que en las ventanas no hay rejas de ningún tipo. A la derecha hay otra edificación con paredes de cristal que parece una prolongación, tipo pérgola cubierta, unida a la casa principal. Es de alucine, seguridad cero.
A las afueras de Quedlinburg nos llamó la atención esta hullera. Debajo de esos montones de tierra se hace lentamente el carbón vegetal. En la puerta del establecimiento donde lo venden la figura de la bruja típica de la zona. ¡Qué feas son las pobres!. La berruga en la nariz y la escoba no le falta a ninguna.
El Harz es un escenario de leyendas y supersticiones como bien lo demuestra el hecho de que en todas las tiendas de souvenirs vendan figuras de brujas. Algunas penden de las ventanas de las casas y al pasar te miran de reojo para que no olvides que debes por lo menos tener dudas sobre su existencia. Si se visita la zona entre el 30 de abril y el 1 de mayo recomiendan tener cuidado y andar con la cabeza agachada para evitar los escobazos de las brujas que vuelan bajo. En fin, a mi con tal de que no me despeinen, que eso si que me da rabia.
Cuentan que antes de la cristianización las gentes de estas montañas tenían sus propias creencias, ritos, y dioses como Wodan y Walpurgis. Conmemoraban la venida de la Primavera y la despedida del Invierno y esas cosas. A lo mejor también hacían encantamientos para amores, y mal de ojo, pero eso los alemanes no lo cuentan. Aquí parece que todas las hechiceras eran buenas, o medio buenas. Se decía que las brujas estaban en el Broken, la cumbre más alta del Harz. Por lo visto Goethe visitó la zona un invierno de 1777 y no se le ocurrió otra cosa que incorporar todas esas historias en su famosa obra "Fausto" donde se representaba los rumores y fantasmas congregados en las reuniones de las brujas.La zona es preciosa, ha sido declarada reserva de la biosfera por la UNESCO. Hay rutas señaladas para hacer senderismo, alpinismo, piraguísmo, la del Elba, volar en parapente y la Ruta Cultural de Lutero, entre otras.
Y si queréis hacer un pequeño recorrido en un tren de la segunda guerra mundial, adelante. Os transportará con su acompasado "chifi chafa", a otra época a través de un impresionante bosque de abetos.
Naturaleza, deporte, excursiones, cultura, gastronomía, y buena gente. Así es Alemania.