El madrileño Museo Thyssen vuelve a ser protagonista de una polémica antigua: ¿un museo debe y puede convertirse en el escaparate perfecto para vender obras de arte? El motivo central del debate se inaugura hoy mismo, el 9 de junio, y tiene como protagonista a un artista español bien conocido por todo el mundo: Francisco de Zurbarán (1598-1664). Según las palabras de la comisaria de la muestra Odile Delenda, la exposición del Thyssen simplemente pretende rendir un homenaje a una figura prácticamente olvidada de los círculos artísticos, un pintor del que no se ha hecho una retrospectiva de calidad desde la organizada por el Museo de las Bellas Artes de Sevilla en 1998. Pero algunas voces expertas afirman que esta exposición es una simple excusa para vender obras de arte y recuerdan al público la función principal que debe cumplir un museo según el Código de Buenas Prácticas del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte: “(?) coleccionar y conservar el patrimonio“. Estas voces críticas argumentan, también, que según el código deontológico del ICOM (Consejo Internacional de Museos) los museos no deben participar en forma alguna de intercambios comerciales de compra y venta de piezas y obras de arte. La muestra del Thyssen-Bornemisza dedicada a Zurbarán contendrá varias piezas maestras de este autor extremeño y es una de las mejores y menos conocidas - “Virgen María niña durmiendo” - la que ha encendido la mecha de la polémica. Según los datos recabados tras la restauración de la obra, este óleo fue pintado por el insigne autor extremeño entre los años 1630 y 1635 y es actualmente propiedad de la Fundación Banco Santander quien lo presta habitualmente a museos y salas de exposición para el disfrute de todos los amantes del arte. Pero en este caso tanto los madrileños como los turistas nacionales e internacionales que visiten la exposición podrán, además, adquirir esta obra maestra del Siglo de Oro de la pintura en España desembolsando la nada despreciable cantidad de 2,5 millones de euros.
Esta polémica acerca de si los museos pueden, o no, ejercer como marchantes de arte y comercializar con obras de arte no es nueva, simplemente es la más reciente. Recordemos, por ejemplo, el debate que se originó en el sector artístico cuando el Museo del Prado intervino de forma institucional en una exposición privada sobre Francisco de Goya y Lucientes o la exposición con venta incluida que organizó el propio Museo Thyssen-Bornemisza en febrero del 2014 con su muestra sobre el pintor Darío de Regoyos.