TACONES CERCANOS

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AUTORA: GRACIA DÁVILA

Si en algo he sido constante en mi vida, ha sido escribiendo. 

Recuerdo que empecé con el típico diario a los ochos años, uno de esos que tienen un candado de Hello Kitty, que era lo que se llevaba, y una llave minúscula que como no tuvieras a buen recaudo ya no volvías a ver porque estaría pérdida a saber dónde.

Pero a los 13 años empecé a escribir en cuadernos corrientes, así ya me olvidaría de custodiar la puñetera llavecita, y comencé a ser constante de verdad. Prácticamente lo hacía a diario y os podéis imaginar las memeces que pensaba, que el mundo estaba en mi contra, que odiaba a mis hermanas porque me hacían la vida imposible y porque las muy cochinas me robaban la ropa interior, que mis padres no me entendían, que me gustaba fulanito pero que a él quien le gustaba era mi amiga, o la que hasta el momento en el que me di cuenta, lo era,  y que yo lo que quería era desaparecer del universo o por lo menos hacerme mayor pronto para triunfar como una verdadera estrella de la pasarela o del cine, porque por entonces lo poco que tenía bien claro es que quería ser famosa y rica, por este orden, famosa, rica y por supuesto un “pivonazo” rubio, de metro ochenta, tipazo y mega rompe corazones, vamos una Claudia Schiffer de la época, o de la actual que “pa el caso” es como si la hubieran congelado porque la tía sigue igual de despampanante, la  “perra”.

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Total que lo que recuerdo es eso, que yo con trece añitos y muy hundida en la miseria ya escribía en un diario/cuaderno que me acompañó hasta que cumplí los 23, que fue cuando terminé periodismo, empecé a trabajar,  cobré mi primera nómina y me vi “obligada”  a salir de copas respetando el domingo como el día del Señor y de mi muerte física y cerebral. Aunque en realidad creo que lo que hizo que dejara de escribir mis cuadernos de memorias memorables por esperpénticas, delirantes, divertidas  y por qué no, por sinceras, fue que con mi trabajo como redactora en un grupo de comunicación,  ya tenía cubierto el cupo de concentración diaria, porque un día tenía que hacerme una columna sobre el Sistema Windows como si fuera Rosalía de Castro versión 2.0, o por lo menos eso me creía yo, como otro día tenía que escribirme las aburridas  críticas de las 15 mejores webs de viajes de España, y entonces me exageraba en mis palabras creyéndome que era la sucesora de un tal Hemingway. Vamos, que me podían haber largado por ridícula, pero mi suerte fue que no nos compraban ni cuatro gatos, y me atrevo a decir que eran tres porque soy exagerada de nacimiento.

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A partir de ahí, lo justo es decir que la suerte estuvo de mi parte y siempre he podido dedicarme al periodismo. ¿Lo más rollo que he hecho? No digo el sitio porque soy “de Ley” pero fue el departamento de documentación. ¡Buff! Una época oscura profesional pero muy divertida en lo personal porque seguía teniendo nómina, ¡JAJAJA! Dinerito calentito. Luego vino la televisión, mundo apasionante, que me apasionó pero, siempre hay un pero, que si tuviera que elegir no estaría en el puesto número uno, la tele no es para mí, y también tuve la suerte de empezar como Rana Bolena a colaborar en un periódico y en su revista dominical, contando historietas inventadas pero la mayoría de las veces basadas en hechos reales, que podían ser todo lo “injustas y desmedidas” como yo quisiera. ¡Cómo disfruté! Una auténtica gozada dedicarme a algo tan atrevido. El tema es que un momento dado empecé a compaginar aquello con la dirección de comunicación de una institución importante en la que duré más de diez años y que acabó de forma muy “injusta y desmedida” a la vez que mis colaboraciones que finiquitaron y no es por repetirme, de forma muy “injusta y desmedida”. Por cierto, no vayáis a pensar que no soy capaz de entonar “el mea culpa”, lo haría si no fuera porque en ambos casos me quedé sin trabajo por las voluntades amorales, mezquinas y conspiratorias de unos individuos que para mi congratulación cósmica empezaron a caer como ratas, que es lo que son. Hoy siguen cayendo y admito que me regocijo de placer. 

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Y sin curro  “¿Qué hago?”, “¿qué hago?”, “¡ay qué estrés, que me aburro, que no tengo dinero!”. Pues me puse a escribir para otros. ¿Cómo? Fácil. He sido la “negra” de blogueras que no escribían por falta de tiempo, de ganas o de talento, que “haberlas haylas” aunque huelan a Narciso Rodríguez y se vistan de  Maje y, también he sido redactora muy mal pagada de webs de empresazas y empresillas, muy dignas todas, en cualquier caso y en cualquier sentido.

Y como me hartaba escribir sobre temas que me importaban un colín, abrí el Blog de Rana Bolena, redescubriendo lo que era hablar sobre lo que me saliera de la peineta, haciéndome pasar un buen rato, con la única idea de hacérselo pasar a otro. Pero no sé ni cómo, ni cuándo, ni por qué, un día abrí un documento de Word y surgió Belén, mi odiada y querida protagonista del mi primera novela publicada hace bien poquito, un mes escaso, por la editorial Arcopress. 

Se llama “Quítame los tacones y volveré a ser princesa” y la gesté con mucho cariño e igual ilusión durante un año enterito. La sorpresa vino cuando, con la suerte del principiante, la primera editorial que recibió un borrador, me llamó para decirme que ellos me la iban a publicar. Fue sorpresa porque yo creía en mi historia pero francamente no podía creerme que esa historia pudiera ser de otros. Porque así es, cuando alguien lee un libro, no tiene por qué estar consagrado a un premio literario, ni ser una obra que perdure a lo largo de los siglos, simplemente tiene que conseguir ser la historia de quien la lee.

Si una novela te atrapa entre sus páginas, te envuelve, te entretiene y te hace sentir, esa novela es tuya, se hace tuya, eres la protagonista, el actor principal de sus líneas y cuando terminas con ella, igual un día no recuerdas su título y menos quién la escribió, pero sí recordarás la historia y sabrás que te hizo sentirte todo lo bien y todo lo mal que tu cuerpo, tu mente e incluso tu espíritu necesitaban. 

Yo pensaba que la historia de Belén, de Diego, de Javier, de Cecilia, del Señor Matos y de muchos otros, no podía ser de nadie más, pero ME EQUIVOQUÉ, tengo la enorme suerte, la gran satisfacción y la inmensa alegría de saber que mi historia ya es la de muchos que la han leído.

En estos momentos ya estoy dándole a la tecla porque “Quítame los tacones y volveré a ser princesa” tiene segunda parte y admito que aunque conservo intacta la ilusión, mi responsabilidad me tiene un poco acogotada pero prefiero no pensarlo, o ya lo haré mañana, como diría Escarlata O´Hara. 

Total, que en lo único constante que soy en mi vida es escribiendo, primero de mí y de mis alegrías y penas, y ahora de las de Belén. Una chica que tiene mucho vivido y otro tanto por vivir. Una persona tan real como cualquiera. Alguien que se equivoca, que vive de sus recuerdos pero que resiste a las tempestades. Una mujer que ríe y que llora pero sobre que no pasa desapercibida porque sin pretenderlo su vida engancha, encandila y transmite. Sólo os pido que no os pase como a mí, no la juzguéis desde el principio, esperad.
Espero que os guste.

Un placer y un gustazo.
Gracia Dávila.
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