Jueves reflexivo
Hola a todos y bienvenidos un día más. Ya estamos a jueves, así que toca post reflexivo e improvisado. Ya sabéis que estas entradas las hago sobre la marcha, sin pensar mucho, así que, sin más rollo, empezamos.Como me ocurre a menudo, no sé muy bien como empezar esta entrada. Además, estamos en febrero, mi mes maldito, y no estoy muy concentrada. Pero, por decir algo, os cuento algo que ya sabéis todos: a veces un olor nos hace viajar en el tiempo. Y eso me pasó el otro día.
Cuando mis hijos eran pequeños, en primaria, tenía un tutor o tutora durante dos años. Mi hijo pequeño tuvo una profe en primero y en segundo de primaria. En la clase de al lado había otra profe que era tutora de los niños y niñas del otro primero y del otro segundo (había dos clases por curso) y ambas eran amigas.
Fue una profe muy muy buena, de esas que ayudan, se comprometen y de la que no te olvides. Y la otra profe también tenía fama de ser muy buena. Uno de los recuerdos que yo tenía de esa profesora era el olor a colonia fresca que notaba cuando llevaba a mi hijo a clase por la mañana. No sé que colonia usaba, olía parecido a Álvarez Gómez, Gotas de oro, Gotas de Mayfer, algo así. Yo uso muchas colonias frescas y esa en concreto no la identifico.
Bueno, pues el otro día salí con mi marido por la tarde, y de pronto, olí esa colonia. A mi mente acudieron, al instante, aquellos momentos con mi hijo pequeñito, entrando en clase a primera hora. Y mientras me empezaba a sentir nostálgica, la vi. Era ella. Era la profe con la otra profesora, la de la clase de al lado. Ambas estaban idénticas. La de mi hijo llevaba el pelo blanco, pero con el mismo peinado, y la otra estaba igual igual que hace un montón de años.
Cuando nos vieron estuvimos hablando un ratito, me preguntaron por mis hijos y se alegraron mucho al saber que les va bien.
Nunca sabré que colonia usa esa mujer, pero sí que sé que ese aroma fresco, que me recuerda a mañanas de invierno infantiles, lo voy a reconocer siempre, en cualquier parte.
Y hablando de paseos, durante mi paseo nocturno, estas navidades he disfrutado al ver tantas y tantas ventanas adornadas en Navidad. Cuando yo era pequeña la gente podía el árbol y como mucho, el Belén.
Yo era muy muy navideña, y además del árbol y un Belén bastante grande adornaba la casa. Compraba guirnaldas y adornos en viajes y excursiones, pero nadie de mi entorno lo hacía, y yo soñaba con casas adornadas como en las películas. Hace unos 22 o 23 años empecé a adornar también las ventanas y la fachada de mi casa, con adornos que compraba después de muchas búsquedas. Y cuando, tres o cuatro años después, empecé a ver ventanas y fachadas adornadas quería gritar y saltar, jajaja.
Este año no solo adorné la casa por dentro, la puerta, las ventanas y la fachada, también decoré la escalera. Puse un miniárbol, un centro, poinsetias y coronitas pequeñas en las ventanas, entre otras cosas. Me vine arriba, jajaja.
Se ve fata pero es una de las minicoronas de las ventanas de la escalera de mi edificio
Y durante el paseo veía muchas ventadas adornadas con luces. Las había de todas formas y colores. Y cuando volvía a casa, envuelta en ese olor a frío y humo que es tan característico de la Navidad, aunque las ausencias han estado, porque es imposible que no estén, me sentía reconfortada y envuelta por todas esas luces, las mías y las de otros.
A veces siento que hemos retrocedido en muchas cosas, pero cuando veo que la gente tiene alegría, ilusión, que celebran la vida (esta semana mi ciudad ha vivido intensamente el Carnaval) y ponen luces en una ciudad que, por momentos, tiene sombras y grises, creo que no hemos retrocedido tanto y aún queda esperanza.
Y después de esta mezcla de temas un poco tonta creo que me toca despedirme.
Mil gracias por leerme y me voy pasando por vuestros blogs muy poco a poco, a ver si me pongo al día ya.
Muy feliz jueves a todos.