Zamora ha dado el gran paso de pasar de ser una ciudad antigua a convertirse en punto de encuentro de todos los que amamos la tranquilidad y la cultura; dos atractivos que se dan la mano en este lugar gracias al esfuerzo de quienes han tenido la necesidad de contemplar el arte dentro de una tranquilidad que es imposible hallar en otros lugares de renombre artístico.
Peatonal, limpia y con una paseo fluvial increíble y dotada de 22 iglesias románicas que fueron restauradas en el 2001 para acoger el fenómeno cultural más importante de los últimos años llamados “Las Edades del Hombre” dentro de ese triple anillo amurallado que constituye su casco antiguo. Es arte hecho piedra y atractivo que se ha manifestado a la humanidad a través de un buen plan de restauración.
El monumento que nos atrae en primer lugar cuando ya estamos rodeados de ese lugar singular y antiguo de sus muros milenarios, es la Catedral que se denomina “La Perla” el lugar más visitado, románico aturdidor que nos hace perdernos por los caminos del viaje al interior de los sentimientos: Altares se suceden antes nuestra mirada asombrada dentro de la oscuridad propia de los lugares que jalonan el rosario del románico español. Perlas de belleza que llega al alma. La torre adjunta al monumento nos proporciona una panorámica única del sitio. El Barrio judío tan presente en estos lugares con años de antigüedad y belleza con altar en cada esquina de sus estrechas calles. La Iglesia de la Encarnación nos da la oportunidad de nuevo de unir la admiración y la devoción que junto con la Iglesia de San Ildefonso y los jardines del viejo Castillo se convierte en todo un espectáculo visual.
Y dejándola allí amándose con su románico de origen, podemos llegarnos hasta Toro para asombrarnos con el mudéjar, un tesoro difícil de pasar desapercibido. La fecha de su fundación está perdida en el tiempo aunque algunos restos la datan en la época celtibérica. Cuna de reyes y nobles, que la ennoblecieron con su nacimiento y su permanencia. Origen también de órdenes militares y religiosas, dotada de voz y voto en Cortes, en reinados de Enrique III y Juan II. Y sin embargo pasó a la historia con el enfrentamiento de Juana la Beltraneja con Isabel la Católica por la corona de Catilla. Han dejado los ecos en sus calles, Isabel, Juana la Loca, Fernando el Católico y Bellido Dolfos. Se convierte en provincia en el siglo XVII integrada junto a Carrión y Reinosa.
La visita se enriquece aún más con sus iglesias, monasterios, palacios y casas ennoblecidas con conocidos escudos en sus puertas. El templo que sobresale en la Colegiata (con autorización de los Reyes Católicos) de Santa María la Mayor que comenzó a construirse en el 1100 y no se terminó hasta el siglo XIII. Sus tres naves y el crucero que está rematado por un cimborrio queda en la memoria como un lugar único y bello. El paseo por las iglesias mudéjares de San Lorenzo el Real (s. XII), Salvador de los Caballeros (s.XIII), Santo Sepulcro (s.XII), San Pedro de Olmo (s.XIII) y la escondida Ermita de Nuestra Señora de la Vega en la campiña y que es conocida como la del Cristo de las Batallas (s.XIII).
En el recorrido no podemos olvidarnos de las puertas del Postigo y del Mercado, pertenecientes al primer recinto amurallado de la ciudad. Sobre esta última, en el siglo XVIII, se levantó una la torre denominada popularmente como “Arco del Reloj”, que junto con la Colegiata y el sinfín de bodegas se ha convertido en símbolo de la ciudad.
No lejos de Toro, Benavente, la ciudad de los antiguos Condes nos espera en el encuentro de los brazos fluviales del Órbigo, el Tera y el Esla. Apenas conserva ese sabor medieval, con escasos ejemplos de arquitectura popular a lo largo de la Rúa, la vieja Calle Mayor y otros puntos de la población, pero su recinto urbano como corresponde a un intricado cruce de caminos se ha expandido en todas las direcciones. Su historia arranca en la época romana, cuyos moradores la llamaron Brigeco. Fue arrasada en el medioevo por Almanzor y fortalecida luego en tiempos de Fernando II. Su máximo esplendor lo conoció en el siglo XIV bajo los Pimentel, familia de origen portugués, conocidos como los Condes de Benavente. Hoy vive de nuevo una fase de gran desarrollo, debido sobre todo a su excelente ubicación viaria.
De Benavente hay que visitar su Castillo, que tuvo su origen en tiempos de Fernando II y fue considerado y conocido como uno de los más nobles y bellos del país, comparado incluso con los alcázares de Granada y Sevilla. De aquella magnifica construcción apenas queda la Torre del Caracol, increíble mole aligerada en parte por sus cubos redondos y miradores. Ahora presta su servicio como un bellísimo Parador. Merecen también una visita las iglesias de Santa María y San Juan, así como el entorno de la Plaza Mayor. La visita puede completarse siguiendo el camino por el fértil valle del Tera hasta Santa Marta ya en el municipio de Camarzana, que se trata de una obra cumbre del románico de la zona. Son los restos de un monasterio del siglo X, tratándose de la edificación románica más antigua de Zamora, directamente emparentada con San Isidoro de León.
Puebla de Sanabria es centro de visita a lo largo de todo el año. Es una villa histórica y cabecera de comarca con una población de 1.700 habitantes, núcleo económico y turístico de los más importantes de toda la comarca sanabresa. Levantada en un lugar estratégico sobre un espigón fluvial, durante los siglos XIV y XV perteneció a las familias de los Losada y de los Condes de Benavente, de estos últimos data la época en que se levantó el castillo en el que destaca la gran torre central. Su centro urbano está declarado Conjunto Monumental Histórico Artístico.
*Hotel recomendado (Zamora):
-HOTEL NH PALACIO DEL DUERO****
Plaza de la Horta, 1
*Restaurante recomendado (Zamora):
-El Rincón de Casa Antonio
Rúa de los Francos, 6
*Compras (Zamora):
-Zona de Sta Clara (calle Príncipes de Asturias-centro).
-Anticuarios situados en las rúas que van hasta la Catedral.
-Mercadillo (martes por las mañanas).
DAMADENEGRO2008
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