la luz yace intermitente,
en mi lagrimal derecho se posa una esfera vacía,
mis deseos recónditos vuelan paralelos al epifano huerto,
murmura con voz gruesa el anciano devastado por sus caderas
Muere en silencio la agonía de mis atroces voces, muestran mesquinas ganas de arrebatar mi insolencia castigada,
mojo mis manos,
humedezco mi cara y rocio mis penas,
las huellas en el perchero abren espacio a mi córnea,
mis pensamientos sollozan irónicamente de alegría,
el epitafio de mis pies ha caducado,
la lucha pierde valor ante mi presencia,
el perfume marea mi olvido,
hipnotiza mi esperanza
No emergen mis sentidos al rocio de tu saliva,
no esquivo tus labios aunque se que callarán mi muerte,
mi vacío espera llenarse con sangre que hace efervescente las manchas en tú hendidura,
mis clavículas abren paso a tus temibles garras, garras hartas de romper los mismos huesos, huesos hartos de tener tantos clavos,
clavos efímeros al sonar de tus campanas...
Cuando el último grito aturda mis sentidos y deje tu boca torcida,
mojare mis manos con tus lagrimas,
después de limpiar mi piel,
reposare de espaldas en el ático,
aunque mis ojos no tengan la dicha de ver la luz de nuevo,
sabré que he vencido a un grande.