Porque en Instrumental, como es previsible, se habla mucho de música. Muchísimo. Los capítulos empiezan con un pequeño texto acerca de la biografía de distintos músicos, desde Chopin o Bach a Schubert, pasando por Brahms. James Rhodes ayuda a que cualquier lector acoja con curiosidad la música clásica, lanzando feroces críticas al sector más rancio de la industria que pretende mantener alejado de cualquier atisbo de modernidad al género. Encontraremos fervientes discursos sobre abrir los auditorios y salas de conciertos a gente joven, que vista en tejanos si así lo desea y a que los músicos interactúen con su público.
Evidentemente, no todo es música en Instrumental, aunque es el hilo conductor de estas memorias de alguien que pese a contar con una corta edad al escribirlas (nació en 1975) ha tenido una vida tan intensa que merece la pena dedicarle un libro, a pesar de que sea algo tan desgarrador en ocasiones.
Para quien no sepa la historia, unas pequeñas pinceladas: James Rhodes sufrió abusos sexuales por parte de un profesor de la escuela, lo que le marcó tan profundamente que sólo encontró consuelo en las drogas y el alcohol. Aunque conoce a la que será la futura madre de su hijo y gracias a ella, y especialmente al niño, James intenta mantenerse a flote, ser un hombre corriente: trabajar, pasar tiempo con su familia, esconder todo lo posible sus miedos y su depresión.
Ingresos en instituciones mentales, autolesiones, pensamientos auto-destructivos y suicidas...James Rhodes suelta en Instrumental todo lo que lleva dentro, y hay momentos en los que necesitas dejar de leer y hacer cosas como regar las plantas, ir a prepararte un café o cualquier acto mundano, que nos hace incluso agradecer la vida que tenemos.
El autor también nos muestra las cosas positivas que le han ayudado a mejorar: los amigos, su hijo, especialmente, la música. Porque cuando tuvo la oportunidad de volver a un instrumento que siempre amó, supo reconducir sus sentimientos en las 88 teclas del piano y dedicar todo su empeño en el instrumento.
Muy recomendable si aprecias la música y también crees en el poder sanador que tiene para la mente, sea el género que sea. Como bien dice el autor:
La música me ha salvado la vida de una forma muy literal... Ofrece compañía cuando no la hay, comprensión cuando reina el desconcierto, consuelo cuando se siente angustia, y una energía pura y sin contaminar cuando lo que queda es una cáscara vacía de destrucción y agotamiento.