Érase una vez un confinamiento en el que los miembros de este equipo hicieron de todo para intentar sentirse menos encerrados: desde cocinar kilos y kilos de dulces combinados con otros suculentos platos, hasta leerse esas novelas pendientes desde hacía tiempo, pasando por matar el tiempo acariciando al perro y descubriendo mundos tan dispares como el de los jugones o el de los TikTokers (de este último, podríamos escribir un par de enciclopedias).
No obstante, como esto es un blog de cine y han sido incontables las maratones de series y películas que hemos hecho durante esta maravillosa fase, hoy os hablaré de una serie que me ha tocado la fibra sensible. Y sí, digo “hablaré” en singular porque, pese a que esta crítica recoge la opinión de ambas partes, es hoy el miembro de la generación a la que los personajes de esta serie pertenecen quien compartirá con todos vosotros sus impresiones sobre “Valeria”, el último estreno de Netflix que parece estar arrasando entre la audiencia y que, a su vez, está recibiendo hostias como panes (así, como suena) por todas partes.
¿Y de qué trata “Valeria”? Pues de la vida de esta joven escritora valenciana, afincada en un pisazo del madrileño barrio de Malasaña pese a estar arruinada como consecuencia de no ser capaz de centrarse en esa novela (erótica, thriller, drama... ¿qué más da? Es una novela y punto) que está escribiendo, a la par que se dedica a rechazar, según sus palabras, empleos de mierda que le permitirían dejar de llorar por no tener ni un duro.
Junto a la protagonista, tenemos a su marido Adrián, un fotógrafo con quien dice tener una relación feliz a pesar que desde el primer momento se ve que ese amor que supuestamente siente ella por él tiene menos brillo que una balsa de lodo seca, así como a sus amigas Lola, Carmen y Nerea. Todas ellas están permanentemente en contacto, compartiendo todo aquello que les inquieta, les atormenta y les perturba (va por ti, Esperanza Gracia) y haciendo planes que nos permiten ver las sombras y las luces de cada personaje.
Así, vemos a Lola defendiendo la libertad sexual sin complejos aunque en el fondo sólo quiere amar y ser amada, a Carmen buscando su ideal de romanticismo de formas un tanto discutibles, o a Nerea viviendo su lesbianismo en la sombra y sin afrontar los miedos que su orientación sexual le produce de cara a su familia. No obstante, el plato fuerte lo encontramos en la propia Valeria quien, de golpe y porrazo, cae rendida a los pies de Víctor, quien la traerá de cabeza desde el primer momento en el que se cruza con él. Todo ello aderezado con unos escenarios coloristas, un estilismo destacable.
Y, con los ingredientes anteriores, ¿qué obtenemos? Pues una historia que pretende ser una especie de “Sexo en Nueva York” a la española pero que en realidad acaba siendo más homologable a “A salir de clase”, en la que nos encontramos con cuatro mujeres cercanas a la treintena que mantienen diálogos y actitudes más propias de adolescentes malcriadas de 16 años y que, en ocasiones, resultan ofensivas. Porque, a mis 32 años, ver a una mujer de edad similar a la mía viviendo en un pisazo en el centro de una gran ciudad que se plantea rechazar trabajos por tener que trabajar un fin de semana al mes me resulta no ya sólo surrealista, sino ofensivo. Pero esto en realidad es solo anecdótico, porque lo que a mí me ha resultado más asqueroso viene a continuación.
Nos encontramos con un hombre, Víctor, que no para de intentar seducir a Valeria aún a sabiendas de que está casada, manipulándola constantemente hasta el punto de influir de forma determinante en su novela. De hecho, y aún quien aporrea las teclas de su MacBook Air último modelo (ideal para personas arruinadas, como Valeria) es la propia protagonista, las palabras que redacta sólo salen cuando tiene algún tipo de contacto con él.
Las protagonistas de "Valeria" brindando por algo
Y, hablando de matrimonios, nos encontramos el personaje de Lola tirándose cada vez que tiene oportunidad a un hombre casado, jugando a ser la primera a la par que finge aceptar su posición de polvo pasional para él, desmereciendo el amor constantemente pese a que, en el fondo, reconoce tímidamente querer enamorarse. Es decir, según esta serie que un hombre soltero seduzca a una mujer casada siendo consciente de que le puede generar un problema es romántico y, además, que las mujeres sólo busquen sexo sin importarles para ello los vínculos sentimentales y el daño que puedan causar a una igual es lo más normal del mundo. ¿Dónde quedan aquí movimientos tan significativos como el #MeeToo, que, entre otras cosas, pretendía dar visibilidad a todas esas mujeres que, luchando por la igualdad de derechos, se enfrentaron a problemáticas tan graves con los hombres como el acoso? ¡Hay que joderse!
En nuestro caso, no hemos leído los libros de Elisabet Benavent en los que se basa la historia, por lo que no vamos a juzgar si la historia se adapta a los mismos o no. Pero, lo que sí os diremos, es que para hacer un producto como "Valeria" cuya única virtud es presentar en un precioso envoltorio una bazofia que debe ser calificada como tal cosa por sus interpretaciones dignas para olvidar (sólo Maxi Iglesias tiene un pase, y por los pelos), lo surrealista de sus situaciones, su flagrante falta de ritmo (sus 8 capítulos de 40-45 minutos cada uno nos resultaron eternos) o la gran cantidad de tramas satélite abiertas y pendientes de resolver alrededor de la principal, que no es otra que saber si Valeria le pone los cuernos a su marido o no.
Por todo ello, y a diferencia de lo habitual, nos negamos a puntuar la primerta temporada de "Valeria" una serie que, a nuestro juicio, es indigna de una plataforma como Netflix y que, como hombre homosexual comprometido con la igualdad, me resulta terriblemente ofensiva por la imagen que da de ambos sexos bajo el pretexto de no querer etiquetar a nadie.
Perder el tiempo con ella o no, depende de vosotros.
Título original: “Valeria” – España
Género: Drama, Romántico
Año de creación: 2020
Año de finalización: 2020 (primera temporada)
Capítulos: 8 capítulos