AUTOR: IVÁN RODRIGUEZ
Una de las características de las relaciones personales en nuestro mundo es el conflicto. El conflicto termina apareciendo tarde o temprano en toda relación, en alguna de sus variantes y grados. Toda una gama de situaciones conflictivas desde el extremo violento hasta una ligerísima discrepancia o decepción. Desde una fuerte dependencia emocional hasta una leve desafección. Desde la más burda\n de las manipulaciones hasta una pequeña sensación de ser manipulado. Los ejemplos de conflicto relacional serían inacabables.
De hecho, el conflicto es una señal tan nuclear de nuestras relaciones que un cierto nivel de conflicto se considera normal. Es decir, que las relaciones son normales a partir de un cierto nivel de conflicto hacia abajo. Y esto además no es uniforme sino que varía en función de los entornos socioculturales de las personas que se relacionan.
La psicología concluye que los conflictos siempre tienen como base el miedo. El miedo sería la emoción de base en cuyas múltiples ramificaciones surgirían las inseguridades que serían la fuente de todos los conflictos. Creencias arraigadas en desmerecimientos personales que llevarían a toda una gama de desconfianzas, que servirían para articular defensas innecesarias e incluso ataques gratuitos.
La espiritualidad profunda nos dice que todo lo que no es perfecto amor, es miedo. En ese sentido, el amor perfecto o amor espiritual no tendría mucho que ver con el amor del mundo.
El amor perfecto podría caracterizarse según algunos rasgos particulares que lo distinguirían del amor del mundo.
Así, el amor del mundo es condicionado (“solamente te querré si eres así”), mientras que el amor perfecto es incondicional (“te quiero con independencia de cómo seas”).
Además, el amor del mundo es exigente (“te quiero solamente si haces esto o no haces aquello”), mientras que el amor perfecto no lo es (“te quiero hagas lo que hagas”).
Por otra parte, el amor del mundo es posesivo (“solamente te quiero si tú solamente aceptas ser mío”), mientras que el amor perfecto no lo es (“no pretendo que seas mi propiedad para quererte”).
Por último, el amor del mundo es excluyente (“sólo te quiero si no quieres a nadie más”), mientras que el amor perfecto es inclusivo (“mi amor por ti no disminuye porque ame a otras personas”)
Estos rasgos del amor del mundo se aprecian mejor en las parejas, e incluso en las amistades íntimas. Y es precisamente esa caracterización la que es fuente de conflictos.
Por supuesto, en nuestro mundo, dado el actual estado evolutivo de la humanidad, el amor perfecto es utópico, es la luna a la que simplemente señala el dedo, que se observa lejana e inalcanzable. Pero sin embargo, para reducir el conflicto relacional el dedo siempre tiene que señalar hacia esa luna perfecta, para tenerla presente e ir acercándose a ella.
Mientras, nuestra falibilidad, siempre alimentada por el miedo, nos impedirá la completa felicidad, aspirando únicamente a una cierta felicidad relativa y envasada entre las convenciones del mundo y sus dictados.
En Occidente, llega un momento en la vida de las personas, alrededor de los treinta años, en el que se comienza a sospechar que uno tiene que empezar “a mirarse” ciertas cosas, porque si sigue como antes, no va a llegar a buen puerto emocional.
El crecimiento personal pretende reducir los miedos, auténtica fuente del conflicto en las relaciones. La espiritualidad profunda es el camino más claro y directo del crecimiento personal, pues es su fuente, pues es la Fuente.
¿Te imaginas cómo sería una vida sin miedo?
Iván Rodríguez
Facebook: “Iván Prospector Ucdm-Eldu”
SABADO 7 ABRIL 2018
PRESENTACIÓN LIBRO