Para una gallega como yo, nada resulta más sorprendente como un paisaje de llanura. Por eso viajar a la Mancha puede resultar más exótico que muchos otros destinos :-). Hoy es un #madridparaprincipiantes diferente, porque una de las buenas (buenísimas) cosas que tiene Madrid es que hay muchas excursiones cercanas que desde Galicia serían mucho más difíciles (es lo que tiene estar como los Galos, en la última esquina de la península...).
Así que hace unas semanas nos dispusimos a aprovechar esta cercanía y seguir la ruta de Don Quijote, y aprovechando que esta semana ha sido el día del libro, hoy os cuento nuestra impresión de la tierra que inspiró a Cervantes.
Hay mil guías y muchas opciones, pero nosotros seguimos este trayecto: Tembleque, Consuegra, Puerto Lapice, Campo de Criptana, Argamasilla de Alba, Belmonte y El Toboso.
Pero si tengo que repetir, no me perdería de ninguna manera los molinos de Consuegra, comer en la terraza de la plaza "corral de comedia" de Puerto Lapice, pasear por la parte alta de Campo de Criptana (el restaurante "Las musas" nos han dicho que es muy recomendable, pero llegamos tarde para comer... desde luego, tiene muy buena pinta), visitar la celda donde Cervantes empezó a escribir el Quijote en Argamasilla de Alba, dar un paseo por el castillo de Belmonte y hacer una parada en la casa museo de Dulcinea en el Toboso.
También repetiría un par de tapas de las mejores patatas bravas (que en realidad eran alioli) que hemos probado nunca, en un bar de carretera en Minaya, (Restaurante Antolín, no tiene web, ni se puede catalogar de"sitio con encanto" pero todo lo que probamos estaba de muerte), comer unas buenas migas o los famosos "duelos y quebrantos", o un asadillo o casi cualquier cosa que os ofrezcan, porque se come muy, pero que muy bien en la Mancha.
Y disfrutar de las llanuras, del horizonte, poder descansar la vista en la lejanía que forman las miles y miles viñas y más viñas (pequeñas y retorcidas) es todo un placer para los que venimos de Galicia o zonas más montañosas.
Y de la belleza austera de los pueblos de casas blancas y azules... y de su tranquilidad, también.
Para dormir, nosotros elegimos una venta, por eso de seguir con el espíritu quijotesco :-), que estaba muy bien, pero si volviese creo que probaríamos el Hotel Palacio Infante Don Juan, en Belmonte, paramos a tomar algo y tiene muy, muy buena pinta.
Y como última recomendación y en el mismo lugar, visitar la "casa museo de Belmonte", una recreación de la vivienda del siglo XV, donde unos voluntarios simpatíquisimos nos explicaron muy bien un montón de cosas curiosas de la época y sus "experimentos históricos" (ponen a prueba costumbres antiguas). De verdad que merece la pena ir con niños, es sin duda uno de los museos más didacticos donde hemos estado.