Nunca he sido un gran aficionado a la lectura, y menos a la literatura. Me entretenía leyendo curiosidades, o reflexiones filosóficas sobre la vida y nuestro mundo. Leer historias me parecía algo aburrido, el hecho de sostener un libro entre las manos mientras recorres líneas paralelas repletas de palabras me producía mareos, encontraba difícil introducirme en una historia por muy buena que fuese. Y no es que esté falto de imaginación, nunca he considerado que lo esté, pero prefería la belleza de la imagen, donde las cosas pueden ser dichas sin necesidad de palabras; solamente una imagen en movimiento (o no) acompañada de los sonidos o los silencios correctos puede contar muchas cosas.
Pero esto no siempre es así, hay veces que las cosas solo pueden entenderse mediante palabras, y este libro me ayudó a darme cuenta de ello. Por ello, y antes de decir nada sobre el libro y mi experiencia leyéndolo, te diré que este libro es para ti, para ese que como yo siempre le ha costado abrir un libro, para ese que ama las buenas historias y aprecia que estén bien contadas pero no ha conseguido encontrar calidez entre las cubiertas de un libro.
Pocas cosas se me ocurren que decir sobre "Tokio Blues" por miedo a mancillar el aura que posee. Darle un calificativo concreto es obviar todas las otras cosas que significa. Darle varios es sobrecargarlo de ideas y estereotipos que podrían relacionarlo con otros libros. Muchos me tildarían de fanático por dicha descripción, que "el libro está bien pero tampoco es para tanto", "otra historia como las miles que hemos leído, con una vuelta de tuerca y ese toque japonés que rueda cercano a la locura", "Murakami escribe Best Sellers, y como es sabido no son libros que destaquen en cuanto a calidad literaria, sino en la capacidad de ser vendidos rápidamente".
Y no voy a decir que el libro sea la mejor historia escrita jamás, no es el resurgir de la literatura ni nada por el estilo. Es un libro, como muchos otros. Pero no es el libro o la historia en sí, es el lector. Son las sensaciones que uno adquiere mientras pasa páginas, tan intensas como variantes. Es capaz de hacer que no quieras seguir leyendo, de cerrar el libro una vez terminado el capítulo y dejarlo reposar un tiempo, tanto en el estante como en tu mente. Es una obra que el lector debe cocinar a fuego le. Por ello tampoco es para todo el mundo, ni para todos los momentos. De nuevo, no es lo mejor que encontrarás, pero estoy seguro de que tendrá un hueco concreto en tu memoria, y durante un tiempo verás las cosas de otro color.
Poco diré sobre el argumento, de nuevo, por miedo a estropearlo, pero también porque deseo conseguir que termines leyéndolo sin saber nada sobre él. La historia gira entorno a Toru, un hombre japonés que evoca recuerdos de su época de estudiante en Tokio.
En esta obra Murakami consigue apelar a los sentimiento que todos hemos tenido alguna vez, los vuelve a traer, hace que de algún modo puedas volver a vivir esos momentos y los lleva hasta el extremo, porque mientras todo eso ocurre estás poniéndote en la piel de Toru. Las calles de Tokio se convierten en tus propias calles, sin dejar de recorrer Tokio y conociendo varios de sus rincones, los rincones que sus personajes habitan y los mismos rincones en los que tú acabarías. Por ello, muchas veces eres tú mismo el que siente, no sientes por el protagonista sino por ti mismo. Y es este el mismo motivo por el que no todo el libro es agradable, sino agridulce.
Más allá de las sensaciones, conocer a Toru Watanabe es un placer, poder introducirte en su cabeza y verlo todo con claridad...o no. Es totalmente descriptivo, y pocas partes deja a la imaginación, pero una vez leído no podría concebirlo de otra forma. Al fin y al cabo es uno mismo quien vive ciertos momentos y desea saber todo con detalle. A nadie le gusta que le dejen con la miel en los labios.
Y no, seguramente alguien te lo defina como un romance o un drama. No sería justo calificarlo de ninguna de las dos maneras, por mucho que uno crea que se puede acercar. El trato que reciben estos temas es completamente diferente a nada que haya visto o leído hasta ahora, el amor toma un nivel completamente nuevo, y puede ser tan empalagoso como grotesco. Y aunque la ambientación y el tono predominantes sean depresivos no es justificante de ser un drama, al igual que una historia durante la posguerra no tiene por qué ser dramática.
Otra vez, poco más se me ocurre. La obra hará que tengas sentimientos encontrados, te llevará a extremos en los que tu propio cuerpo se sienta incomodo, juega con el lector de una forma que no puede hacerlo un Quijote, porque no se trata del misterio ni de la trama.
Este libro me hizo adentrarme al mundo de la lectura y me dio una visión diferente sobre la literatura, así como la capacidad de leer de una manera distinta, aunque aún no he vuelto a sentir lo mismo. Comprender el significado de las palabras, que no su definición, es tan importante como saber captar un momento en una imagen en movimiento (o no) acompañada de sonidos o silencios.
@DieGozalo97
The DVAS Blog