Lo primero que te contaremos es acerca de la era más dorada de la medicina. Por más que muchos pensemos que se trata de la época presente, te diremos que esto no es tan así. ¿Por qué? Por una sencilla razón: en siglos pasados el oro era recetado como una medicina. Sí, leíste bien. Siglos atrás, la gente más adinerada tenía la costumbre de masticar láminas de oro además de ser añadido en forma de polvo en las comidas, tal como si fuese un condimento. Un ejemplo claro fue lo que sucedía con el rey francés Luis XII, que vivió entre 1601 a 1643, a quien sus alquimistas le hacían beber grandes cantidades de oro líquido para que pudiera mejorar su delicado estado de salud.
Pero si de salud nos referimos, o mejor dicho de falta de salud, te pasaremos a contar algunas de las muertes más insólitas, evitables y tontas que se dieron en personajes famosos de la historia. Como el caso de Enrique I de Castilla, que murió a causa de una pedrada jugando con sus amigos, o el ejemplo de Arquímedes, cuando un soldado romano lo atravesó con su espada a causa de que el sabio griego le insistía que él no pisara unos dibujos científicos que había realizado en la playa.
Más insólita aún fue la muerte de Alejandro I de Grecia, que se contagió de rabia al ser mordido por su propia mascota, un mono o peor aún la de Jean Baptiste Lully, que terminó falleciendo por una gangrena luego de clavarse la batuta en uno de sus pies.
La lista de muertes insólitas continúa con Francis Bacon, un escritor y filósofo inglés, que murió de frío mientras se disponía a rellenar el cuerpo de una gallina muerte con nieve, para realizar un experimento sobre la conservación de los alimentos.
Y ni hablar del caso de Esquilo, un dramaturgo griego, que murió a causa del golpe que le propinó una tortuga que cayó al desprenderse se las garras de un águila que sobrevolaba por encima de él.
Situaciones trágicas si las hay, aunque no dejen de sorprendernos, generarnos curiosidad y hasta descolocarnos por lo descalabrado que suenan.
Pero no todo tiene que ser trágico, si podemos referirnos al amor, o al menos a algo parecido, como lo que sucedía con el famoso revolucionario mexicano Pancho Villa, quien vivió durante 1878 a 1923 y según aseguraba su chofer, Juan Carlos Caballero, Villa llegaba a visitar a cinco novias que tenía durante el transcurso de un solo día.
Y vinculándonos con el tema, una curiosidad que involucra al dictador alemán más sangriento de la historia, hablamos –claro- de Adolf Hitler, a quien su médico personal, Theodore Morrell, para mantener su virilidad, le inyectaba a Hitler un compuesto formado por hormonas de testículos de animales muertos.
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